Los lunes al sol (V): el fin de la España católica Católicos en España: el síndrome del hombre invisible
Los datos del último CIS son abrumadores: cuatro de cada diez españoles se declaran ateos o no creyentes, la cifra más alta desde que se tienen registros
En la franja de 18 a 34 años, el 60% se declara no religioso, mientras solo un 30% dice sentirse católico. El futuro parece perdido, y las respuestas de las instituciones religiosas son... ninguna. No hay renovación, no hay propuestas, no hay creatividad
Los datos del último CIS son abrumadores: cuatro de cada diez españoles se declaran ateos o no creyentes, la cifra más alta desde que se tienen registros, mayor incluso que en los tiempos de la II República. Ya no hay persecución (por más que algunos se empeñen en resucitar fantasmas -otros, es verdad, desentierran muertos a la primera de cambio-).
La cifra triplica la de hace algunos años. Y, lo que es peor, es un vaso comunicante: se desploman los católicos y, sobre todo, los practicantes (un 16,7%). De seguir el proceso, que parece imparable, en pocos años la mayor religión en España será la de... los que no creen.
Y es que, en la franja de 18 a 34 años, el 60% se declara no religioso, mientras solo un 30% dice sentirse católico. El futuro parece perdido, y las respuestas de las instituciones religiosas son... ninguna. No hay renovación, no hay propuestas, no hay creatividad. Lo está destacando el Papa Francisco en su viaje de esta semana: durante demasiado tiempo hemos creído en una Iglesia fortaleza, guardián de las esencias, en lugar de una Iglesia en salida, que se mancha las manos en el barro para salir a sostener al que cae.
Porque no puede entenderse a la sociedad en la que se vive si los seminaristas viven a tres kilómetros de cualquier centro urbano, si no se relacionan con sus fieles, si están más preocupados por la cuarta que va de la cartera (siempre la cartera) a la bragueta (siempre, la bragueta).
A este paso, pronto tendremos que pedir a Tezanos que no incluya a la Iglesia en sus estudios. Así, al menos, con nuestros propios datos, podremos continuar reescribiendo la historia. Una historia en la que los católicos seremos irrelevantes. No habrá persecución, por más que se espolee. Es el síndrome del hombre invisible.