Extraido de mi obra "Trama divina, hilvanes humanos" (PPC) María Inmaculada y la revuelta de las mujeres en la Iglesia
Dios, María y la revuelta de la historia
La intrepidez de Dios no tiene límites en su mirada y proyección en la historia de lo humano. Siempre está en juego con la libertad y con un respeto absoluto hacia ella. La invitación de lo divino siempre es en el marco de mayor libertad a los que les pide colaborar con Él en el proceso de la historia de la salvación. Además, en la localización de sus personas preferidas no hay límite alguno; es sorprendente cómo va llamando desde lo que podría ser contrariedad y escándalo en la época, niños, adultos, hebreos, paganos, esclavos, libres, hombres, mujeres. Su promesa y su proyecto siempre causando revuelta y movimiento, con mirada y perspectiva de novedad liberadora y salvífica. Así fue también con María, no podía ser menos.
| Jose Moreno Losada
INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.
Hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia
Ante la fiesta de la Inmaculada me acaba de llegar el manifiesto del grupo de mujeres de mi diócesis de Mérida-Badajoz que reflexionan en profundidad desde su ser cristianas bautizadas. Desde esa perspectiva, quieren construir una verdadera cultura dentro de la propia iglesia que responda a las verdaderas claves de dignidad a las que llama el bautismo como fuente de la fraternidad y la igualdad en el seno de las comunidades cristianas y en la Iglesia en general. Se trata, como ellas llaman, de “una revuelta de mujeres en la Iglesia” para despertar, conciencias, animar y potenciar lo que el propio evangelio proclama y sostiene ante esta temática de la igualdad y de la dignidad de todos los seres humanos, con independencia de característica de uno u otro signo. Traigo aquí, como hecho de vida de esta revuelta, la crónica de un periódico extremeño que lo contaba de esta manera:
La Revuelta de Mujeres en la Iglesia convoca su concentración para el próximo sábado, 2 de marzo de 2024, a las 12 horas, en la Plaza de España, a las puertas de la catedral de Badajoz.
En el marco de las reivindicaciones feministas del 8M, en 25 ciudades del Estado español, se volverá a realizar este gesto significativo para reclamar una Iglesia sinodal, y el reconocimiento de la igualdad y dignidad de las mujeres para decidir con voz y voto, para celebrar y predicar en una Iglesia abierta a todas y todos. Con la voluntad de permanecer luchando “Hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia”, esta movilización anual sirve, además, para hacer balance del movimiento de la Revuelta y los avances conseguidos.
Junto a la participación en el Sínodo, la Revuelta se ha volcado con las mujeres abusadas en la Iglesia, a través de su comisión “Justicia y reparación con las víctimas de abusos en la Iglesia”.
En el acto de la Revuelta se hará un llamamiento, a través de metáforas visuales, que nos ayuden a visibilizar a tantas mujeres del pasado y del presente, referentes las unas de las otras, que “experimentan un aliento común y los frutos que produce la inteligencia colectiva y la sororidad”. Una Iglesia en marcha que ha de anunciar el evangelio de Jesús y responder a la humanidad de hoy, donde se establezcan unas relaciones horizontales frente a la asimetría de poder actual y donde prime la circularidad sobre la verticalidad jerárquica”.
María y Dios en la historia de la salvación
La belleza del relato evangélico de hoy no suaviza, sino que radicaliza la fuerza del diálogo y el modo de relación de Dios con la mujer en el orden de la salvación. Deslumbra, como le es propio, el lenguaje que viene de lo divino hacia María, mujer, tratándola desde la exquisitez de la ternura y el reconocimiento de su libertad y de su adultez como persona en medio de la historia y del pueblo. Dios la hace centro de su atención, volviendo a reconocer, como en el Génesis, que (el hombre) la humanidad necesita de ella para ser lo que tiene que ser; está invitada a ser la nueva Eva. Lo humano roto en su ser, con el pecado de la división y de la desigualdad, ha de ser restaurado y sanado, y ha de serlo desde su propia realidad humana naciente. Dios quiere a la mujer para revolver esta situación y conducirla al camino felicitante de comunión en la filiación que está por venir. La busca para que aplaste con su calcañar a la serpiente que la separó rompiendo la unidad de carne, hueso y espíritu para la que el hombre fue creado.
Ella, como conocedora de la acción de Dios en la historia, se muestra como mujer del pueblo, madre, compañera, hija de esa historia y de esa comunidad. Muestra su interés para saber cómo ha de ser su papel para enfrentarse a dicha tarea, y con la adultez de una mujer creyente, autónoma y dispuesta en la libertad, le responde en nombre de la nueva humanidad poniendo su ser y su feminidad en la altura de verdadera historia de la salvación. Comprende que no habrá camino de realización y plenitud, de salvación, si no es con la humanidad entera y se dispone como mujer a ser la parte activa y comprometida que se le está pidiendo, asumiendo su papel de referente primero en la maternidad del Dios que quiere encarnarse para hacer al ser humano libre, sacándole de la esclavitud y la ruptura en la que se encuentra. Lo que se había separado en la desigualdad se unirá en carne y hueso en la gestación del Mesías, el Salvador.
Jesús, consciente de la historia de la salvación, va adquiriendo en su propia conciencia la visión de lo humano del Padre y la teología de una creación que llama a romper todo lo que separa y construye muros en la realidad que había sido llamada a ser libre y abierta, con el único límite del mal que destruye y genera muerte en los que han de amarse y cuidarse. La figura de María y de la mujer en la historia de su pueblo, le abre a una consideración de cercanía e igualdad con todos seres de la humanidad, con los varones y mujeres de su pueblo, con los adultos y los niños, con los ricos y los pobres, los sanos y los enfermos, los propios y los extranjeros. Llama la atención como no le importa generar revuelo, revuelta, por su modo de sentir y vivir la relación con lo femenino rompiendo elementos impuestos que no eran de Dios, porque no tenían tinte de justicia, dignidad y salvación en el trato con la mujer y la consideración en su sociedad.
Recuperar esa mirada teológica, bíblica, cristológica, cultural y social es urgente en la iglesia de hoy. Bienvenida toda revuelta que llegue con la fuerza del evangelio y con la verdad de la vida a profundizar en la verdad de la revelación y de la salvación, en la consideración de una verdadera antropología teológica que respete la verdadera voluntad divina al crear al ser humano en la unidad y la igualdad radical y urgente, de la carne y de los huesos, viniendo de un mismo soplo de vida y abiertos a la misma ruah –Espíritu- de Yahvé. Necesariamente hemos de hacer revuelta hasta que la igualdad sea costumbre en la Iglesia; solamente así seremos fieles al Dios de la creación, de la historia y de la salvación en Cristo. Hasta que no sea así, nos queda dar vueltas para ser realmente la Iglesia de Jesús de Nazaret. De pronto queda abierto el reto de que cada mujer en la Iglesia, hable dentro de ella con la misma libertad con la que habla con Dios en Cristo, por la fuerza del Espíritu. La Iglesia, por su parte, ha de profundizar y dar pasos ante el reto de reconocer a la mujer, y a todo ser humano, en su seno con el cuidado, el respeto y la valoración que le tiene el propio Dios en su historia de la salvación. Los referentes en María están bien claros, la inmaculada concepción pasa por la comunión en carne y hueso, del salvador y su madre.
Para recordar y orar con música de la calle:
Notas hilvanadas
“Ella no es la princesa delicada que ha venido a este bar a estar sentada; ella no es solamente lo que ves, a ella ni tú ni nadie le para los pies”
(Melendi feat Alejandro Sanz- Déjala que baile)