El voto de los católicos
“En estos años últimos, los católicos nos hemos visto engañados por unos y amenazados por otros, y siempre ninguneados por todos, carentes del más mínimo gesto de atención o de cariño, como el que reciben otras minorías (más minoritarias) por razones de género, inclinación sexual, confesión religiosa o sencillamente por presuntos derechos históricos". Francisco Vázquez, ex alcalde del PSOE de La Coruña y ex embajador ante la Santa Sede, en su artículo publicado en ABC el pasado domingo.
No se puede empezar mejor un artículo que con el acertado diagnóstico de este católico que públicamente nunca ocultó su Fe, y que ha sido un destacado y convincente político.
Estas elecciones son anómalas porque entran a disputarse el voto de cada español, dos nuevas formaciones que han dejado (probablemente el domingo se confirmará) tocado pero no hundido al bipartidismo.
El PP sustentará su voto en esa parte significativa de la población (que envejece rápidamente) que o es pensionista o está próxima a ello, y que tienen tantos ahorros como miedo a que se los toque la izquierda.
El PSOE sustentará su voto con una parte menos significativa y más empobrecida de pensionistas y un elemento de la población cada vez menor, que mantiene relaciones de vínculo y de toda clase con este partido.
El bipartidismo esencialmente se nutre de las generaciones que vivieron de lleno el franquismo.
Los más jóvenes han roto con el bipartidismo. Estas jóvenes generaciones, nacidas o educadas de lleno en la etapa democrática, nutrirán sustancialmente la ruptura del bipartidismo apoyando a los partidos llamados emergentes, PODEMOS y CIUDADANOS.
Los católicos ya no constituimos una mayoría confesional, sino la minoría de carácter confesional más significativa de España, lo cual altera la posición de fuerza de la Iglesia frente al Estado.
En unos 5-10 años, tras el relevo generacional se producirá la ruptura intra-generacional que se fragua paulatinamente en las generaciones que no vivimos el franquismo. Unos, firmes partidarios del estatalismo y de la cultura del subsidio, tendrán enfrente a otros, firmes partidarios de la autonomía de la sociedad civil y de la cultura del esfuerzo.
Al actual sistema le quedan aún unos años de vida, pero España se está transformando por primera vez desde abajo impulsada por unas generaciones posfranquistas inconformistas, críticas y reformadoras. De asentar la democracia la población española está pasando a reformarla, y a diferencia de las generaciones precedentes, se cuestiona toda autoridad que legitime el proyecto constituyente, si es que lo hubo realmente, tras la muerte de Franco.
Es la sociedad española la que ha cambiado, y no sus gobernantes, históricamente nefastos en la mayor parte de los casos. La sociedad española ha cortado progresivamente los vínculos con la autoridad, y es más autónoma, aunque quizás está excesivamente influida por los medios de comunicación. En suma, la sociedad española ha madurado democráticamente y la crisis ha contribuido decisivamente a ello.
Sin embargo, como aspecto negativo, creo que sociedad española no ha normalizado la pluralidad ideológica. En la medida en que los medios de comunicación instituyan la confrontación como actitud ante los grandes problemas que nos enfrentamos los españoles (crisis de natalidad y desempleo que es crisis del sistema de pensiones, seguridad y cohesión territorial), no saldremos de ellos y los jóvenes reproduciremos los errores de nuestros padres.
Para asimilar la pluralidad ideológica los españoles debemos culminar el proceso de reconciliación que inició la sociedad española tras la guerra civil, y que de forma imperfecta y desigual impulsaron sus dirigentes políticos.
Los católicos hoy, constituimos la minoría más significativa de la sociedad española, y la minoría más afectada por la falta de asimilación de la pluralidad social por parte de una parte considerable de nuestros compatriotas. Los gestos de intolerancia religiosa y cívica hacia los católicos son numerosos y evidentes.
Si hemos llegado a esta situación es porque hemos delegado nuestra representación y defensa en responsables políticos que nos han vendido. Mala estrategia escogió el cardenal Rouco, pensando que el catolicismo resurgiría en la sociedad española desde arriba, y no desde dentro y desde abajo que es la metamorfosis evangélica, la única legítima.
Ambos (PP y jerarquía) despreciaron la posibilidad de la comunidad católica española de convertirse en sujeto político autónomo.
Sólo así, convirtiéndonos en un cuerpo político (como en USA), los intereses de los católicos pueden defenderse con eficacia, puesto que los católicos españoles ya constituimos y constituiremos rápidamente, una minoría sociológica en un contexto que ya es y será aún más netamente laico e ignorante del fenómeno religioso.
Muchos católicos hemos observado que ya son muchos menos los Belenes expuestos en público (centros comerciales por ejemplo e instituciones públicas). Que las tradiciones religiosas se preservan con menos dificultades pero en idéntica crisis en los núcleos rurales, y que están desapareciendo en los grandes núcleos urbanos.
Cuando la expresión pública de la Fe se haya ajustado en números a los minoritarios católicos conscientes de ello en España, ¿qué sentido tendrá dar preeminencia (no privilegios) a la Iglesia Católica en España, en las relaciones con el Estado y en su estatus jurídico?.
Si alguien cree que la petición de denunciar los Acuerdos con la Santa Sede responde simplemente a razones ideológicas sustentadas por grupos de limitada representatividad social, se equivoca y no detecta la realidad.
De la misma manera que he hecho una descripción del distinto comportamiento inter-generacional en política, en religión el panorama es más que desesperanzador.
Sólo un reducido número de miembros de las generaciones nacidas o educadas de lleno en la democracia, será consciente de su identidad católica y estará dispuesta a defenderla, y ello no es malo. Menos y seguramente mejores cristianos, somos suficiente sal para el gran puchero social. Pero ello se hará a costa, casi seguro, de que nuestra institución, nuestra Madre la Iglesia, pierda completamente cualquier tipo de relevancia pública e institucional, como ya se está viendo.
Ante las elecciones del próximo domingo, la Conferencia Episcopal española no se ha manifestado públicamente por ahora, y esperamos que lo haga, en beneficio exclusivo de sus fieles, que es su razón legitimadora.
Omitir cualquier pronunciamiento en beneficio de únicamente la exquisita neutralidad que la Iglesia jerárquica quiera mantener con el incierto gobierno que pueda resultar de las elecciones, y que pudiera ser hostil a ella, sería un error seguro a medio o largo plazo, además de una dejación pastoral sin precedentes hacia los católicos españoles, y quizás también incluso, un desprecio hacia ellos.
Una Iglesia preocupada tan sólo por ella misma y no por sus hijos, históricamente siempre ha constituido un error.
Los católicos españoles debemos organizarnos como sujeto político (no estoy hablando de formar un partido confesional, sino de tener un partido formado por verdaderos católicos y sin que su mensaje sea exclusivamente para católicos). Quizás ya lo tenemos, eso sí, en estado de maduración, porque los postulados liberales de VOX, pueden pero deben aceptarse con reservas, que no nos inventamos sino que están en la Doctrina Social de la Iglesia. Y sólo digo que quizás ya lo tengamos. VOX es una opción si empleamos el descarte (el no voto al PP ni al PSOE), pero el voto es libre y en conciencia para cada uno, y así debe ser, y hay otros partidos formados destacadamente por católicos. Ojalá contemos pronto con una coalición de ellos (de izquierda y derecha todos confluyen en la Doctrina Social de la Iglesia, que debe primar y que no está dirigida sólo a los católicos).
Los católicos españoles debemos entrar en la edad adulta. No esperemos que ningún partido de los convencionales, ni tan siquiera nuestra jerarquía, defienda pública y eficazmente los derechos y libertades que soberanamente nos pertenecen, no como la mayoría confesional que hemos dejado de representar, sino como la minoría confesional más significativa, que es la que se ajusta a la realidad social española.
Termino con las insuperables palabras de mi mentor en este artículo, Paco Vázquez. Ante las elecciones del próximo domingo:
Hoy los católicos de España ni debemos guardar silencio ni mucho menos experimentar un temor vergonzante. ¡Cuánto damos, sin decir ni pedir! Quienes tienen a gala para nada relacionarse con la Iglesia, en justa reciprocidad reciban en las urnas su mismo trato por parte de los católicos.
Despertemos y descartemos. Somos la minoría social más significativa y, debemos ser, la minoría sociológica mayor y mejor organizada de España.
No se puede empezar mejor un artículo que con el acertado diagnóstico de este católico que públicamente nunca ocultó su Fe, y que ha sido un destacado y convincente político.
Estas elecciones son anómalas porque entran a disputarse el voto de cada español, dos nuevas formaciones que han dejado (probablemente el domingo se confirmará) tocado pero no hundido al bipartidismo.
El PP sustentará su voto en esa parte significativa de la población (que envejece rápidamente) que o es pensionista o está próxima a ello, y que tienen tantos ahorros como miedo a que se los toque la izquierda.
El PSOE sustentará su voto con una parte menos significativa y más empobrecida de pensionistas y un elemento de la población cada vez menor, que mantiene relaciones de vínculo y de toda clase con este partido.
El bipartidismo esencialmente se nutre de las generaciones que vivieron de lleno el franquismo.
Los más jóvenes han roto con el bipartidismo. Estas jóvenes generaciones, nacidas o educadas de lleno en la etapa democrática, nutrirán sustancialmente la ruptura del bipartidismo apoyando a los partidos llamados emergentes, PODEMOS y CIUDADANOS.
Los católicos ya no constituimos una mayoría confesional, sino la minoría de carácter confesional más significativa de España, lo cual altera la posición de fuerza de la Iglesia frente al Estado.
En unos 5-10 años, tras el relevo generacional se producirá la ruptura intra-generacional que se fragua paulatinamente en las generaciones que no vivimos el franquismo. Unos, firmes partidarios del estatalismo y de la cultura del subsidio, tendrán enfrente a otros, firmes partidarios de la autonomía de la sociedad civil y de la cultura del esfuerzo.
Al actual sistema le quedan aún unos años de vida, pero España se está transformando por primera vez desde abajo impulsada por unas generaciones posfranquistas inconformistas, críticas y reformadoras. De asentar la democracia la población española está pasando a reformarla, y a diferencia de las generaciones precedentes, se cuestiona toda autoridad que legitime el proyecto constituyente, si es que lo hubo realmente, tras la muerte de Franco.
Es la sociedad española la que ha cambiado, y no sus gobernantes, históricamente nefastos en la mayor parte de los casos. La sociedad española ha cortado progresivamente los vínculos con la autoridad, y es más autónoma, aunque quizás está excesivamente influida por los medios de comunicación. En suma, la sociedad española ha madurado democráticamente y la crisis ha contribuido decisivamente a ello.
Sin embargo, como aspecto negativo, creo que sociedad española no ha normalizado la pluralidad ideológica. En la medida en que los medios de comunicación instituyan la confrontación como actitud ante los grandes problemas que nos enfrentamos los españoles (crisis de natalidad y desempleo que es crisis del sistema de pensiones, seguridad y cohesión territorial), no saldremos de ellos y los jóvenes reproduciremos los errores de nuestros padres.
Para asimilar la pluralidad ideológica los españoles debemos culminar el proceso de reconciliación que inició la sociedad española tras la guerra civil, y que de forma imperfecta y desigual impulsaron sus dirigentes políticos.
Los católicos hoy, constituimos la minoría más significativa de la sociedad española, y la minoría más afectada por la falta de asimilación de la pluralidad social por parte de una parte considerable de nuestros compatriotas. Los gestos de intolerancia religiosa y cívica hacia los católicos son numerosos y evidentes.
Si hemos llegado a esta situación es porque hemos delegado nuestra representación y defensa en responsables políticos que nos han vendido. Mala estrategia escogió el cardenal Rouco, pensando que el catolicismo resurgiría en la sociedad española desde arriba, y no desde dentro y desde abajo que es la metamorfosis evangélica, la única legítima.
Ambos (PP y jerarquía) despreciaron la posibilidad de la comunidad católica española de convertirse en sujeto político autónomo.
Sólo así, convirtiéndonos en un cuerpo político (como en USA), los intereses de los católicos pueden defenderse con eficacia, puesto que los católicos españoles ya constituimos y constituiremos rápidamente, una minoría sociológica en un contexto que ya es y será aún más netamente laico e ignorante del fenómeno religioso.
Muchos católicos hemos observado que ya son muchos menos los Belenes expuestos en público (centros comerciales por ejemplo e instituciones públicas). Que las tradiciones religiosas se preservan con menos dificultades pero en idéntica crisis en los núcleos rurales, y que están desapareciendo en los grandes núcleos urbanos.
Cuando la expresión pública de la Fe se haya ajustado en números a los minoritarios católicos conscientes de ello en España, ¿qué sentido tendrá dar preeminencia (no privilegios) a la Iglesia Católica en España, en las relaciones con el Estado y en su estatus jurídico?.
Si alguien cree que la petición de denunciar los Acuerdos con la Santa Sede responde simplemente a razones ideológicas sustentadas por grupos de limitada representatividad social, se equivoca y no detecta la realidad.
De la misma manera que he hecho una descripción del distinto comportamiento inter-generacional en política, en religión el panorama es más que desesperanzador.
Sólo un reducido número de miembros de las generaciones nacidas o educadas de lleno en la democracia, será consciente de su identidad católica y estará dispuesta a defenderla, y ello no es malo. Menos y seguramente mejores cristianos, somos suficiente sal para el gran puchero social. Pero ello se hará a costa, casi seguro, de que nuestra institución, nuestra Madre la Iglesia, pierda completamente cualquier tipo de relevancia pública e institucional, como ya se está viendo.
Ante las elecciones del próximo domingo, la Conferencia Episcopal española no se ha manifestado públicamente por ahora, y esperamos que lo haga, en beneficio exclusivo de sus fieles, que es su razón legitimadora.
Omitir cualquier pronunciamiento en beneficio de únicamente la exquisita neutralidad que la Iglesia jerárquica quiera mantener con el incierto gobierno que pueda resultar de las elecciones, y que pudiera ser hostil a ella, sería un error seguro a medio o largo plazo, además de una dejación pastoral sin precedentes hacia los católicos españoles, y quizás también incluso, un desprecio hacia ellos.
Una Iglesia preocupada tan sólo por ella misma y no por sus hijos, históricamente siempre ha constituido un error.
Los católicos españoles debemos organizarnos como sujeto político (no estoy hablando de formar un partido confesional, sino de tener un partido formado por verdaderos católicos y sin que su mensaje sea exclusivamente para católicos). Quizás ya lo tenemos, eso sí, en estado de maduración, porque los postulados liberales de VOX, pueden pero deben aceptarse con reservas, que no nos inventamos sino que están en la Doctrina Social de la Iglesia. Y sólo digo que quizás ya lo tengamos. VOX es una opción si empleamos el descarte (el no voto al PP ni al PSOE), pero el voto es libre y en conciencia para cada uno, y así debe ser, y hay otros partidos formados destacadamente por católicos. Ojalá contemos pronto con una coalición de ellos (de izquierda y derecha todos confluyen en la Doctrina Social de la Iglesia, que debe primar y que no está dirigida sólo a los católicos).
Los católicos españoles debemos entrar en la edad adulta. No esperemos que ningún partido de los convencionales, ni tan siquiera nuestra jerarquía, defienda pública y eficazmente los derechos y libertades que soberanamente nos pertenecen, no como la mayoría confesional que hemos dejado de representar, sino como la minoría confesional más significativa, que es la que se ajusta a la realidad social española.
Termino con las insuperables palabras de mi mentor en este artículo, Paco Vázquez. Ante las elecciones del próximo domingo:
Hoy los católicos de España ni debemos guardar silencio ni mucho menos experimentar un temor vergonzante. ¡Cuánto damos, sin decir ni pedir! Quienes tienen a gala para nada relacionarse con la Iglesia, en justa reciprocidad reciban en las urnas su mismo trato por parte de los católicos.
Despertemos y descartemos. Somos la minoría social más significativa y, debemos ser, la minoría sociológica mayor y mejor organizada de España.