Cuaresma: No hay Resurrección sin Cruz

ALELUYA quiere decir CANTA A DIOS. En el dintel de la Cuaresma cantamos Aleluya, y silenciamos este canto hasta la Noche de Pascua. Silenciamos el canto, recortamos la música, porque necesitamos una nueva melodía, puesto que la que resuena en nuestros oídos, y que nos llega del mundo, no nos sirve, nos inquieta, nos preocupa.

Persisten viejas y angustiosas melodías que renuevan el dolor de la criatura humana con más fuerza, dejándola más desamparada, más desesperanzada. La Iglesia, y el mundo, tienen necesidad de una nueva melodía, de un Aleluya renovado. Necesitamos una melodía nueva. Y silenciamos la voz y la música. Ocasionalmente. Una melodía necesita también de silencios, para que al final suene con más fuerza, con más eficiencia el canto. Se trata de preparar un nuevo aleluya, un nuevo canto a Dios.

La Cuaresma debe ser como un gran ensayo de la melodía pascual. Que debería brotar desde la vibración de un corazón nuevo. Hay una nueva situación en el mundo, en tu vida…Seguimos teniendo en el corazón muchas aristas para pulir. A pulir estas aristas nos invita san León Magno en este tiempo de penitencia. En este tiempo debemos concienciarnos de nuestras aristas. Las herramientas para pulir estas aristas, ya nos las sugiere la Iglesia. Basta que las apliquemos bien en el trabajo cuaresmal. Deberíamos poner cuidado en hacer, también aquí, un trabajo bien hecho.

La Liturgia nos ofrece unas buenas notas para ir escribiendo esta melodía Una es la oración del antiguo Sacramentario Gelasiano:
Concédenos oh Dios todopoderoso en atención a los ejercicios anuales de la Santa Cuarentena, la gracia de comprender el EJEMPLO MISTERIOSO DE CRISTO, y de reproducir en la santidad de nuestra vida las disposiciones de Su alma.

Una invitación clara a adentrarnos en el Misterio de Cristo que se resume y manifiesta en su vida, muerte y resurrección. Este es nuestro horizonte primero. Dejar que su Espíritu vaya configurando nuestra vida, para hacer realidad que Cristo viva en nosotros. Y nuestro camino es el que nos marca Cristo su vida, muerte y resurrección.

Otra sugerencia para vivir bien la Cuaresma nos la ofrece la oración colecta del Miércoles de Ceniza:
Concedednos comenzar con un ayuno santificador el ejercicio cuaresmal, para luchar contra el espíritu del mal ayudados con la sobriedad…
Aquí se pone el acento en nuestro esfuerzo personal, que debe apoyarse sobre todo en la sobriedad, y en ir volviendo nuestro corazón hacia nuestros hermanos teniendo el horizonte en el ejemplo misterioso de Cristo.

Este ejemplo gira sobre todo en torno a una palabra: RECONCILIACIÓN.
Nos lo recuerda la Palabra de Dios: En nombre de Cristo reconciliaos con Dios.

Esto no quiere decir confesarse. Nos confesamos, pero no recibimos el perdón de Dios, porque seguimos sin reconciliarnos con el hermano con quien tengo algo. En la Eucaristía puede pasar algo parecido: podemos tomar la comunión, pero también la desunión, y así pisoteamos la Eucaristía, mesa de fraternidad a la que nos sienta el Padre. O en el Padrenuestro, donde inconscientemente decimos perdónanos porque nosotros también perdonamos. Pero no perdonamos.

Yo creo que en nuestra vida como cristianos, llamados a vivir el evangelio de Jesucristo, somos como muchos jóvenes que encontramos por la calle con los auriculares, que caminan pendientes de la música que les va sonando en las orejas desde el aparato que llevan colgado dentro. Nosotros llevamos nuestros auriculares y solamente escuchamos nuestra música, pero no la música de Dios, que me pide respuestas muy concretas de cara a los demás, de acuerdo a la luz del evangelio.

Y con los auriculares en las orejas es difícil creer en la RESURRECCIÓN, porque no llegamos a cambiar desde el corazón, no nos puede nacer un corazón nuevo. Y si no vivo esta experiencia que la Resurrección de Cristo me permite vivir ya aquí es difícil creer en otra Resurrección.

Necesitamos vivir ahora la experiencia de la Resurrección, pero esto es imposible sin pasar por la CRUZ. No hay resurrección sin cruz.

Y la cruz supone rasgar el corazón, romperlo, o dejar que otros nos lo atraviesen. Es el primer paso hacia la Resurrección. Hay que dejar que la Palabra de Dios penetre en nosotros como espada de dos filos y juzgue nuestros sentimientos y pensamientos. Es necesario ponernos desnudos delante del Evangelio. Dejarnos seducir por su Palabra y pedir que nuestro alimento sea hacer la voluntad del Padre.

Y con la fuerza de este Espíritu volvernos hacia nuestros hermanos, con la limosna de nuestro dinero, de nuestro tiempo o del servicio de nuestra persona.

Empezamos la Cuaresma, el horizonte está claro, el camino nos lo señala con mucha luz la Palabra. Pero podemos querer hacernos nuestro propio camino. Entonces nos saldría un ALELUYA muy defectuoso. No vivirás una verdadera Resurrección.

Y entonces, si nos piden: ¿dónde está tu Dios?, posiblemente, entonces no sepamos dar una buena respuesta, sino un buen ídolo.
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