ley sin misericordia = rigorismo. ¡CUIDADO!
Hoy os invito a que nos fijemos en dos aspectos que brotan de la Palabra de Dios anunciada y proclamada en la misa del día. Por un lado la institución de la Pascua judía como memoria de la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto y por otro lado la frase que recupera el Señor en el evangelio citando a Oseas 6,6: “Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.”
En realidad de lo que estamos hablando indirectamente es del peligro del legalismo en la vivencia de la fe. El peligro humano de atarnos a la letra de las normas y leyes, de las obligaciones y cumplimientos. Todo ello es necesario pero inútil si no va acompañado del espíritu de la letra, es decir, del por qué de tal norma o ley. En la vida de Jesús observaremos siempre un claro enfrentamiento con el colectivo que más custodiaba el cumplimiento de las leyes: los fariseos. Si observamos con detenimiento en los evangelios veremos el contraste de las palabras duras que dirige Jesús a quienes se creen justos y observantes con la extraordinaria ternura y compasión que regala a los pecadores y humildes. Y es que no podemos olvidar que toda la ley y los profetas nuestro Señor lo resume en una única ley: AMA a Dios con todo el alma y todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo. Ese debe ser siempre el espíritu de toda ley en la Iglesia: que seamos hogar para todos, caricia para el que sufre, bálsamo para el herido, abrazo para el caído,… compasión y misericordia no rigorismo y legalismo.
Así se comprende la normativa de la pascua judía: Todo habla de la gran misericordia que tuvo Dios con su pueblo al sacarlo de la esclavitud de Egipto. Y es esa acción misericordiosa la que debe alimentar todos los demás detalles. También hoy, en nuestros días, la misericordia debe ser la norma que riga y alimente todas las demás normas.
En realidad de lo que estamos hablando indirectamente es del peligro del legalismo en la vivencia de la fe. El peligro humano de atarnos a la letra de las normas y leyes, de las obligaciones y cumplimientos. Todo ello es necesario pero inútil si no va acompañado del espíritu de la letra, es decir, del por qué de tal norma o ley. En la vida de Jesús observaremos siempre un claro enfrentamiento con el colectivo que más custodiaba el cumplimiento de las leyes: los fariseos. Si observamos con detenimiento en los evangelios veremos el contraste de las palabras duras que dirige Jesús a quienes se creen justos y observantes con la extraordinaria ternura y compasión que regala a los pecadores y humildes. Y es que no podemos olvidar que toda la ley y los profetas nuestro Señor lo resume en una única ley: AMA a Dios con todo el alma y todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo. Ese debe ser siempre el espíritu de toda ley en la Iglesia: que seamos hogar para todos, caricia para el que sufre, bálsamo para el herido, abrazo para el caído,… compasión y misericordia no rigorismo y legalismo.
Así se comprende la normativa de la pascua judía: Todo habla de la gran misericordia que tuvo Dios con su pueblo al sacarlo de la esclavitud de Egipto. Y es esa acción misericordiosa la que debe alimentar todos los demás detalles. También hoy, en nuestros días, la misericordia debe ser la norma que riga y alimente todas las demás normas.