Posesión canónica del nuevo arzobispo de Bogotá monseñor Luis José Rueda Aparicio "No basta la creatividad celebrativa en las redes sociales, necesitamos celebrar en los templos"
"Iglesia samaritana que desde el sínodo arquidiocesano estamos llamados a hacer Iglesia solidaria de todo lo que le acontece a la sociedad", dijo el nuevo arzobispo
"Algunos quisieran parroquias sin cruces, Iglesia angelical de hipócritas y arrogantes. En cambio la fe no nos saca del mundo"
"No predicamos una teología de la prosperidad sino una de la fraternidad y de la esperanza"
"No predicamos una teología de la prosperidad sino una de la fraternidad y de la esperanza"
En una mañana nublada en la sabana de Bogotá el jueves 11 de junio de 2020 tomó posesión canónica de su sede el nuevo arzobispo primado de Colombia, monseñor Luis José Rueda Aparicio. Con pocos participantes debido a la cuarentena por el Covid-19, los canónigos de la catedral saludaron al ingreso del templo al nuevo pastor que besó el crucifijo e hizo aspersión con agua bendita al pequeño grupo de ministros que le acompañaban. La memoria litúrgica de san Bernabé introdujo al pueblo reunido en la dimensión apostólica de la toma de posesión de la sede arzobispal con tradición cardenalicia en Colombia.
El nuevo arzobispo de 58 años de edad llega a la nueva sede luego de guiar al pueblo de Dios durante dos años en la arquidiócesis de Popayán una arquidiócesis de larga tradición histórica al suroccidente del país y con problemas graves de violencia por la presencia armada de grupos al margen de la ley que se enfrentan a las comunidades indígenas en un territorio alejado del poder estatal durante decenios. Ya había dirigido anteriormente durante seis años otra diócesis lejana y con problemas de pobreza y marginación, la diócesis de Montelíbano al norte del país.
El nuncio apostólico en Colombia Luis Mariano Montemayor, luego de la lectura de la bula pontificia, invitó al nuevo pastor a la sede arzobispal y le presentó brevemente los logros y retos de la realidad pastoral de Bogotá.
El cardenal Rubén Salazar Gómez, emérito de Bogotá también recibió al nuevo arzobispo diciéndole que como nuevo obispo es el elegido por Dios para guiar y servir a su pueblo.
Las primeras palabras del nuevo arzobispo introdujeron el himno del Gloria con una frase que recordó al papa Francisco al inicio de su ministerio petrino en la logia central de la basílica vaticana: “Somos pueblo de Dios, Iglesia de Cristo”. Detalle no menor, que lo coloca inmediatamente en sintonía con la eclesiología del Concilio Vaticano II.
El pasaje evangélico de Mateo 10, 7-13, de la memoria litúrgica de san Bernabé, que relata el envío de los apóstoles a la primera misión, resonó en la liturgia de la Palabra y enmarcó el evento en la sucesión apostólica y en la evangelización: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros."
En la homilía el nuevo arzobispo saludó a los cardenales Salazar Gómez y Rubiano Sáenz, a los obispos de la provincia eclesiástica, al nuncio apostólico, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas y a todo el pueblo de Dios que seguía la ceremonia litúrgica en la catedral y en la distancia a través de las redes sociales y el canal católico Cristovisión.
Desde su sede el nuevo arzobispo comentó que “la figura de Bernabé supera cualquier tentación de liderazgo individual y que ese es el camino de la iglesia sinodal. Espiritualidad de comunión misionera; maravilloso ejemplo de fraternidad y de confianza”.
Expresó que tantos Bernabés han pasado por nuestra vida, dando ejemplo de amar sin ninguna discriminación ni de raza, ni de género ni de condición social. Exhortó a que el amor de Dios se haga visible por nuestra fe y caridad en un momento tan difícil para la humanidad.
Invitó a ser misioneros al estilo de Bernabé quien al llegar a Antioquía vio la obra de Dios realizada por otros antes que él y se alegró. También en Bogotá otros han arado el terreno, han cultivado esa viña del Señor. Recordó una línea apostólica de 40 arzobispos sobresalientes por su caridad y santidad personal como la del siervo de Dios Ismael Perdomo, la pastoral social de Crisanto Luque y Pedro Rubiano Sáenz, la sabiduría de Luis Concha Córdoba en la aplicación del concilio Vaticano II, la organización sinodal de Mario Revollo Bravo, la sabiduría misionera y audacia del cardenal Rubén Salazar, entre otros.
Destacó recibir una Iglesia bien organizada en su plan de pastoral como red de evangelización encarnada en la realidad del pueblo, 297 parroquias, 554 presbíteros y 2 seminarios; el testimonio de santidad del sacerdote Rafael Almanza siervo de Dios; un grupo excelente de diáconos permanentes; diversidad de movimientos apostólicos y los programas sociales como el Banco arquidiocesano de alimentos. “Iglesia samaritana que desde el sínodo arquidiocesano estamos llamados a hacer Iglesia solidaria de todo lo que le acontece a la sociedad”, expresó.
Pidió la intercesión de Santa Isabel de Hungría patrona de la arquidiócesis, la bendición del Señor de Monserrate, y la Virgen de la Peña, patrona de las vocaciones sacerdotales.
Expresó “a todos mi entera disposición al servicio del Evangelio. Vengo a caminar, a orar, a evangelizar con ustedes y vengo a morir con ustedes cuando Dios me conceda esa gracia. No estoy sólo. Cuento con el señor nuncio, con los hermanos obispos auxiliares de Bogotá y los obispos de Facatativá, Girardot, Zipaquirá y las diócesis urbanas de Fontibón, Soacha, Engativá y el obispado castrense. Con todos los hombres y mujeres de buena voluntad para trabajar unidos por la reconciliación y la paz de Colombia. Juntos para evangelizar”.
Finalmente exhortó a seguir comunicando la verdadera alegría para consolar en estos tiempos de pandemia. Anunciar el Evangelio con el testimonio de vida, el anuncio explícito y la centralidad de la dimensión litúrgica que da equilibrio entre la acción y la oración. “Esperamos con ansia la reapertura de los templos. Con todos los protocolos, se acerca esa reapertura de manera responsable con las medidas de bioseguridad. Es urgente que puedan beneficiarse de los pulmones espirituales. No basta la creatividad celebrativa en las redes sociales, necesitamos celebrar en los templos. Entonces celebraremos cantando: “Señor has cambiado nuestro luto en danza nos quitaste el sayal y nos has vestido de fiesta” (Sal 30, 11).
“Algunos quisieran parroquias sin cruces, Iglesia angelical de hipócritas y arrogantes. En cambio la fe no nos saca del mundo. No predicamos una teología de la prosperidad sino una de la fraternidad y la esperanza. Volvamos a san Bernabé, en las dificultades; que incluso tuvo una discordia con san Pablo. Renovada espiritualidad misionera y sinodal en los niños, en los jóvenes, religiosos, sacerdotes. La misión es una pasión por Jesús y por su pueblo.
Evangelizar fue el concepto que más utilizó como servicio en el mundo. El nuevo pastor desea ser animador de la evangelización asumiendo toda la historia de la arquidiócesis guiada sabiamente en la historia por los distintos arzobispos. Palabras programáticas en las que hizo un paralelo con san Bernabé; invitando a superar cualquier afán de protagonismo dentro de la Misión sinodal.
Terminó encomendando su ministerio a la Madre de Dios y agradeciendo a los medios de comunicación por su ayuda para llevar el mensaje evangelizador en este tiempo de pandemia.
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