EL TESTIMONIO DE UN MISIONERO
EL TESTIMONIO DE UN MISIONERO
Miremos el testimonio intenso y grande de tantos misioneros-as repartidos por todo el mundo que nos llaman a una entrega entusiasta que nos saque de nuestro egoísmo y nos lance a caminos más auténticos en claves de justicia, solidaridad, perdón, amor y alegría.
He recordado la maravillosa experiencia de un misionero que conocí : “Cuando tenía 15 años me separé de la Iglesia y andaba distraído. Mi madre, que era una mujer de fe profunda y gran observadora, callaba ante mi abandono repentino de la práctica cristiana. Yo andaba ocupado en otros menesteres y un día, buscando el momento y el lugar adecuado, me preguntó: “¿Hijo, amas a Dios? Aquella pregunta me dejó perplejo y no sabía qué contestar. Intenté darle respuestas evasivas y sin querer interiorizar mucho en mí. Quise expresarle que la práctica religiosa me decía bien poco. Ella repuso: “No te hablo de la práctica religiosa. Te pregunto si amas a Dios. Te recuerdo que si tú lo abandonas, El jamás lo hará y que Dios te ama por encima de todo. No lo olvides”. Mi madre se marchó y aquella pregunta no me dejaba tranquilo en ningún momento durante años.
Al cabo de los varios años en un momento de profundización me pregunté algo realmente increíble: Si Dios me ama, ¿qué podré hacer yo para corresponderle que le agradara de verdad? Y pensé que lo que realmente agradaba a Dios era entregar mi vida al servicio de los demás y hacerlo desde Él. Y a los 19 años ingresé en el Seminario".
www.marinaveracruz.net
Miremos el testimonio intenso y grande de tantos misioneros-as repartidos por todo el mundo que nos llaman a una entrega entusiasta que nos saque de nuestro egoísmo y nos lance a caminos más auténticos en claves de justicia, solidaridad, perdón, amor y alegría.
He recordado la maravillosa experiencia de un misionero que conocí : “Cuando tenía 15 años me separé de la Iglesia y andaba distraído. Mi madre, que era una mujer de fe profunda y gran observadora, callaba ante mi abandono repentino de la práctica cristiana. Yo andaba ocupado en otros menesteres y un día, buscando el momento y el lugar adecuado, me preguntó: “¿Hijo, amas a Dios? Aquella pregunta me dejó perplejo y no sabía qué contestar. Intenté darle respuestas evasivas y sin querer interiorizar mucho en mí. Quise expresarle que la práctica religiosa me decía bien poco. Ella repuso: “No te hablo de la práctica religiosa. Te pregunto si amas a Dios. Te recuerdo que si tú lo abandonas, El jamás lo hará y que Dios te ama por encima de todo. No lo olvides”. Mi madre se marchó y aquella pregunta no me dejaba tranquilo en ningún momento durante años.
Al cabo de los varios años en un momento de profundización me pregunté algo realmente increíble: Si Dios me ama, ¿qué podré hacer yo para corresponderle que le agradara de verdad? Y pensé que lo que realmente agradaba a Dios era entregar mi vida al servicio de los demás y hacerlo desde Él. Y a los 19 años ingresé en el Seminario".
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