Sobre el sexo de los ángeles, la metafísica del Islam y otros debates estériles...


Cuando queremos analizar una situación o un tema concreto, conviene hacerlo desde un planteamiento conceptualmente riguroso y pertinente, si es que queremos llegar intelectualmente a alguna parte. Por plantear mal los asuntos, podemos caer en aquellas "discusiones bizantinas", tan propias de épocas decadentes de la civilización, discusiones que "convulsionan las almas", pero que no conducen a nada razonable, ni a nivel intelectual, ni a nivel práctico...

Desconozco en qué quedó aquella discusión sobre el "sexo de los ángeles". Quizás la visión beatífica de los ángeles y los santos, y sobre todo, de nuestro Señor, les habrá clarificado las ideas definitivamente. Lo que sí conozco es que, si no planteamos bien el tema del Islam, el islamismo y los musulmanes, nos veremos incapacitados para manejar intelectualmente una situación que desde hace demasiadas décadas se nos está escapando de las manos, tanto sociológicamente, como a nivel de religiones, como a nivel político y de terrorismo. Y al final, como siempre, pagan justos por pecadores.

Me parece un planteamiento fallido e inoperante el enfocarnos críticamente tanto en el Corán "en sí" (podemos encontrar versículos para todos los gustos), como en los fieles laicos musulmanes y valorarlos "metafísicamente", esto es, si son "buenos" o son "malos", y dejar desapercibidos a los imanes y a los clérigos que mueven a esos fieles musulmanes. En este sentido, cabe decir que no estamos hablando de la metafísica de las personas, sino de la semántica de los sermones de los clérigos musulmanes. No es un análisis metafísico lo apropiado, sino un análisis semántico de los discursos que se pronuncian en las mezquitas. A partir de aquí, si en un discurso se habla de paz, consideraremos a ese clérigo, y por ende a las personas que lo escuchan y siguen, como "personas de paz". Si en otra mezquita o en otro "estrado", en cambio, se pronuncian discursos llamando a la "guerra santa" y a la "muerte al infiel", estaremos hablando de un clérigo fundamentalista dañino para la convivencia y para la sociedad, y presumiblemente podríamos considerar dañinos y fundamentalistas también a los fieles musulmanes que le siguen. Habrá, por tanto, que valorar qué acciones se toman, sobre todo, hacia ese clérigo, en aras de salvaguardar la convivencia en paz. No es, por tanto, una aproximación metafísica hacia las personas lo pertinente, sino un análisis semántico de los sermones de los clérigos islámicos. Con este punto de partida podremos avanzar en cierto sentido.

Referido a este tema, hace ya algunos años el arzobispo de Argel tuvo un encuentro con sacerdotes y seminaristas en el seminario, para compartir con nosotros la situación de los fieles cristianos en aquella zona de predominio islámico. Me llamó la atención el "principio de reciprocidad" de la evangelización y de la expansión, y el hecho de que "por el momento" ésta era una propuesta "impresentable" por nuestra parte, esto es, que la parte católica no puede plantear la necesidad de proclamar el Evangelio y de expansionarnos y crecer, y construir parroquias, iglesias, basílicas y catedrales en los países islámicos. Es decir, los islámicos sí pueden expansionarse en los países occidentales cristiano-católicos y construir mezquitas y alimentar espiritualmente a sus fieles, mientras que nosotros ni siquiera podemos plantear esta reciprocidad en la evangelización. No lo podemos plantear "y no sé muy bien por qué"...

En este asunto, sí se demuestra patentemente la cobardía y la apatía de nuestras creencias y de nuestra cultura y de nuestra civilización. Se descompone hacia adentro y es incapaz de crecer y expandirse hacia afuera. Si San Bernardo levantara la cabeza…

Mientras siga vigente el principio de "no reciprocidad", aparte de revelar la debilidad general de nuestra fe y de nuestra cultura, estamos claramente en una posición de inferioridad en todos los órdenes, que al final pagaremos, ya lo estamos haciendo, a un precio muy alto.

Más rigor intelectual y menos debilidad espiritual.
Y dejemos ya los planteamientos bizantinos, que no conducen a nada...
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