“Venid a mi los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré…” de nuevo resuenan entre nosotros estas palabras del evangelio de Mateo que proclamábamos hace dos domingos. Y es que nuestro Dios no mira hacia otro lado ante las dificultades y sufrimientos que padece el ser humano. Dios tiene interés por su creación. En la primera lectura que en los últimos días hemos estado leyendo la historia de José, hijo de Jacob, cómo llegó a Egipto y cómo reunió de nuevo a los hijos de Israel en tierras egipcias. Posteriormente pasados los años cuando el pueblo hebreo era numeroso se despertó una persecución en su contra por los temores del faraón de una rebelión. Los hebreos pasaron a vivir sometidos en esclavitud.
Hoy asistimos al diálogo entre Dios y Moisés. El Señor toca su corazón y le envía a liberar a su pueblo. Un pueblo que sufre bajo el yugo de la esclavitud. Dios se sirve de Moisés para hacer llegar a su pueblo la caricia de su misericordia. Hará un pacto, una alianza, serán liberados de la esclavitud porque Dios mismo “ha observado atentamente cómo os tratan en Egipto y he decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros a una tierra que mana leche y miel”.
La liberación del pueblo de Israel de Egipto es imagen de la liberación de la esclavitud del pecado que el Señor sigue ofertándonos al hombre y la mujer de hoy.
Salgamos de todo aquello que nos esclaviza, que nos somete y dejémonos liberar por el Dios de la Vida.