El silencio de la Cruz
Venid a adorarlo. Es el grito orante de la liturgia del Viernes Santo, al que sigue un profundo silencio de adoración, y un beso entrañable a la cruz, donde está colgada la salvación del mundo. Así, con este gesto, decimos nuestra fe como escribe el poeta:
Aquí encarnada
En este Verbo silencioso y blanco
que habla con líneas y colores, dice
su fe mi pueblo trágico. Es el auto sacramental supremo, el que nos pone
sobre la muerte bien de cara a Dios.
…bien de cara a Dios…, a un Dios silencioso. Y dice una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado: ¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida porque Dios se ha dormido en la carne…
Pero este silencio empieza el Viernes Santo con el silencio de la Cruz. Quisieron bloquear el Camino, para que el hombre no accediera hasta la Verdad y la Vida. Y adormecieron al Rey; e inmediatamente un gran silencio y una gran soledad envolvió la tierra. La historia se repite: hoy también buscan bloquear el Camino, y abren senderos a otras verdades y otras vidas. Y la historia se repite: en la tierra va dominando la soledad; la tierra esta temerosa y sobrecogida.
Pero antes de adormecerse el Rey pronuncia unas palabras, que siguen emergiendo desde el silencio profundo de la cruz, como una oferta de luz y de vida:
1. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23,34)
La sangre
que esparciste en perdón es la que enciende,
donde su planta fue, tu eterna lumbre…
¿Qué es su luz sino sangre que se enciende
con el amor?
Tu cuerpo lleva la antorcha del amor constante
por la noche del mundo.
¡Oh Cristo del perdón! Tú nos perdonas
aún antes de pecar, y así vivimos
libres del torbellino que a la sima
de perdición conduce.
Quieren matar el amor. El amor que todo lo aguanta, todo lo soporta, todo lo disculpa, que espera siempre… (1Cor 13)
El silencio de la cruz, es el silencio del Amor abandonado, rechazado. ¿Puede haber acaso, mayor dolor que el dolor del amor rechazado? Pero el silencio de la cruz es también la palabra más elocuente del perdón.
2. Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso (/Lc 23,43)
Que es tu cruz gradería de la gloria
y es la firme palanca con que el hombre,
si tiene fe, traslada el universo…
Y es el punto de apoyo del corazón.
De amor se muere,
y muriendo de amor vida recobra,
vida que nunca muere.
Se dice que “no hay soledad sin silencio; el silencio es a veces callar, pero el silencio siempre es escuchar.
En el silencio desgarrado de la cruz, un hombre mira y escucha en silencio a quien muere de amor, a quien dice su amor con la palabra perdón, y se desgarran los cielos para dejar caer sobre él el rocío de la vida nueva.
3. Mujer, ese es tu hijo… Esa es tu madre (Jn 19,26)
Con sus vírgenes ojos en Ti fijos
tu Madre te bebía la blancura…
Contemplaba tu cuerpo Juan, y tras de Ti veía
el sol de las edades y los pueblos,
el hito eterno de la historia.
El silencio de María, mujer y madre, junto al silencio de la cruz; la mirada, el beso amoroso de Juan, a la Palabra que contenía la vida. Y del silencio de la cruz desciende la palabra sobre el surco del silencio como promesa de nuevos horizontes de luz.
4. Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? (Mt 27,46)
¡Duro trono de soledad! Tú, solo,
abandonado de Dios y de los hombres,
eslabón entre cielo y tierra.
Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
solitarios un hombre.
Ha bajado hasta nuestro pecado. “Hecho pecado por nosotros”, por tantos que siguen muriendo “abandonados de Dios” y rechazados por sus hermanos, los hombres. Tú, el Amor, ¿por qué has abandonado el amor? Una pregunta que después de siglos se siguen haciendo muchos en nuestra humanidad doliente. Porque en nuestra humanidad continua habiendo muchos crucificados. El silencio de Dios es camino de vida. Siempre.
5. Tengo sed (Jn 19,28)
¡“Tengo sed”!, gemías. Y nosotros,
tus hermanos y crueles cazadores,
muertos de sed también, tras de la fuente
de tu vino marchamos por las huellas
de sangre de esta vida de amargura.
Tenemos sed de agua de vida que jamás se agota.
Quien tiene sed de paz, de libertad y de justicia, sube al Calvario y mira el Crucificado; contempla y se deja traspasar por el silencio de la cruz, hasta experimentar el deseo de acompañarlo en el sufrimiento, y acompañarlo en el sufrimiento. En nuestra tierra hay mucha sed, muchos ardientes sedientos.
6. ¡Todo está cumplido! (Jn 19,30)
¡”Se consumó”!, gritaste con un rugido
cual de mil cataratas, voz de trueno…
Siguióse místico
silencio sin linderos, cual si el aire
contigo hubiese muerto, y nueva música surgió…
Tus miembros exhalaban
al toque del amor –amor sin freno-,
la canción triunfadora de la vida.
¡Se consumó! ¡Por fin, murió la Muerte!
Ahora… esperar en silencio la melodía de la nueva vida. La esperanza de un nuevo Hombre, de una nueva Humanidad. ¡Llegará!
7. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46)
¿”Mi espíritu en tus manos encomiendo”!
le dijiste a tu Padre, ante quien tiemblan
las aguas, y tembló la tierra toda
de parto en agonía.
Es el momento difícil, el salto de la fe, el fiarse plenamente del Otro. Caer en el silencio absoluto, para dar lugar a la Palabra absoluta. Contemplamos en el silencio de la cruz la humanidad en doloroso parto. Aquí nace la luz para alumbrar nuestra noche. Yo diría que el silencio de la cruz es la luz del silencio para el camino de nuestra vida.