Revolución a la española
“La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de éstos -he ahí la razón verdadera del gran fracaso hispánico.” (José Ortega y Gasset).
Siempre pensé que el pulso a la Nación o una de sus expresiones, la realidad española, había que tomarlo en provincias. No se toma en Madrid porque falta la toma de perspectiva, y tampoco desde los medios de comunicación, que pueden distorsionarla.
No es tan difícil definir qué es la Nación. La primera Constitución que tuvimos, la de 1812 o Pepa, creo que tiene la mejor. La Constitución española de 1812 fue la más joven para uno de los Estados más antiguos. Es mentira que los españoles vayamos por detrás en occidente.
Para bien o para mal (así lo creía Ortega y Gasset) los españoles no sufrimos durante la Edad Media el vasallaje feudal del resto de los europeos. Aquí regían sobre todo los fueros. Matizo, en Cataluña sí estaba arraigado el sistema feudal, quizás ello explica algunas cosas que cuesta entender de lo que está pasando allí. Tengo que dar la razón a Ortega cuando decía que los pueblos regidos antaño por el feudalismo tenían un mayor aprecio a la disciplina y la jerarquía. Sin embargo, soy escéptico sobre las numerosas ventajas que se presuponen a estos pueblos.
España ha sido un fenómeno singular en la Historia de la humanidad. De ser un territorio accidentado y multi-tribal pasa a convertirse tras la romanización, en la provincia más romanizada del Imperio. La invasión visigoda suplantó afortunadamente la falta de autoridad romana, y unificó políticamente la Península ibérica. Hasta ahí como el resto de las provincias del Imperio, salvo que aquí la romanización había madurado más que en otras provincias occidentales como las Galias, Germania o Britania. Los germanos traen su Derecho y con ello sus relaciones de vasallaje. Ya no hay esclavos. Las sucesivas guerras, catástrofes y pestes hacen disminuir la población, y a todos o casi todos les toca tener que trabajar. Y resulta que en el año 711 se produce un fenómeno que rompe el iter histórico de España con el de Occidente, la invasión –porque lo fue- musulmana.
Estuvimos ochocientos años librando una contienda que configuró el carácter más exitoso en el mundo durante más de 200 años, el del español.
Clima riguroso, guerras continuas, terreno seco y pobre, constituyeron el carácter del primer Far West de la Historia. Antes que los americanos lo inventaran, ya lo crearon los españoles. Porque no había sólo que repoblar lo que antes fue cristiano, había que defenderlo sin socorro si era preciso del Rey, y eso sólo se conseguía con un tremendo esfuerzo y un gran estímulo: el Fuero y el único factor que es capaz de sacar a todo ser humano de su pobreza o miseria, el acceso a la propiedad.
Fue por una ansiada Libertad ajena al vasallaje, por la que los pueblos de España crearon sus Fueros. La Reconquista no la hicieron sólo los ejércitos, la hicieron ante todo los repobladores en tierra de nadie o de moros. Allí donde se establecían, se creaba un Fuero para dotarles de autonomía y libertad.
Inmediatamente a la conquista de Granada, esos mismos bravos españoles se lanzaron a hacer lo mismo en América. Fueron episodios de conquista y por tanto de violencia. A las pocas décadas de llegar a América, los españoles fundan las primeras universidades, construyen ciudades y evangelizan afortunadamente a los indios. Digo afortunadamente porque de no haber sido así, los españoles hubieran hecho como los anglosajones un poco más arriba, exterminarlos por completo.
El Imperio español fue el primer ejemplo de globalización a escala planetaria. Y ha perdurado en su expresión cultural, la Hispanidad, de la misma manera que el Imperio romano. Roma romanizó y España hispanizó.
Es por ello, que con acierto dijera el artículo 1º de la Pepa que:
"La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios."
No hay nacionalismo en la Hispanidad, pues como construcción que diseñaron los teólogos escolásticos, es intrínsecamente inclusiva. Y sigue por ello inacabada.
Ningún imperio en la Historia, salvo el romano, ha sido tan inclusivo como el español.
Pues bien, llevamos más de otros doscientos años de absoluta decadencia y descomposición.
Hoy, tras más de doscientos años de su promulgación, cuando la situación del Estado es calamitosa porque está amenazado gravemente por el separatismo y la descomposición autonómica y económica, y el de la Nación trágico, porque se sume en el enfrentamiento interno y el resurgir del odio guerra civilista, la Pepa nos canta este año el Gordo.
El proyecto original de la Nación española desconocía el nacionalismo y el colonialismo. Hablaba de todos los españoles, los de aquí y los de ultramar. Todos. Ningún nacionalismo es incluyente sino excluyente.
Hoy la Nación española sigue suponiendo la reunión de todos los españoles, los viejos, y los que llevan años viviendo entre nosotros ya con su DNI.
La Nación española es libre e independiente, no hay nada por encima de ella. Ni monarquía, ni gobiernos, ni partidos políticos, ni organismos internacionales ni empresas multinacionales, Es patrimonio de todos los españoles, y su territorio nos pertenece a todos alícuotamente. La segregación pacífica sólo admite una vía, que quien quiera separarse pague por el territorio que quiera ocupar la parte alícuota que pertenece al resto de los españoles, y siempre que estos quieran vendérsela.
La Nación española no sólo aprueba sus leyes fundamentales. A falta de un pensamiento único, hace neutral el espacio común, y plural su mensaje, pues muchas y variadas son las ideologías de los españoles.
La Nación española suspira por conservar y proteger mediante leyes que sean justas y se apliquen de verdad, sus libertades, sus propiedades, y los demás derechos legítimos de los españoles, no de sus regiones. La persona y su dignidad precede al Estado, a la Región y a toda ideología o creencia.
España es una realidad. Su Nación le da esa consistencia.
El pensamiento posmoderno ha relativizado o desacreditado todo tipo de mitos, y el de la Patria y la Nación es uno de ellos, y sigue vivo. El golpe de Estado de Cataluña ha puesto a prueba la consistencia de nuestro Estado y de la Nación. Los países más prósperos se construyen desde la simbiosis Estado-Nación y la estabilidad política. En España la estabilidad política en los últimos doscientos años la ha propiciado sobretodo y casi con la excepción de Alfonso XIII, la Monarquía Parlamentaria.
El Golpe de Estado en Cataluña ha puesto de manifiesto qué instituciones del Estado han defendido la legalidad constitucional con mayor eficacia: la Monarquía, el Poder Judicial y la Nación española que todavía vergonzosamente no ha sido convocada a las urnas tras tan grave convulsión política.
Si hemos de estar separados, regidos por una República, o disueltos, estémoslo siempre que lo votemos entre todos. Pero si no es eso lo que quieren mayoritariamente los españoles, entonces, que vayan remojando las barbas todos esos que nos han hecho perder tanto tiempo valioso hasta hundirnos en una crisis de la que no salimos por razones eminentemente políticas.
Que todos sepamos capaces como De Gaulle en medio de un ambiente revolucionario como el de 1968, diferenciar entre el Patriotismo y el Nacionalismo: “Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás pueblos es lo primero”.
Los españoles reaccionamos tarde y cuando ya no nos queda otra. La crisis de las Pensiones será ese detonante.