El decano de la Universidad de Friburgo, la teología y Pentecostés Joachim Negel: "¿Cómo poner en palabras lo que trasciende el lenguaje humano?"
"La proximidad de Pentecostés nos brinda una vez más la ocasión de reflexionar sobre la interacción elemental entre Dios y el lenguaje. Pues la 'teología', en el sentido propio del término, no es otra cosa que el intento de dar voz a Dios -¡a Dios, no al teólogo!"
"Pero, ¿cómo dar voz a aquello que, aun siendo el fundamento de todo lenguaje, está más allá de todo lenguaje? ¿Cómo poner en palabras lo que trasciende el lenguaje humano?"
"El hermeneuta por excelencia no es otro que el propio Jesús. Él es quien 'ha dado a conocer al Padre'. En su presencia, sabíamos que estábamos cerca de aquel de quien hablaba"
"¿Qué tipo de teología lograría demostrar tal poder de traslación? Sería una teología saludable de principio a fin"
"El hermeneuta por excelencia no es otro que el propio Jesús. Él es quien 'ha dado a conocer al Padre'. En su presencia, sabíamos que estábamos cerca de aquel de quien hablaba"
"¿Qué tipo de teología lograría demostrar tal poder de traslación? Sería una teología saludable de principio a fin"
| Joachim Negel, decano de la Universidad de Friburgo
(Universidad de Friburgo).- Queridos miembros de la Facultad de Teología, queridos amigos
Laproximidad de Pentecostésnos brinda una vez más la ocasión de reflexionar sobre la interacción elemental entre Dios y el lenguaje. Pues la "teología", en el sentido propio del término, no es otra cosa que el intento de dar voz a Dios -¡a Dios, no al teólogo! Pero, ¿cómo dar voz a aquello que, aun siendo el fundamento de todo lenguaje, está más allá de todo lenguaje? ¿Cómo poner en palabras lo que trasciende el lenguaje humano? ¿No se aplica exactamente al discurso sobre Dios la fórmula con la que Ludwig Wittgenstein concluyó su famoso "Tractatus": "De lo que no se puede hablar, hay que callar"?
En efecto, cualquier intento de hablar de Dios debería ir acompañado de un respetuoso y temeroso silencio. Hay algo vergonzoso en el pomposo discurso sobre Dios que es característico de algunos creyentes y ateos por igual. Elias Canetti, el gran novelista, acuñó en uno de sus libros la magnífica expresión "Gottprotz" (portador de la antorcha de Dios). El "Gottprotz" (también hay ateos quemadores de Dios) es la persona que siempre sabe ya lo que Dios es o no es, lo que quiere o no quiere, etc. Esa gente es muy cansina, y no es la única. Tales personas son muy fastidiosas, porque saltan fácilmente la distancia entre el silencio de Dios (¿cuándo hemos oído hablar a Dios?) y una locuaz predicación de la fe. Y así hablan sin parar de Dios, pero no le dejan hablar a Él mismo. - Y, sin embargo, ¿cómo podemos hacer que hable Él, el Inefable?
Merece la pena echar un vistazo al Nuevo Testamento. Aunque en ninguno de los escritos del Nuevo Testamento aparezca la palabra "teología", ni siquiera la palabra "teólogo", siempre se menciona a Dios, y es que Dios habla, pero nunca directamente, siempre en el testimonio de quienes se sienten embargados, oprimidos, perseguidos, deseados, sufrientes, cortejados, seducidos, apreciados, amados por Él, el Innombrable. Parece que Dios, precisamente porque es el Innombrable, nunca se hace oír "objetivamente" como Él mismo en un sentido "químicamente puro", sino sólo en el testimonio de quienes se descubren tocados por Él. Aquí reside el carácter precario y resbaladizo de todo discurso sobre Dios, incluso y especialmente del discurso bíblico. El momento subjetivo no puede excluirse de ningún discurso sobre Dios. Esto no significa, sin embargo, que todo discurso divino sea exclusivamente un discurso humano subjetivo. Al contrario, el hecho de que yo haya sido tocado y de que este contacto me impulse a pronunciar una palabra no es algo que yo me haya inventado. Mis mejores ideas no vienen de mí, sino que "vienen a mí", como decimos con razón; siempre hay algo ineludible en juego.
El filósofo Hans Blumenberg llamó una vez "absolutismo de la realidad" a esta inconmensurabilidad, a esta imposibilidad de deducir y nombrar, que está en la raíz de todo discurso humano sobre Dios. Necesitamos escapar de ella, domesticarla y ponerla en lenguaje para poder vivir como seres humanos.
Esto nos lleva directamente a la fiesta de Pentecostés. En efecto, Pentecostés, la fiesta cristiana que tiene lugar 50 días después de Pascua, conmemora y considera que el absolutismo mortífero de la realidad se pone a distancia, que el silencio de las lenguas puede liberarse, que el agotamiento del espíritu puede refrescarse y que el ánimo depresivo de las almas y los cuerpos puede transformarse en serenidad y alegría.
"Pentecostés, la fiesta cristiana que tiene lugar 50 días después de Pascua, conmemora y considera que el absolutismo mortífero de la realidad se pone a distancia, que el silencio de las lenguas puede liberarse, que el agotamiento del espíritu puede refrescarse y que el ánimo depresivo de las almas y los cuerpos puede transformarse en serenidad y alegría"
El desencadenante de esta experiencia fue Jesús de Nazaret. Sus contemporáneos (amigos y adversarios) lo consideraban un "teólogo" hasta la médula. - ¿Qué es un teólogo? La respuesta clásica no se encuentra en la Biblia, sino en Platón: un teólogo es aquel que está "lleno de Dios" (?νϑεος). Un verdadero teólogo no es alguien que habla de Dios (eso sería alguien que teologiza, y ya hay bastante gente que lo hace); más bien, un verdadero teólogo es un "hablador de Dios", es decir, alguien que, al hablar de Dios, da voz al Dios por el que se sabe tocado. Un teólogo en el verdadero sentido del término es, en este sentido, una especie de hermeneuta o intérprete, es decir, un hombre que transpone de forma saludable la realidad de Dios a la realidad de la vida humana.
Es fácil comprender por qué la historia de la vida de Jesús de Nazaret está marcada de manera tan fundamental no sólo por la Navidad, el Viernes Santo y la Pascua, sino también por Pentecostés. Porque el hermeneuta por excelencia no es otro que el propio Jesús. Él es quien "ha dado a conocer al Padre"; él es quien "nos lo interpreta" (Jn 1,18) -primero en forma de actos simbólicos y parábolas espectaculares, y finalmente en forma de compromiso radical de sí mismo. Y esto explica por qué la palabra "teología", en el sentido cristiano, es una palabra tan pentecostal. Porque si la teología (más allá del mero teologizar) es una forma de discurso y acción humanos en los que resplandece algo de la realidad del Dios del que se habla, entonces el discurso de Jesús en parábola sobre Dios como Padre amoroso (e, incluida en ese discurso, la acción simbólica y representacional de Jesús por la que hizo perceptible a su Dios "como amor irrevocable e incondicionalmente decidido por el hombre") era teología en el sentido propio y preciso de la palabra: "Hablaba con autoridad [...]. ξουσ?α], no como los escribas de ellos" (Mc 1,22 par). En su presencia, sabíamos que estábamos cerca de aquel de quien hablaba.
¿Qué tipo de teología lograría demostrar tal poder de traslación? Sería una teología saludable de principio a fin. Recemos para que nuestra teología tenga algo de esta credibilidad:
Veni Creator Spiritus
Hasta aquí, Señora, brisa y aliento,
donde están las almas fieles
que te pertenecen por entero.
Que seamos recreados
que seamos campos abiertos
para el rocío de tu gracia.
Paráclito, consolador
que se nos da en nombre de Dios
chispas de lo alto,
una llamarada de vida nueva,
cuando acecha la desesperación,
úngenos con tus suaves manos.
Está escrito en blanco y negro
que el Padre nos ha prometido siete veces
mano serena sobre la cabeza cansada -
cada día de estas semanas
de nuestros años, siete veces
resuenas en nuestras gargantas.
Fría, mi carne, siembra tu luz -
Que el deseo despierte mi deseo.
El enemigo deprime mi cuerpo.
Sólo tú puedes ahuyentarlo.
Tú, sólo tú eres el mensajero.
Tú alejas de mí todo mal.
De ninguna manera he visto a Dios,
ni al Padre ni al Hijo.
Tú que eres la fuerza de ambos
permíteme habitar en su amor.
Gracias por buscarme,
Paráclito, brisa y aliento.
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