Yo no voy a negar aquí que la celebración de la vigilia pascual es larga y además tiene lugar a una hora intempestiva que favorece poco una asistencia masiva de fieles. Pero estoy plenamente convencido de que si los responsables de la pastoral prepararan adecuadamente a los fieles durante la cuaresma; si dedicaran más tiempo a la preparación de la celebración, en conexión con el equipo de seglares que colabora en la pastoral litúrgica de nuestras iglesias y parroquias, programando los cantos, estableciendo debidamente los momentos de silencio, preparando con interés las moniciones y la homilía, adornando la iglesia y el presbiterio, y estudiando previamente el ritmo que se quiere imprimir al conjunto de la celebración resultará menos tediosa y de mayor «gancho» para los fieles.
Ciertamente, la celebración de la vigilia pascual representa para los pastores un auténtico reto. Un reto que debemos asumir con optimismo y decisión. Las dificultades pastorales son muchas y graves. Algunas las acabamos de analizar. Pero hay muchas más. A pesar de todo, debemos estar convencidos de que, si afrontamos el problema con interés, captando el espíritu de la reforma, atendiendo con esmero la preparación de los fieles y dando un mayor impulso a una sana y razonable creatividad, lograremos ganar la batalla.