¿Quieres ser feliz? Reconoce y Observa
Hoy celebramos la memoria de Santa Clara de Asís, la dulzura y la ternura de una joven que deja que el Señor acaricie su corazón y consagra su vida entera a cantar sus maravillas a alabar su grandeza.
Los santos son siempre modelos que la Iglesia pone ante nuestra mirada como estímulos en nuestro caminar personal hacia la santidad. Si ellos/as fueron capaces de amar así al Señor… ¿por qué nosotros no? ¡Claro que podemos! Empecemos desde hoy mismo a tomarnos en serio el camino hacia la santidad.
La santidad es dejarse llenar de Dios, el único santo, la fuente de toda santidad. En la primera lectura de hoy, extraída del libro del Deuteronomio el autor escribe precisamente:
"RECONOCE hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
OBSERVA los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre"
Dos verbos: Reconocer y observar. Reconocer la belleza de Dios, su grandeza. Dejarse admirar por la compasión y la ternura de quien nos creó por amor y por amor desea nuestra salvación. Para reconocer la belleza de Dios es necesario un corazón libre de apegos egoístas, de intereses mundanos que solo piensan en tratar de satisfacer los anhelos que todos llevamos en lo más íntimo… pero fracasan, son intentos estériles. Nada puede calmar la sed de plenitud que solo en Dios encuentra sentido.
Para poder observar las enseñanzas de Dios es fundamental haber dado antes el primer paso: vaciarnos de nosotros mismos, nuestras pasiones y tomar conciencia como rezábamos en el salmo “¿Qué dios es grande como nuestro Dios?”, ¿Qué puede llenar mi corazón con la paz y la plenitud con que lo hace el Señor? Nada. Todo lo demás tiene fecha de caducidad, es cuestión de tiempo de que pierda interés o fuerza. Pero si abandonas tu corazón a la belleza del Señor, “encontrarás tu vida, el sentido de tu existencia”. Porque “¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”
Hoy puede ser el primer día de tu Vida. Reconoce el poder del Señor sobre ti, que Él puede cambiar tu vida y calmar tus anhelos más profundos. Y observa sus palabras, trata de guiar tu vida desde la belleza de las enseñanzas del Evangelio: “Serás feliz, te irá bien”.
Los santos son siempre modelos que la Iglesia pone ante nuestra mirada como estímulos en nuestro caminar personal hacia la santidad. Si ellos/as fueron capaces de amar así al Señor… ¿por qué nosotros no? ¡Claro que podemos! Empecemos desde hoy mismo a tomarnos en serio el camino hacia la santidad.
La santidad es dejarse llenar de Dios, el único santo, la fuente de toda santidad. En la primera lectura de hoy, extraída del libro del Deuteronomio el autor escribe precisamente:
"RECONOCE hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
OBSERVA los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre"
Dos verbos: Reconocer y observar. Reconocer la belleza de Dios, su grandeza. Dejarse admirar por la compasión y la ternura de quien nos creó por amor y por amor desea nuestra salvación. Para reconocer la belleza de Dios es necesario un corazón libre de apegos egoístas, de intereses mundanos que solo piensan en tratar de satisfacer los anhelos que todos llevamos en lo más íntimo… pero fracasan, son intentos estériles. Nada puede calmar la sed de plenitud que solo en Dios encuentra sentido.
Para poder observar las enseñanzas de Dios es fundamental haber dado antes el primer paso: vaciarnos de nosotros mismos, nuestras pasiones y tomar conciencia como rezábamos en el salmo “¿Qué dios es grande como nuestro Dios?”, ¿Qué puede llenar mi corazón con la paz y la plenitud con que lo hace el Señor? Nada. Todo lo demás tiene fecha de caducidad, es cuestión de tiempo de que pierda interés o fuerza. Pero si abandonas tu corazón a la belleza del Señor, “encontrarás tu vida, el sentido de tu existencia”. Porque “¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”
Hoy puede ser el primer día de tu Vida. Reconoce el poder del Señor sobre ti, que Él puede cambiar tu vida y calmar tus anhelos más profundos. Y observa sus palabras, trata de guiar tu vida desde la belleza de las enseñanzas del Evangelio: “Serás feliz, te irá bien”.