El silencio del corazón
Un nuevo “silencio” el que me envías, el que me deseas: el silencio del corazón. El silencio que nos sugiere el salmo 27: oigo en mi corazón una voz que dice: Busca mi rostro. Para escuchar esa voz necesito silencio, acallar mi corazón.
Es también la sugerencia del salmo 84: voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.
Ahora bien, yo creo que debemos ser más conscientes de este hablar de Dios en el corazón, porque quizás estamos más inclinados a escuchar voces “por fuera”, las voces del exterior, y así terminamos por aceptar que también Dios habla en ese ambiente exterior de ruido y movimiento. Los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. Por esto, posiblemente somos tan dados en nuestra vivencia religiosa a los milagros, a esperar y desear manifestaciones milagrosas de Dios sobre nuestra vida.
Los caminos de Dios son los caminos del corazón. Dios habla en el silencio del corazón. Dios se manifiesta en el espacio interior. Y en ese espacio del corazón proclama, anuncia la paz. Su paz que no es como la paz de los hombres. Es la paz interior que da seguridad a nuestra vida. Es la paz que puede cambiar nuestra vida, porque ahí se encuentra la misericordia y la fidelidad, la justicia y la paz, tan encontradas en nuestras vidas, en nuestra sociedad.
No hay paz en el corazón de la humanidad. No hay Dios en el corazón de la humanidad. O mejor: Sí, hay Dios, pues siempre permanece fiel a sí mismo, pero no funciona correctamente el oído humano. Está ocupado en otras voces, en otros ritmos. Y fácilmente este Dios tan “discreto” pasa desapercibido, sobre todo cuando el hombre busca un protagonismo, yo diría que enfermizo.
Entrar en el corazón, es entrar en el santuario del amor; entrar en este santuario es entrar en el dinamismo propio del amor, que vive envuelto es un dinamismo de fuerza centrípeta, como quien crece y guarda a la vez una gran fuerza de vida. Pero finalmente siempre llega la primavera, la eclosión de nueva vida, cuando las fuerzas interiores tienen necesidad de salir a la luz y a la belleza de la creación.
Escuchar la voz del corazón es fundamental en la vida humana. Simultáneamente esta escucha me enseña a escuchar todo movimiento del corazón, y esto me va a facilitar los caminos de la vida que la vivo en solitario, sino en relación, en una relación muy diversa, con infinidad de matices que, inevitablemente me pedirán otro ritmo, el ritmo del corazón, un ritmo interior.
También cabría afirmar que una vida vivida con este estilo nos aboca vivir una vida con un talante muy contemplativo. Vivir con un talante contemplativo no es un vivir de permanente plegaria, sino un vivir atento y amoroso a la vida, a dejarse impactar por ella, a pretender dejar en ella también una huella. Es decir a pasar por esta vida no de manera anónima, sino con amor. Sería vivir uno la vida con sentido profundo. Sería también aportar a la vida un añadido de dignidad y valor
Mª Luisa, que escuches cada día lo que te dice el corazón; que cada día lo viva con un ritmo contemplativo. Un abrazo
P. Abad