Simpatizo con Hazte Oír y no soy LGBTófobo

Tolerancia es esa sensación molesta de que al final el otro pudiera tener razón (Anónimo)


Soy simpatizante de Hazte Oír y ello no me convierte ni en ultraconservador, ni en seguidor de El Yunque (adscripción que ha hecho el periódico El Mundo para miembros de la organización) y no tengo fobia a los homosexuales, bisexuales ni transexuales.

Acostumbrado como estoy a analizar la realidad de la sociedad española tengo claro que ésta tiene una grave asignatura pendiente, la de la TOLERANCIA. La sociedad española no puede conformarse con el ir tirando y sorteando el difícil día a día. El pueblo español a fuerza de ser realista tiene que ser también sensato y lúcido.

Conozco homosexuales. Y entiendo que la condición sexual caracteriza junto con otras cosas la personalidad, pero no la define por sí sola. Que así pase acaba en una neurosis brutal, y afortunadamente conozco homosexuales que asumen con la misma naturalidad su condición sexual, como su relación familiar, su profesión, su relación o no de pareja, y su relación con Dios. En muchos de ellos el libre desarrollo de su personalidad se produce con tanta armonía como el mío, que soy heterosexual. Disfruto y gozo de la amistad con ellos, amistad que no distingue condiciones.

Conozco un caso de hermafrotidismo. La naturaleza tiene a veces estas expresiones, personas que biológicamente nacen con genitales masculinos y femeninos. Me resulta fácil comprender la angustia que en su interior pueden vivir estas personas. Y comprendo perfectamente que estas personas elijan la identidad sexual con la que se definen psicológicamente en su mayoría de edad y madurando su decisión sin forzamientos de nadie.

No conozco transexuales por simple opción, más allá de haberlos visto en televisión o ejerciendo la prostitución. Su realidad debe no ser nada fácil. Me inspiran compasión en general todas las personas que ejercen la prostitución y respeto las personas transexuales.

Lo que no comprendo ni comparto es el adoctrinamiento que cursimente se llama de género. Lo que detesto es que este adoctrinamiento se haga desde fuera de la familia y de la esfera privada. Es toda una agresión al elemental derecho de desarrollar libremente la personalidad, de forma íntima e integral.


Yo ya no me extraño de nada, me sorprende la diversidad que impregna la realidad, me siguen sorprendiendo las personas y la forma diversa que Dios tiene de actuar en ellas. Pero me extraña que una sociedad que presume de tolerante no lo sea realmente. Me sorprende que una sociedad que se considera a sí misma avanzada tenga tanta facilidad para aceptar una opinión y para rechazar de forma rabiosa la contraria.

Bajo este imperio de las emociones nos cuesta salir de nosotros y ponernos en el lugar de los demás. Y lo confundimos todo, tan preocupados como estamos de ir tirando sin reflexionar o de imponer nuestra opinión.

La campaña de Hazter Oír es desafortunada pero oportuna, y el espectáculo de una Drag Queen vestida de la Virgen o de Cristo Crucificado, desafortunado e inoportuno. Aquélla no era gratuita, pues replicaba otra campaña en sentido inverso que se hizo públicamente y merecía réplica, para velar por nuestra democrática pluralidad. El espectáculo de esta Drag Queen fue gratuito, ofensivo, y lo peor de todo, estuvo finalmente premiado. A las ofensas no hay que reirles la gracia vengan de donde vengan.

Pero bien, toleremos que alguien se pueda vestir de Cristo o la Virgen con fines de provocación y/o burla, pero toleremos también que se discrepe con ello y se exprese que los católicos nos sintamos ofendidos. En una sociedad tan plural como la nuestra ni se puede comulgar con ruedas de molino ni ser más papista que el Papa. Hemos de aceptar con naturalidad y no con rabia la discrepancia.

Si tuviéramos claro que las FAMILIAS EDUCAN (también sexualmente), las ESCUELAS FORMAN, las ADMINISTRACIONES GESTIONAN, y la SOCIEDAD TOLERA sin más límites que los que impone el Código Penal, podríamos evitar las tensiones que surgen por la natural expresión de opiniones distintas.

No se respetan las funciones que de forma natural han de ejercer las instituciones sociales. Todo se confunde y se invade.

Existe una perversión intolerable. No se distingue entre minoría y mayoría de edad por esa manía esquizofrénica de tratar a los niños como adultos y a éstos como niños. La protección de la infancia a nivel mediático brilla por su ausencia.
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Para colmo, unos pueden imponer su pensamiento sin que los distintos tengan ni derecho a expresar el suyo.

Para mí las cosas no son ni blancas ni negras, están llenas de matices, pero tengo muy claro que sin certezas ni una personalidad ni una sociedad pueden crecer libre y responsablemente.


La infancia está protegida legalmente y el adoctrinamiento exterior venga de donde venga no puede pretender suplantar la función educadora de los padres.

Los padres cuando sus hijos son mayores de edad deben respetar que sus hijos desarrollen libremente su personalidad, la cual también engloba su condición sexual. Ésta, por sí sola, ni define ni condiciona la más trascendente dignidad de todo ser humano.

En conclusión, la tolerancia debe mostrarse por ambas partes y la educación sexual de los niños pertenece solamente a los padres.
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