Periodismo, manipulación y bulos

“Nadie aplica la moral mientras sueña” (Platón)


Realidad es todo aquello que de mil maneras nos opone resistencia. La realidad tiene vida propia y puede expresarse de forma tangible o virtual.
La realidad no cambia por efecto de nuestros deseos, está ahí por oposición a ellos o por complemento circunstancial de ellos.

Tal como afirma Fernando Savater en un espléndido artículo titulado “Internet y realidad” (Ética de urgencia. Ed. Ariel), se ha hecho muy complicado diferenciar lo presente de lo virtual. La realidad virtual actúa a modo de espectáculo. Ello ha conducido a que adoptemos una actitud generalizada de anteponer las emociones a la racionalidad. Cuando la realidad no me gusta, me creo otra en la que puedo desenvolverme de forma virtual y amoral.

El mayor problema que nos plantea esa realidad virtual, internet, es la veracidad de la información que suministra. El uso de internet puede plantear una problemática moral y legal, puesto que otorga un adictivo poder de actuar con total impunidad. Y ello de múltiples formas, entre ellas suplantando identidades o abusando del anonimato para en general, injuriar o calumniar al oponente.

En lo que a medios de comunicación se refiere internet los ha sacudido. Nuestra participación en internet en medios de opinión y redes sociales nos ha convertido en poderosos artífices de la formación de la opinión pública, o lo que es más sencillo de entender, nos ha convertido a todos en periodistas.

Soy de la opinión de que la sobre-información puede conducir paradójicamente a un alejamiento o desconexión de la realidad, porque la sobre-información nos sitúa en una realidad virtual que es más emocional por fragmentaria que tangible por racional. No podemos confundir información y realidad. Una puede formar parte de la anécdota, la otra del contexto. No se puede confundir la parte por el todo. Para casar información y realidad es preciso tener formación o cultura.

Muchos de los comunicadores se mueven sólo para los suyos. Muchos lectores pero también periodistas, buscan solamente reforzar sus ideas.
Seleccionan y filtran la realidad para transmitir o escuchar lo que quieren. Malos periodistas y malos lectores suelen elegirse precisamente porque unos ofrecen el producto que el otro demanda. En esta relación, conectar con la realidad es secundario. Lo importante es que uno oiga lo que quiera escuchar, y el otro lo venda u ofrezca. Esta mediocre dinámica de relaciones de interés ha ocasionado serios problemas de veracidad en la información y, por consiguiente, de falta de credibilidad de los grandes medios de comunicación.

Los problemas de veracidad afectan a comunicadores profesionales (medios de comunicación) y no profesionales (redes sociales) pero no desvirtúan en absoluto la positiva influencia que las redes sociales están adoptando en la formación de la opinión pública, que antes se formaba de arriba hacia abajo (medios de comunicación) y ahora es a la inversa (de abajo hacia arriba). Se está produciendo una transición desde el Despotismo periodístico a la Democracia periodística. El público puede y debe actuar como corrector de la falta de veracidad de las noticias que suministren los medios de comunicación, y viceversa, los profesionales de la información pueden y deben contrastar la información suministrada por las redes sociales, en su caso para denunciar la manipulación informativa, en la otra, para denunciar el bulo informativo.

No es un disparate afirmar que una mayoría de personas desconfía ya de los medios de comunicación convencionales y masivos. Sin embargo, eso no significa que haya renunciado a ser informado. Pasa que obtienen esa información a través de las redes sociales que actúan a modo de gran cooperativa de suministro de información. La televisión y prensa escrita están siendo desplazadas cada vez más por las redes sociales (entre ellas los foros de opinión en los medios, Twitter, Facebook e incluso WhatsApp).

Contrastar una información en internet es relativamente sencillo. Pero no hay que olvidar que no hay información por muy accesible que sea, que
pueda suplantar la formación que debe tener cualquiera para detectar y discernir lo verdadero de lo falso. Una proporciona el dato y la noticia, la otra la cultura y el análisis. Cuando además se acompaña de la experiencia (es decir de realidad vivida), el comunicador se dota de autoridad de opinión. Aunque todos podamos y debamos opinar, no todas las opiniones valen lo mismo.

Falsear la realidad de forma más o menos simple e incluso infantil se da frecuentemente en la realidad de la comunicación (bulo informativo). Formar una realidad paralela, vestir a una mentira con un manto de verdad, no es que se de en la realidad es que forma parte escandalosa de ella (manipulación informativa). Esto es lo que se viene a llamar Pos-verdad, y se crea para manipular las emociones del público con el fin de satisfacer intereses particulares. Se crea Pos-verdad cuando se rechaza la realidad por interés particular o corporativo, cuando se pretende forzar la realidad a conveniencia del manipulador.

Pos-verdad es cuando se pretende vestir de realidad lo que simplemente es ilusión-manipulación. Lo llaman República de Catalunya, pero es región catalana. Lo llaman Igualdad, pero es igualitarismo. Lo llaman Ideología de género, pero es imposición de género. Lo llaman Democracia, pero es revolución al saltarse las leyes. Lo llaman Referéndum, pero es sufragio Selectivo y no universal. Lo llaman Gintonic, pero es garrafón.

Cuando uno escucha o ve tertulias (y yo cada vez menos y de forma selectiva), uno tiene la sensación de que una gran parte del periodismo español: 1) vive en otro planeta; 2) no se da cuenta de que su influencia es cada vez menor; 3) confunde análisis con opinión porque tienen una escasa formación y escaso interés en conectar con la realidad y; 4) se muestran serviles con el poder político por pura conveniencia particular. En resumen, muchos periodistas no son conscientes aún de que se les ha pasado el arroz y de que sus modos e información están muy desacreditados.
La tendencia es a considerar desacreditados por lo general a los medios de comunicación apoyados en eso que se llama Línea Editorial, que es esa opinión corporativa que busca no trasladar un fiel reflejo de la realidad y los hechos dentro de una coherencia en la opinión (por honestidad intelectual), sino transmitir una visión interesada de la realidad.

No me extraña que haya medios de comunicación que cuando se centran en transmitir la realidad porque hacen primar los hechos a la opinión, el público en general los reconozca y siga.

No es que el periodismo esté en crisis por descrédito, es que está transformándose en un cada vez mayor y mejor gestor de la información. Como gestor de opinión, otorga prioridad a la opinión de sus lectores, tolerando ampliamente como garantía de que ésta sea todo lo diversa y plural que la realidad también es.

Gracias a esta interacción, surge de forma sencilla y apabullante lo principal y fascinante, la REALIDAD, que no se fuerza, sino que se tiene en cuenta decisivamente para tomar decisiones acertadas o emitir opiniones solventes.

Vivir de espaldas a la realidad solo puede conducir al fracaso.
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