"Al principio fue la Vida,
la Celebración de la Resurrección y la Vida.
Entonces la vida era oración,
la vida era una Celebración continua,
Iglesia del comienzo.
Más tarde,
la Celebración se convirtió en liturgia
y la liturgia se hizo rito,
se desligó de la Vida,
se empequeñeció entre muros,
se replegó al desierto...
Pero la Vida irrumpió con fuerza.
Y la fuerza del Espíritu
derribó muros y barreras.
Y
la Celebración de la Vida
saltó a la calles, a las casas,
a las plazas de los pueblos.
Y nacieron
Canciones de Celebración
para ser
Celebrantes de la Resurrección y la Vida,celebrantes en la vida,
celebrantes de la vida.Iglesia que renace
a impulsos del Dios vivo."
Así escribía yo en 1971, a modo de Prólogo, para mi libro de canciones "Una ciudad para todos". Todavía caminábamos impulsados por la vigorosa vivencia que supuso para nosotros el Concilio Vaticano II.
Pero han pasado los años y
de nuevo la Liturgia-Celebración se ha ido convirtiendo en una liturgia meramente repetitiva, recortada y fría, sin el brillo caliente de lo nuevo,
muy alejada de la Vida y de la vida.¿Será necesario que de nuevo
el Espíritu de Dios irrumpa con toda su fuerza en esta nuestra Iglesia?.