"La pandemia nos obliga a una mayor austeridad" Día de la Iglesia Diocesana
Gracias a Dios, laicos y laicas profesionales muchos de ellos, han entrado en la gestión de las economías parroquiales y diocesanas. Esto permite un movimiento económico homologado y con metodología actualizada
Ni las diócesis ni las parroquias son una empresa de los obispos o de los sacerdotes con unos clientes que acuden periódicamente para restaurar su vida religiosa
Estimados y estimadas:
Desde el Concilio Vaticano II decimos y repetimos que la Iglesia somos todos, que formamos un pueblo que Dios ha convocado en Jesucristo. Es la concepción renovada del Vaticano II y del Concilio Provincial Tarraconense, que beben en la fuente de los primeros tiempos. El Sacramento del Orden, sin apartar de la comunidad, da a los obispos y a los presbíteros una capacidad y una misión específicas en función del mismo pueblo, cuya cabeza es Cristo.
Ni las diócesis ni las parroquias son una empresa de los obispos o de los sacerdotes con unos clientes que acuden periódicamente para restaurar su vida religiosa. Tampoco podemos decir que la diócesis pertenezca más al obispo y la parroquia al sacerdote que al bautizado que queda en la penumbra. Es cierto, sin embargo, que cada uno sirve según la vocación que ha recibido y a la que ha respondido. En ello se basa la corresponsabilidad en la vida y en la misión de la Iglesia. También en su infraestructura material necesaria para llevarla a cabo.
Cada año celebramos el «Día de la Iglesia Diocesana». Su objetivo principal es sensibilizarnos en la corresponsabilidad de la economía parroquial y diocesana. El lema de este año dice: «Somos lo que tú nos ayudas a ser». Porque «somos una familia contigo». «Con tu tiempo, tus cualidades, tu apoyo económico y tu oración». Es así como somos y nos vamos haciendo Iglesia. La pandemia nos obliga a una mayor austeridad. Pero conviene continuar gestionando el día a día, haciéndonos cargo del patrimonio y los edificios destinados al culto, los servicios pastorales y del salario del clero. La conciencia de que todos los cristianos debemos contribuir a estos gastos ha ido ganando terreno. Es necesario que cada uno —también el obispo y los sacerdotes— se pregunte: ¿Qué puedo y qué debo dar a la Iglesia no solo por los servicios que recibo, sino por los servicios que hace y debería hacer a los creyentes y los que no creen? La respuesta práctica no puede limitarse a un día, sino que debe cubrir todo el año.
Gracias a Dios, laicos y laicas profesionales muchos de ellos, han entrado en la gestión de las economías parroquiales y diocesanas. Esto permite un movimiento económico homologado y con metodología actualizada.
Para dar máxima transparencia a la gestión económica de la archidiócesis, conviene iniciar una campaña de información, que irá seguida por un debate y unas propuestas. Tanto la información como las propuestas deberán comenzar por los sacerdotes, especialmente por medio del Consejo Presbiteral, y a ellas están invitados los laicos del Consejo Pastoral Diocesano y de los Consejos parroquiales, y todos aquellos que, en las parroquias o en otros ámbitos de la pastoral, cuidan de la economía.
La diócesis no es del obispo, pero el obispo es el administrador nato, aunque bienes y gastos pertenecen a todos los que la formamos. Aprovecho para daros las gracias de parte de todos por vuestra colaboración en la economía de la Iglesia.
Vuestro,
† Joan Planellas y BarnosellArzobispo metropolitano de Tarragona y primado