Krzysztof Charamsa y la "revolución" de las identidades sexuales

Denuncia en el Congreso de la Asociación Juan XXIII la "violencia" de la jerarquía hacia las personas LGBTIQ

"La Iglesia no ha aceptado la llamada de una confrontación radical con la ciencia de la sexualidad", afirma




Respecto a la identidad sexual, "se opera hoy con la misma confusión en la mentalidad y en la praxis de la Iglesia que se hacía respecto al sistema solar o a la evolución". Esto es lo que denunció la mañana de este sábado en el Congreso de la Asociación Juan XXIII el teólogo, filósofo y ex-secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional, Krzysztof Charamsa.

Ante un abultado público que quedaba absorto en cada de uno de sus argumentos tan bien razonados, Charamsa explicó cómo, gracias a los movimientos feministas, homosexuales y a favor de las personas trans y queer y el florecimiento de la investigación científica de la sexualidad, el del sexo se ha transformado en el siglo XXI "en un discurso racional, verificable y controlable por medio de las herramientas lógicas y científicas". La correspondiente pérdida de prestigio del discurso bíblico o teológico sobre la sexualidad, ha sostenido el teólogo, ha supuesto "un momento de enorme crisis" para el cristianismo en su totalidad, pero sobre todo para la Iglesia católica.

El polaco, cuya astucia como teólogo y filósofo ha quedado algo eclipsada por el morbo que suscitó, en 2015, su salida del armario y subsiguiente renuncia a su puesto en la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó que ante esta crisis el camino que la Iglesia ha de tomar es el de la aceptación "de la competencia de la ciencia y de la razón humana en el campo de la sexualidad", con el fin de establecer un "diálogo" con el conocimiento adquirido por la ciencia sobre esta parte tan intrínseca a la identidad humana.

Pero este diálogo, precisó, no constituiría "ningún ataque contra el saber específico de la religión". "Al revés": ayudaría a "mantener la verdadera competencia de la religión entre sus justos límites, que es la competencia existencial, de la salvación, y moral, de la auto-realización".

Desgraciadamente, sin embargo, la Iglesia "no ha aceptado hasta hoy la llamada de una confrontación radical con el conocimiento actual sobre la sexualidad que exige la aprensión analítica y el objetivo dialogo con las ciencias humanas". De esta forma, lamentó Charamsa, ha repetido el "error" que cometió en el pasado en medio de las controversias sobre el sistema solar o la evolución. A saber, el de confundir los dos planos de lo científico y lo religioso, lo natural y lo sobrenatural.

"Aún hoy prevalece en las personas religiosas y en sus instituciones la experiencia del miedo ante las novedades científicas", declaró Charamsa. Pero no es el momento para este miedo, ya que "después de la transformación de nuestra comprensión de la realidad con Copérnico y con Darwin, la humanidad se confronta hoy en día con una nueva revolución". Una que ya no corresponde al "nosotros en el espacio", como fue el desafío de Copérnico, ni al "nosotros en el tiempo", como fue el de Darwin, sino al "nosotros en nosotros mismos". Es decir, el papel vital que desempeña la sexualidad en nuestra realización como seres humanos. Un nuevo desafío al que la Iglesia solo ha sabido responder, hasta ahora, o "ridiculizándolo" u "obstaculizándolo con violencia".



"La estrategia del Vaticano y de la jerarquía de la Iglesia", prosiguió Charamsa, ha sido la de "bloquear" durante años el "desarrollo sereno y libre de la teología católica de la mujer", al igual de la teología católica de las personas LGBTIQ. "Esta posición de no considerar seriamente el desarrollo científico -impuesta oficialmente 'en defensa de la fe'- no solo carece de honestidad intelectual, sino que también es señal de una violencia de la autoridad eclesial respecto a la realidad", denunció el teólogo.

"Violencia", por dos razones principalmente. Porque hace que hayamos presenciado, en primer lugar, "una situación totalmente paradójica en la cual el cristianismo, la religión de amor y de defensa de la dignidad de la persona humana- por causa de errores de su comprensión de la realidad- se opone hoy al desarrollo de la aceptación de los derechos humanos fundamentales conectados con las identidades sexuales". Pero también, y lo que es aún peor, porque así la Iglesia corre el riesgo -con su no aceptación del conocimiento científico de la sexualidad- de renunciar "a la racionalidad de la conceptualización de la fe".

Y todo esto porque al reconocimiento de las diversas identidades la Iglesia pone pegas de índole ni siquiera teólogicas, según sostuvo Charamsa. "Todavía el magisterio eclesial no ha permitido un real y radical diálogo sobre la cuestión", explicó el polaco. "El problema es previo a los necesarios debates teológicos. El problema se encuentra en la falta de confrontación con el saber científico y la prohibición de tratarlo seriamente a nivel teológico, pastoral y comunitario".

Pero, ¿y si lo hiciera? ¿Y si la Iglesia permitiera que estos datos científicos pudieran admitirse en la reflexión teológica? Charamsa tiene muy claro cuáles serían las consecuencias de tal aceptación de la ciencia, y del diálogo al que conduciría. "Con el diálogo sobre las identidades sexuales se recuperará mejor la persona, con la dignidad y los derechos humanos del individuo en una óptica que fue propia de Jesús", afirmó, provocando entre el público un gran aplauso.

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