LA ERA POST-FRANCISCO
Amen, así, sin tilde!
A pesar del dato objetivo de increencia que se constata en la sociedad actual, especialmente en los jóvenes, pienso que la cuestión hoy a debate no es tanto si creemos o no en Dios como en qué Dios decimos creemos o no creemos. Seguramente muchos estaríamos de acuerdo en algunos postulados, si nos escucháramos y nos mirásemos a la cara. Suelo decir con cierta frecuencia en mis clases: “en ese dios que me comentas… yo tampoco creo”. No estamos tan lejos..., lo que nos falta es diálogo, respeto y, sobre todo, una mayor determinación para el entendimiento. Parafraseando a Concepción Arenal, cuando no comprendemos una cosa, la solemos declarar ilógica, inexistente o absurda antes que reconocer que nos sobrepasa.
Pues bien, algo así ocurre tras estos años de Pontificado del Papa Francisco. El tema de discusión a estas alturas no es tanto qué tipo de hombre encabeza a la Iglesia católica como qué va a ocurrir cuando éste no esté al frente (aunque algunos siguen empeñados en desacreditarlo). Jorge Mario Bergoglio, examinado por muchos con lupa en sus comienzos, ya ha tenido suficiente tiempo para mostrarnos su verdadero rostro. Precisamente sus contrarios más hostiles han dado amplias razones de su talla como hombre de razón y de fe. Quienes mejor hablan de él son sus feroces contendientes. Y no hablo exclusivamente de los clásicos, como Trump, Bolsonaro y algunos más. Me refiero, especialmente, a los de dentro, como las dudas que ya mostraron en su tiempo (acerca de la pureza doctrinal del nuevo Papa) Meisner, Caffara, Brandmuller o Burke, y algunos otros nuevos que se sumaron y se suman, que son o han sido voces de otros muchos que se mantienen en silencio expectantes al posible desenlace que pueda acontecer dentro del Vaticano. Es digno de estudio observar a aquellos fieles que, siendo tradicionalmente "más papistas que el Papa", curiosamente cuestionan a este Pontífice en contra de su habitual complacencia y adoctrinamiento eclesiástico, creándoles un cierto conflicto religioso que sólo logran sobrellevar asumiendo que este Papa progre está echando por la ventana todo el esfuerzo y tradiciones que la Iglesia ha ido consolidando a través de los siglos. Las feroces campañas que iniciaron hace tiempo en internet muchos grupos ultras solo delatan, no ya la capacidad, determinación y sensatez que Francisco usa en sus planteamientos y discursos, sino también el espíritu y la fe que envuelven a este Papa inusual y, hasta ahora, poco visto en las filas de la Iglesia.
En realidad, no hace más que poner en funcionamiento las reglas del juego que ya estableció el Vaticano II, aquel Concilio que aún está por estrenar (en su alcance y particularidad). Por ello, estimo contundentes las razones que aseguran que Francisco ha sido y es el hombre que supo leer e interpretar los signos que la Iglesia necesita para los tiempos que corren y, además, llevarlos a cabo. No se trata de subir a los altares a este Papa y “condenar” a los anteriores, sólo destacar el punto de inflexión que, a mi parecer, Francisco supone en la praxis eclesial y su contextualización en el mundo. Lo sé, no ha llevado a término todo lo que muchos llevan esperando de la institución. Quedan muchos retos sin afrontar ni resolver. Algunos dicen que este es otro más…Y no, no es otro más. Sus acciones están siendo significativas y, lo mejor, haciendo todo lo posible de su parte para que lo que se produzca sea una evolución “revolucionaria” cuyo único límite es el amor.
Quedan todavía miembros afectados de escándalos dentro de la curia (¿y dónde no?, sin que esto sirva de justificación). Es cierto que muchos aplauden los modos y criterios de Francisco pero no aterrizan su mensaje en las parroquias y comunidades (¿vino nuevo en odres viejos?, ¿doble moral?), que hay campos y asuntos por ahora aparcados. Ahí están, es cierto, pero, ¿qué se le podía pedir a un desconocido dentro de una conocida institución de más de dos milenios de luces y sombras?¿Es que alguien hasta ahora (y no pregunto solo por alguien religioso) había conseguido de forma tan preciosa unir los asuntos morales con los ecológicos y políticos con tanta sencillez y, a la vez, profundidad, sin obviar los espirituales? Que sea portada del Time no es casualidad, que aglutine mandatarios de distintas religiones y culturas, a creyentes y no creyentes en torno a un modelo de política sostenible y defensa de nuestra “Madre Tierra” tampoco. A nadie, creo, se le pasa por alto que ha sido pieza clave, para lograr acercamientos políticos y numerosas medidas de justicia social... Y así podíamos decir muchas más cosas: su repercusión a nivel ecológico, su defensa de los refugiados, su preferencia por los marginados…Estamos ante un gran hombre, uno de los mejores que ha parido Madre Tierra. Sí, un hombre de carne y hueso, pero con mucho corazón. Ahí está su grandeza: en su normalidad. Lo que hacía falta… más cuando existen algunos impresentables personajes con mucho poder en el planeta que quieren hacer historia sin contar con los más débiles.
El problema, pienso, no está en el ahora, mientras esté Francisco acompañándonos, como fiel jesuita. La gran pregunta que se avecina con pies agigantados es qué pasará cuando no esté Francisco. ¿Conseguirán sus ideas y proyectos llegar a buen término? ¿Qué rumbo se avecina en la Iglesia y en el mundo tras el Papa de la misericordia? ¿Será que su impronta logrará establecer las bases irrevocables de un nuevo modelo de Iglesia al servicio de la misión, o quedará sin efecto por mor de una vieja escuela de religiosidad de calmantes y adoctrinamientos? ¿Nos iremos al otro extremo (catequizando de forma dogmática y condenatoria) según avisa la ley del péndulo? ¿Cómo será el nuevo hombre y la nueva Iglesia que llegue tras Francisco?
Esperemos que el testigo que nos deje el “Papa Paco”, este hombre cercano al pueblo y, por lo tanto, cercano a Dios, sensato y humilde pero valiente, sirva para que la Iglesia sirva y sea en su seno acogedora, fiel a la buena noticia del Evangelio y clara y contundente en su defensa de los hombres y mujeres de este mundo, especialmente los pobres y descartados.
Como decía el cantautor Silvio Rodríguez, prefiero “hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe [sabemos] demasiado”. Si algo intenta mostrarnos Francisco es que lo que importa es amar. Pues eso, ahí está el mensaje:
Amen, así, ¡sin tilde!
Qué así sea…
Si Dios quiere
¡Y nosotr@s también!