gratuidad, generosidad y misericordia
El evangelio de hoy nos invita a vivir desde la gratuidad y la generosidad de quien no tiene más interés que amar. Acaba diciendo “dichoso tú porque no pueden pagarte”. Interesante observar a quien van dirigidas estas palabras de Jesús: “dijo Jesús a uno de los principales fariseos”. Resaltemos este detalle, es importante. La religiosidad del fariseo bien podría resumirse en la religiosidad del cumplimiento. Cumplo una serie de normas, leyes, reglas con el fin de ganarme un beneficio. Se reafirma por tanto una vivencia de la fe desde el cumplo y miento (cumplimiento).
La propuesta de Jesús plantea una dinámica radicalmente diferente a la religiosidad farisaica. No vale el cumplimiento. No sirve la mentalidad de cumplo para conseguir ciertos beneficios, incluso la salvación. Jesús plantea una revolución en el modo de vivir la relación con Dios y con los demás: desde la gratuidad y la generosidad de quien da sin esperar nada a cambio. Así es como Dios nos crea, nos ama y nos salva: gratuitamente, sin condiciones previas, simplemente por amor. ¿Recordamos aquellas palabras de la I carta de Juan 4? “En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados.” Dios nos ama primero. Su amor no está condicionado a nuestros méritos. Dios nos ama primero e infinitamente antes de que nosotros podamos aspirar a amarlo a Él.
Y esta convicción es la que intenta transmitir Pablo a la comunidad cristiana de Roma según hemos escuchado en la primera lectura: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios!”
Aprendamos a amar inspirados en la pedagogía del amor divino: gratuidad, generosidad y misericordia.
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La propuesta de Jesús plantea una dinámica radicalmente diferente a la religiosidad farisaica. No vale el cumplimiento. No sirve la mentalidad de cumplo para conseguir ciertos beneficios, incluso la salvación. Jesús plantea una revolución en el modo de vivir la relación con Dios y con los demás: desde la gratuidad y la generosidad de quien da sin esperar nada a cambio. Así es como Dios nos crea, nos ama y nos salva: gratuitamente, sin condiciones previas, simplemente por amor. ¿Recordamos aquellas palabras de la I carta de Juan 4? “En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados.” Dios nos ama primero. Su amor no está condicionado a nuestros méritos. Dios nos ama primero e infinitamente antes de que nosotros podamos aspirar a amarlo a Él.
Y esta convicción es la que intenta transmitir Pablo a la comunidad cristiana de Roma según hemos escuchado en la primera lectura: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios!”
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