'Credo', conversaciones de Francisco con Marco Pozza Un libro del Papa para meditar
A través de una conversación con Marco Pozza, teólogo y capellán de la cárcel de Padua, trata de hacernos llegar el significado que tiene para nuestra existencia decir «creo en Dios», «creo en Jesucristo», «creo en el Espíritu Santo», «creo en la santa Iglesia católica», «creo en la comunión de los santos», «creo en el perdón de los pecados», «creo en la resurrección de la carne», «creo en la vida eterna», «creo en la resurrección de los vivos»...
Durante el confinamiento, la Libreria Editrice Vaticana – Romana editó Credo, un libro que no ha podido ser presentado y quizá por ello ha pasado algo desapercibido. Es una obra muy recomendable, de lectura sencilla, en la que el Papa Francisco va desgranando la profesión de fe cristiana, afrontando la verdad de la fe, de la esperanza y del amor. A través de una conversación con Marco Pozza, teólogo y capellán de la cárcel de Padua, trata de hacernos llegar el significado que tiene para nuestra existencia decir «creo en Dios», «creo en Jesucristo», «creo en el Espíritu Santo», «creo en la santa Iglesia católica», «creo en la comunión de los santos», «creo en el perdón de los pecados», «creo en la resurrección de la carne», «creo en la vida eterna», «creo en la resurrección de los vivos»... De una manera profunda, pero al mismo tiempo entendible por todos, ayuda a experimentar en lo más profundo del corazón la grandeza que da a la vida la confianza en Dios.
Es un libro que nos hace ver la fuerza que tiene confesar la misma fe todos juntos. Cuando recitamos el credo en la Misa los domingos, nos unimos más y más, nos juntamos no de cualquier manera, sino con el contenido esencial de la fe: Dios, que es Padre de Jesucristo, nuestro Señor que se encarnó, murió, resucitó y elevado al cielo derrama su Espíritu Santo sobre nosotros, uniéndonos al Padre y al Hijo, y entramos en la comunión de los santos, experimentamos el perdón, sabemos la Resurrección y de la vida eterna. Nos hace ser una sola cosa a los cristianos: somos Su cuerpo.
¡Qué fuerza tiene decir «creo» viendo a los cristianos en culturas y situaciones tan diferentes, pero todos con la misma fe! Con el libro en la mano, me atrevo a decirte:
1. Sigue diciendo «creo en Dios Padre». No ha pasado de moda, aunque ahora veas dificultades en la cultura para vivirlo e incluso sientas que hay momentos en los que parece que sobra Dios. El domingo pasado escuchábamos el Evangelio de la parábola del trigo y la cizaña y la invitación a ser pacientes siempre, pues el trigo –que representa a quien vive de Dios– da fruto y alimenta, mientras que la cizaña que crece al lado no da fruto. El Papa detalla cómo dejar entrar a Dios en nuestra vida y en la historia transforma siempre. ¡Qué bueno es mostrar a Dios como Padre que nos ayuda a vivir como hijos! Un Padre que es bueno y nos regala su bondad, nos quiere, nos da su afecto. Hoy hay mucha gente sola, que no ha experimentado esta filiación. En el estudio sociológico que se hizo desde la Casa de la Familia, a cargo de la Universidad Pontificia Comillas, se manifestó la necesidad de padre que hoy tienen los niños. Decir «creo en Dios Padre» supone vivir envuelto en esa atmósfera de Amor que Dios nos regala siempre. Busca su abrazo como lo hicieron los más valientes testigos de este mundo.
2. Sigue deseando seguir a Jesucristo, lo que pasa por decir «creo en Jesucristo». ¿Qué descubres en Jesucristo? Dios Padre te ama de tal manera que ha querido enviar a Jesucristo para acercarse a tu vida. Es la cercanía de un Dios que se humilla, se abaja, desciende… Dios está tan enamorado de su obra más bella, el hombre –a quien le dio todo poder para que cuidara lo que hizo–, que no quiere alejarse de él incluso cuando el hombre lo margina y no lo reconoce. Dios quiere dialogar con el hombre, por eso Cristo desciende hasta los infiernos. Mantén en el centro de tu vida a Cristo. Es quien tiene la plenitud, es el Señor de la creación y de la reconciliación, pero además es el centro del Pueblo de Dios. Dile con todas tus fuerzas: «Acuérdate de mí, Jesús».
3. Sigue invocando al Espíritu Santo, di «creo en el Espíritu Santo». Es quien sopla y reaviva el fuego sagrado que hay en el hombre. El Espíritu Santo da la vida y el ser a cada persona. Nos da poder, pluriformidad, diversidad y unidad. El Espíritu te hace vivir y contagiar, da armonía en la profundidad de nuestra existencia; esa armonía que es capaz de transformar cualquier persecución o situación mala en bienaventuranza.
4. Experimenta al decir «creo en la Iglesia católica» que lo que es esencial en su organización son los sacramentos: los de iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía); los de curación (Penitencia y Unción de los enfermos); los que están al servicio de la comunión y la misión (Orden y Matrimonio). La Iglesia, presente en todo el mundo, vive y tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad.
5. Experimenta que la Iglesia es una, cree en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna. La Iglesia extendida por toda la tierra tiene una belleza singular. El motor de la unidad de la Iglesia es el Espíritu Santo, que es armonía y siempre crea armonía en la diversidad de culturas, de lenguas y de pensamiento. En la oración del padrenuestro se nos habla del nosotros cristiano: conducidos por nuestro hermano mayor, Cristo, nos dirigimos al Padre común. La comunión de los santos nos recuerda dos realidades: la comunión en las cosas santas y la comunión entre las personas santas. ¡Qué bello es sostenernos los unos a los otros en la aventura maravillosa de la fe! Y ¡qué fuerza tiene comprender que el pecado no es una acción, sino la ruptura de la amistad con Dios! Estamos en el tiempo de la misericordia y Dios nos invita a experimentar su cercanía a través del sacramento de la Penitencia. Creemos en la Resurrección, pues si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y nuestra predicación sería un insulto. Él resucitó y, por eso mismo, nosotros resucitaremos. Me imagino acercándome a Dios en el final de la vida, seducido por su belleza, con la cabeza baja, pero me abraza y busco su mirada.
Tener un libro en verano para vivir tiempos de silencio y oración y descubrir lo más necesario en la vida es un gran regalo.
Con gran afecto y mi bendición,
+Carlos, Cardenal Osoro
Arzobispo de Madrid