Centros de oración y acogida espiritual A veces, en las parroquias se hace difícil ofrecer tal acogida y acompañamiento

Oración
Oración

El activismo y el desenfreno verbal han hecho mucho daño a la fe, porque no dejan lugar al diálogo filial, seguro, tranquilo y tierno. Pero también perjudica querer solucionarlo todo con oraciones que se desentienden del entorno

Mientras nuestra relación con Dios no supere nuestros intereses —«te doy para que me des»—, no cruzaremos el umbral del misterio de Dios. El Dios de Jesucristo es un Dios gratuito y quiere que las relaciones con él sean gratuitas. Además, la relación que no se abre al seguimiento no sirve. Dios es «alguien», no una fuerza original ni un primer átomo. Es «alguien» con quien uno puede relacionarse personalmente. Jesucristo nos ha revelado que Dios es un Padre amoroso y misericordioso. Por Jesucristo y en su Espíritu somos hijos de Dios. Jesús nos propone: «Cuando oréis decid: Padre nuestro que estás en los cielos...» Hasta que uno no se deja iluminar por esta luz, Dios permanece como el gran desconocido, por más elocuentes que sean los discursos sobre Él.

El activismo y el desenfreno verbal han hecho mucho daño a la fe, porque no dejan lugar al diálogo filial, seguro, tranquilo y tierno. Pero también perjudica querer solucionarlo todo con oraciones que se desentienden del entorno. Es una huida de la vida real, que es social por voluntad de Dios. Jesucristo nos invita a rezar «Padre nuestro» y no «Padre mío», con toda la extensión y el peso que conlleva el adjetivo «nuestro». La oración cristiana no intenta captar la atención de Dios. Como dice Jesús, «vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis» (Mt 6,8). La oración está ordenada más bien a centrar nuestra atención en Dios. De ahí que las palabras que decimos cuando oramos, más que revelar a Dios nuestros sentimientos, los purifican.

Planellas recibe el palio arzobispal de manos del Nuncio
Planellas recibe el palio arzobispal de manos del Nuncio

Para poder vivir lo que acabamos de expresar, en la mayoría de ocasiones hace falta una buena acogida y acompañamiento espirituales. En la Carta Pastoral de la pasada Cuaresma, afirmaba la necesidad de que las nuevas generaciones puedan vivir, a un nivel personal y concreto, la relación fraternal de Jesús con los discípulos, o la misma experiencia de aceptación y acogida que vivieron Mateo, Zaqueo, Nicodemo o la mujer samaritana por parte de Jesús. El Buen Pastor es aquel que llama a cada una de sus ovejas por su nombre (Jn 10,3). El cristiano ha recibido también un nombre: el nombre del bautismo por medio del cual ha sido aceptado en la casa de la Iglesia; casa donde debería sentirse acogido a lo largo de toda su vida.

A veces, en las parroquias se hace difícil ofrecer tal acogida y acompañamiento. Por ello, hemos creado un Secretariado para el Acompañamiento, a fin de ayudar en este cometido. También he manifestado la conveniencia de que, en el ámbito de nuestra archidiócesis, se potencien determinados lugares donde, con una iglesia de puertas abiertas, se pueda encontrar, en cualquier momento de la jornada, aquel calorcillo que los primeros discípulos encontraron en Jesús. En este sentido, por ejemplo, deseamos llevar vida consagrada al santuario de la Serra de Montblanc. En otros templos ya existe esta acogida, como en la iglesia de Sant Antoni de Pàdua de Tarragona. Pero aún se quiere potenciar más. El próximo martes, 27 de octubre, a las 7 de la tarde, bendeciré al lado de este templo una pequeña capilla de oración y de adoración perpetua al Santísimo Sacramento. El objetivo es que esté abierta día y noche. Además del acompañamiento espiritual que realizan sacerdotes y laicos a lo largo de cada día, se dispondrá de este espacio de recogimiento y oración para que, en cualquier momento, uno pueda encontrarse con el Señor. Roguemos por el éxito de esta iniciativa eclesial.

Vuestro,

† Joan Planellas i Barnosell

Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

Volver arriba