El Goya del Siglo de Oro holandés Rembrandt: un artista del que aprender en tiempos de crisis y recogimiento
Se dedicó a asumir encargos de la burguesía y de los gremios que querían retratar su solemne poderío. Pero el mismo año en que terminó su obra cumbre, La ronda de noche, le asoló la tristeza: su mujer murió de tuberculosis
El maestro del claroscuro tendría que aprender a vérselas más con las sombras que con las luces de la vida. Endeudado, se declaró en quiebra, y para colmo un tribunal eclesiástico calvinista le acusó de concubinato
Nacido en la ciudad universitaria de Leiden el mismo año que Shakespeare publicó El rey Lear y Macbeth, Rembrandt terminaría convirtiéndose en el Goya de su espacio-tiempo, el Siglo de Oro holandés. Hijo de un molinero enriquecido y convertido al calvinismo (lo dominante en la entonces República de las Siete Provincias Unidas de los Países Bajos), tuvo la posibilidad de cursar estudios superiores, pero eligió la vocación artística, abandonando la universidad por el taller.
Trasladándose a Ámsterdam para aprender pintura y grabado, Rembrandt conoció la “Venecia del Norte”: un hervidero de comercio, una ciudad que crecía hacia la modernidad. Allí vivían filósofos como el holandés Spinoza y el francés Descartes, del que han llegado a la actualidad declaraciones que podrían aplicarse a las ciudades de hoy: “[En Ámsterdam] todo el mundo está tan absorbido por mejorar sus propios intereses, que yo podría pasar toda mi vida allí sin que lo advirtiera un alma”.
También Rembrandt, cuyos primeros grabados habían sido retratos de su madre, terminó cayendo en esa trampa. Convertido en un burgués acomodado gracias al éxito de su actividad como grabador y a su matrimonio con Saskia, se dedicó a asumir encargos de la burguesía y de los gremios que querían retratar su solemne poderío. Pero el mismo año en que terminó su obra cumbre, La ronda de noche, le asoló la tristeza: Saskia murió de tuberculosis.
Desde ese año, que también fue el de la muerte de Galileo, el maestro del claroscuro tendría que aprender a vérselas más con las sombras que con las luces de la vida. Acompañado por un nuevo amor, una joven campesina, al artista le afectó profundamente la entrada del país en una crisis económica. Endeudado, se declaró en quiebra, y para colmo un tribunal eclesiástico calvinista le acusó de concubinato.
Pero la crisis le dio un giro brillante a su carrera. Arruinado y sin encargos de la burguesía, se centró en trabajar según lo que sentía, creando obras de destacada interioridad. Cuadros que descubren la humanidad de los representados, por encima de cumplir las reglas de la técnica. Con serias dificultades para mantenerse bajo techo y alimentado, el artista se refugió en la pintura, volcando en ella lo que verdaderamente le importaba: el amor, la familia, la aceptación de la vejez y la casi adoración a los objetos más comunes, que pintaba transmitiendo una especie de religiosidad.
Con serias dificultades para mantenerse bajo techo y alimentado, el artista se refugió en la pintura, volcando en ella lo que verdaderamente le importaba: el amor, la familia, la aceptación de la vejez y la casi adoración a los objetos más comunes
Su hijo, Titus, se casó, pero al poco tiempo murió repentinamente, dejando a su mujer embarazada de una niña a la que llamaría Titia, en su recuerdo. El anciano Rembrandt, que había visto morir a un hijo, acabó sus días entre la escasez (cuentan que se conformaba con comer una vez al día: pan con queso o una ración de pescado en escabeche) y la pintura. Entonces olvidado, hoy su obra es imprescindible para la Historia del Arte. Repasamos, con esta selección, las lecciones de algunos de sus cuadros, que invitan al recogimiento, la intimidad y la armonía.
Cristo y la adúltera, 1644
Utilizando la composición de la obra para maximizar el mensaje, Rembrandt dividió esta tabla claramente en dos. En la parte de abajo, sucede la escena bíblica de la mujer adúltera (“quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, dijo Jesús), situados todos los personajes en una horizontal. En la parte de arriba, solo está el templo. Representando a la Iglesia en su enormidad, oscuridad y drástica inquisición (se distingue una columna que directamente parece señalar y condenar a la adúltera). Arrodillada, llorando ante el gentío, sin embargo Rembrandt ha cubierto a la mujer de una luminosidad tranquilizadora. Cristo la exculpará y librará de morir lapidada. Rembrandt la abrazará con su pintura, vistiéndola de blanco, el color de la inocencia.
El molino, 1645-8
Otra vez jugando con la luz para crear una atmósfera pacífica, de calma, Rembrandt dedicó este lienzo a aquella construcción asociada a su padre y, por consiguiente, a su infancia: un molino. Como esa luz que había elegido bendecir a la adúltera, esta vez lo enfocado es ese molino, que parece enfrentar con sencillez el atardecer. Sobre su figura, el cielo; y abajo, un río. Una barca, que navega hacia fuera de la obra, parece hablar de la vida como cambio, como viaje, como tránsito.
La novia judía, 1667
Aunque existen teorías que afirman que este cuadro representa a Isaac y Rebeca, la más asumida es que no es una escena religiosa sino el momento en el que un padre despide a su hija, que deja la casa familiar porque va a casarse. Metidas dentro de una pirámide muda, y otra vez imbuidas de esa especie de sacralidad que consigue la paleta dorada de Rembrandt, las figuras no cruzan sus miradas, pero se abrazan y acarician las manos.
Simeón y el Niño Jesús, 1669
Encontrado en su caballete, sin terminar, cuando Rembrandt murió, resulta conmovedor analizar lo que el cuadro significa junto a la muerte del propio pintor. El anciano Simeón coge en brazos al niño y reconoce en él al mesías. “Oh, Señor, permítele a tu siervo ahora morir en paz”, exclama, porque ya ha visto que habrá salvación. Lo último que Rembrandt pintó.
Un Rembrandt virtualizado, para el confinamiento
Con sus salas cerradas ante la emergencia sanitaria que lleva días recomendando a los ciudadanos madrileños extremar distancia y ha hecho que se declare el Estado de Alarma, el Museo Thyssen ha permitido la visita gratuita y desde casa de la actual exposición “Rembrandt y el retrato en Ámsterdam”. A través de un recorrido virtual, pueden explorarse hasta el detalle las casi 100 obras de la muestra (22 de Rembrandt, el resto de discípulos y competidores).
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