La fe bíblica

La fe es garantía de las cosas que esperamos y certeza de las realidades que no vemos (Heb 11,1).

Así define el autor de la carta-homilía a los Hebreos la fe. Garantía y certeza, dos expresiones que acotan en qué consiste la fe para el escritor neotestamentario. Nada que ver con un acto irracional de creer en lo que no se ve.

La expresión hebrea que mejor define la fe bíblica es amén. «Amén» significa: me fío de Dios, soy fiel a su a su Palabra, pongo en Él mi confianza, dependo de Dios… «Implica el asentimiento de la inteligencia, la confianza del corazón y la obediencia de la voluntad» (A. Hulbosch).

Fe en la Biblia, más que creer en una lista de cosas, significa lealtad, fidelidad, confianza, fiarse de Dios.

«”Fe” significa en primer lugar lealtad personal, entrega a otra persona, fidelidad y la solidaridad que se desprende de esa confianza» (Bruce J. Malina).
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La fe en la Biblia Hebrea y en el Antiguo Testamento en general

Adán y Eva

El Señor espera de Adán y Eva fidelidad, fe, confianza en Él:

«Dios, el Señor, tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden:
— Puedes comer del fruto de todos los árboles que hay en el jardín, excepto del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque el día en que comas de él, tendrás que morir» (Gn 2,15-17).

En realidad el primer pecado es consecuencia de la falta de confianza, de fidelidad, de fe en Dios.

«Pero la serpiente replicó a la mujer:
— De ninguna manera moriréis. Dios sabe que, si un día coméis, se os abrirán los ojos y seréis iguales a él: conoceréis el bien y el mal» (Gn 3,4-5).

Abraham

De modo similar la fe del patriarca Abraham se corresponde con fiarse de Dios, mantener una actitud de lealtad ante Él.

«El Señor dijo a Abrán:
— Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y dirígete a la tierra que yo te mostraré. Te convertiré en una gran nación, te bendeciré y haré famoso tu nombre, y servirás de bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. ¡En ti serán benditas todas las familias de la tierra!
Abrán partió, como le había ordenado el Señor, y con él marchó también Lot» (Gn 12,1-5).

«Luego (el Señor) lo llevó afuera y continuó diciéndole:
— Echa un vistazo al cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. ¡Así será tu descendencia!
Abrán creyó al Señor, y el Señor le concedió su amistad» (Gn 15,5-6).

Los ejemplos de fe y de lealtad de Abraham se multiplican en las páginas del Génesis, pero los dos contemplados nos dan una idea clara de cómo se entiende la fe en la Biblia Hebrea y cómo la vivió el padre de la fe.

Moisés

El Señor pide a Moisés que dé un paso de fe, que se fíe de Él, que cumpla la misión que le propone.

«— […] El lamento de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Ve, pues; yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.
Entonces Moisés preguntó a Dios:
— ¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
Dios le contestó:
— Yo estaré contigo» (Ex 3,9-12).

De hecho la fe en Moisés será paradigma de la fe en el Dios de Israel:

«Moisés replicó:
— No me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor» Ex 4,1).

Hablan de fe, de escucha y de credibilidad. La fe es fidelidad, es escucha de la Palabra, es confianza. Esa es la fe de Moisés, al menos a lo que ha de tender; es la fe que se pide al Pueblo de Dios.

Esta fe la vamos a encontrar con frecuencia en muchos de los personajes del Antiguo Testamento: patriarcas, jueces, reyes, profetas, gente del pueblo… Pero, como botón de muestra nos sirven los tres ejemplos mencionados.
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La fe en el Nuevo Testamento

La fe como fidelidad, confianza, etc., también lo encontraremos en el NT.

En las palabras y los gestos de Jesús

El poder de Dios no se puede manifestar si no hay fe; ésta es la que hace posible el milagro.

«Jesús se volvió y al verla dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Al instante la mujer quedó sana» (Mt 9,22) -> mujer con flujos de sangre

«Entonces Jesús le contestó: Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos. Y en aquel momento, su hija quedó sana» (Mt 15,28) -> sirofenícia

«Jesús les dijo: A un profeta sólo lo desprecian en su patria y en su casa.
Y por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros» (Mt 13,57b-58) -> en Nazaret

La fe implica fiarse de Dios, confiar.

«Jesús le respondió: Tened fe en Dios.
Os aseguro que si uno, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se cumplirá lo que dice, manda a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, lo conseguirá» (Mc 11,22-23).

También significa acoger la Palabra, al Verbo encarnado, creer, fiarse de Él.

«(La Palabra) vino a los suyos, y los suyos no la acogieron.
Pero a los que la acogieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios»
(Jn 1,11-12).

Creer en Jesús significa también seguirle, confiar en Él.

«Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el último día» (Jn 6,40).

En Pablo

La fe en las cartas paulinas, como todos sabemos, es un tema recurrente. En una artículo breve como éste es imposible desarrollarlo ni siquiera someramente. De todas formas, haremos una breve aproximación a la cuestión.

Para hacernos una idea, el sustantivo «fe» aparece 142 veces en el epistolario paulino (ahora no entraré en la discusión de las cartas indiscutibles de Pablo), y el verbo «creer» 54 veces.
La carta a los Romanos nos introduce en la visión que el apóstol Pablo tiene de la fe.

«Pero ahora, la fuerza salvadora de Dios de la que dan testimonio la Ley y los Profetas, se ha manifestado con independencia de la ley. Fuerza salvadora de Dios que alcanza a todos los creyentes por medio de la fe en Jesucristo. A todos sin distinción, puesto que todos pecaron y todos están privados de la gloria divina. Pero Dios, por su benevolencia, los restablece en su amistad de forma gratuita mediante la liberación realizada por Jesucristo, a quien Dios ha hecho, para quienes creen en su muerte, instrumento de perdón. Así, cuando perdonó los pecados cometidos en el pasado, puso de manifiesto su fuerza salvadora, ya que es un Dios indulgente. Pero es sobre todo en el momento presente cuando despliega su fuerza salvadora al ser el Dios salvador que salva a cuantos creen en Jesús.
¿Dónde queda, pues, el orgullo humano? Ha sido desmantelado. Y no por la observancia de la ley, sino en razón de la fe. Sostengo, en efecto, que Dios restablece en su amistad al ser humano mediante la fe y no por la observancia de la ley. ¿Acaso Dios es solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de los demás pueblos? Sin duda que lo es también de los demás pueblos, ya que existe un solo Dios que restablece en su amistad a todos los que tienen fe, tanto circuncisos como incircuncisos. Pero ¿no estaremos destruyendo el valor de la ley al dar tanta fuerza a la fe? ¡De ningún modo! Más bien estamos consolidando la ley» (Rom 3,21-31).

La fe, en Pablo, está unida a la gratuidad de la salvación. Es una fe cristológica. Significa fiarse de Jesús, ser discípulo de Jesús, ser leales a la persona y al mensaje de Jesús. Para el apóstol en esto consiste el acoger la fuerza salvadora de Dios.
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A modo de conclusión

La fe en la Biblia está lejos de poderla entender como una adhesión intelectual a una serie de enunciados.

De hecho el «credo» israelita, el Shema, consiste en la fidelidad a un Dios que se manifiesta en la historia.

«Escucha, Israel: el Señor —y únicamente el Señor— es nuestro Dios. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que hoy te he dicho. Incúlcaselas a tus hijos; háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes; átalas a tu muñeca como un signo; llévalas en tu frente como una señal; escríbelas en las jambas de tu casa y en tus puertas» (Dt 6,4-9).

La oración del Shema habla de confianza en un Dios que no abandona, de fidelidad a su palabra, de lealtad que se ha de hacer extensiva a las generaciones futuras. La fe israelita, bíblica, es una fe de amor, de fiabilidad…

La fe significa fiarse de Dios, creer en su Palabra, estar dispuesto a cumplir la misión que nace de esta fe.

La fe hace posible que se manifieste el poder de Dios, sin ella es imposible.

La fe significa acogida de la salvación gratuita que Dios ofrece en Jesús.

Javier Velasco-Arias
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