La CEE lamenta que la eutanasia nos lleva a un "humanismo sin límite ético" Los obispos admiten las incineraciones, pero recomiendan "insistentemente" que los difuntos "sean sepultados en los cementerios"
Para el obispo de Tortosa, “la aprobación de la ley de eutanasia pone en cuestión el valor de la vida humana”, y se vincula con “una secularización en el modo de entender la muerte”
Los obispos admiten la cremación, aunque recomiendan “insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”
Leonardo Lemos: "Las exequias no son homenajes al fallecido, no son lugar para un panegírico"
Instrucción pastoral “Un Dios de vivos”
Leonardo Lemos: "Las exequias no son homenajes al fallecido, no son lugar para un panegírico"
Instrucción pastoral “Un Dios de vivos”
Cuando los obispos plantearon, en noviembre de 2019, una instrucción pastoral sobre la celebración de las exequias “no sabíamos que la muerte iba a tener este protagonismo, y que el duelo se iba a ver sometido a tantas dificultades y desafíos”. El portavoz de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, marcó el tono de la presentación de la Instrucción pastoral “Un Dios de vivos”, en la que los obispos plantean cómo celebrar las exequias y, especialmente, las trabas a las incineraciones.
Pero, como no podía ser de otra manera, la pandemia y la ley de eutanasia se colaron de rondón en las presentaciones. “No conocíamos ni la pandemia ni la tramitación de la ley de eutanasia”, subrayó el obispo auxiliar de Valladolid, quien animó a “vencer a la Muerte”.
Quien sí entró, de lleno, en la polémica, fue el presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe, Enrique Benavent, quien denunció que vivimos “en una cultura en la que no se valora la vida humana, caracterizada por un humanismo que convierte los deseos en derechos, sin límite ético”.
Secularización de la muerte
Para el obispo de Tortosa, “la aprobación de la ley de eutanasia pone en cuestión el valor de la vida humana”, y se vincula con “una secularización en el modo de entender la muerte”.
“Se han introducido prácticas que son ajenas a la tradición cristiana: la incineración u otras prácticas, que no formaban parte de la tradición cristiana”, lamentó el obispo. De hecho, en la instrucción, los obispos admiten la cremación, aunque recomiendan “insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
"Muchas veces, social y culturalmente, se olvida la cuestión de Dios", lamentó Benavente, quien criticó las "maneras insólitas" de conservar las cenizas de los difuntos, que "son difíciles de conciliar con el respeto cristiano al cuerpo del difunto".
"También dentro de la Iglesia ha cambiado el ambiente", denunció el prelado, quien advirtió de una "desconexión entre la fe en Dios y la esperanza en la vida eterna". "Muchos no se preparan para la muerte. Muchos desean una muerte instantánea, sin dolor. Hoy encontramos una forma de predicar, en la que se anula la posibilidad de la condenación, e incluso se afirma que nuestros hermanos difuntos ya han resucitado".
No homenajear al fallecido
Frente a ello, se ofrece esta instrucción que, según Leonardo Lemos, presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia y obispo de Ourense, recuerda que "las exequias no son homenajes al fallecido, no son lugar para un panegírico", y plantea las dudas sobre las cremaciones y el destino de las cenizas. "No se deben echar a la tierra o al río, ni convertirlas en piezas de joyería u otros artículos, para evitar malentendidos. Para nosotros, los columbarios se equiparan a los cementerios. No deben estar dentro del templo".
Según la nota de prensa de la CEE (no tuvimos acceso al texto completo antes del fin de la presentación), en la instrucción pastoral los obispos españoles "recuerdan las verdades fundamentales del mensaje cristiano sobre la resurrección y la vida eterna, así como sugerencias para el acompañamiento de las personas que sufren por la muerte de un ser querido".
Acompañar en el momento de la muerte
El documento se divide en cuatro partes y un apéndice. La primera parte analiza “La situación actual y retos pastorales”; la segunda explica “La fe de la Iglesia; la tercera cómo “Acompañar en el momento de la muerte”, la cuarta la importancia de “Celebrar las exequias cristianas” y el apéndice ofrece “Orientaciones sobre los columbarios”.
En el primer apartado, los obispos afirman que en las últimas décadas se ha vivido en nuestra sociedad una profunda transformación en la vivencia de la muerte y en la forma de afrontarla. Subrayan que, ante circunstancias dramáticas como la que estamos viviendo actualmente a causa del COVID-19, “vemos actitudes de generosidad, servicio y solidaridad que muestran lo mejor que hay en el corazón del ser humano, que dignifican a las personas y a la sociedad y que fortalecen la fraternidad. En estos casos, se ofrece ayuda psicológica a las personas para que gestionen sus emociones, pero social y culturalmente se evita la cuestión de Dios·. Sin embargo, aún cuando muchos ponen en paréntesis la fe, en esos momentos dolorosos “solicitan la presencia de la Iglesia y su acompañamiento”.
En una segunda parte, explican que la fe en la resurrección de Cristo, “constituye el fundamento de nuestra esperanza”. Esta fe se expresa en el Credo con dos afirmaciones inseparables, que no se pueden entender la una sin la otra: “Creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Además, añaden que “al confesar nuestra fe en la resurrección de la carne afirmamos que la salvación afecta al ser humano en su totalidad, a «todo el hombre”.
En este sentido, frente al drama de la muerte, “la presencia y la cercanía de la Iglesia junto a las personas que sufren la muerte de un ser querido es un testimonio elocuente de misericordia y de esperanza”.
Por tanto, la misericordia lleva a estar cerca de los que sufren, a compartir su dolor y a no banalizar el acontecimiento de la muerte y el sufrimiento que conlleva. “La fe cristiana consuela y acompaña la pérdida de los seres queridos desde la esperanza que viene del Resucitado”.
Celebraciones de exequias cristianas
Este acompañamiento en la muerte es un reto para la Iglesia: “no puede haber auténtico consuelo cristiano si no se anuncia fielmente el contenido de la fe”. Asimismo, indican en la instrucción pastoral, que “la celebración de las exequias y la oración por los difuntos han de manifestar con claridad la fe en la resurrección y la esperanza cristiana en la vida eterna”.
En este sentido, subrayan que los signos y la celebración de las exequias deben manifestar el respeto y la veneración debidos al cuerpo del difunto. Con todo, no hay razones doctrinales para prohibir la cremación. Sin embargo, la Iglesia, aunque permite la cremación, “recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
También en este documento ofrecen orientaciones parala cremación de los cuerpos cristianos que han fallecido. Sostienen que el centro de las exequias cristianas es “Cristo Resucitado y no la persona del difunto”. “Los pastores –añaden- han de procurar con delicadeza que la celebración no se convierta en un homenaje al difunto. Eso corresponde a otros ámbitos ajenos a la liturgia”. También recuerdan que las exequias son incompletas sin la celebración de la Eucaristía.
En el apéndice del mismo dan a conocer también las normativas sobre los columbarios, que son “lugares idóneos para depositar las cenizas después de la muerte y de la cremación de los difuntos”. Estas normas provienen tanto de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo de la Congregación para la Doctrina de la Fe como de la Junta de Asuntos Jurídicos de la CEE.
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