Lo es la del nombramiento del joven sacerdote David Compte Verdaguer como Vicario general de la diócesis de Vich. Seguro que irritará muchísimo al agonizante progresismo catalán.
Compte, que cumplirá el próximo 28 de julio treinta y seis años, es una apuesta clara del obispo Casanova, una más, por hacer Iglesia y no política. Los restos del naufragio creyeron que sería fácil acabar con este obispo que no había salido de sus filas y lo han sometido a un terrible asedio. Pero o Don Román, pese a su débil apariencia, era mucho más fuerte de lo que pensaban o ellos eran mucho más débiles de lo que creían. Y el obispo va consiguiendo, poco a poco, levantar la diócesis que Guix había hundido. Pese a tanta zancadilla, incluso episcopal.
El mismo día que nos enterábamos de la canonjía de Turull nos llegaba este otro nombramiento. Mucho más importante. El canonicato es el reconocimiento de un fracaso sin mañana. La vicaría es la apuesta por un mañana eclesial. Turull de canónigo, habrá que esperar a la fotografía en traje coral, él, que tenía alergia al alzacuello, es la aceptación de una distinción que despreciaba y que, además, es nada con sifón. El nombramiento de Compte para el cargo más importante de la diócesis después del episcopal, es otra señal más de que la Cataluña tierra de santos se resiste a morir. En Tarrasa, en Gerona, en Tarragona, en Vich, en Lérida, en Solsona ya se atisban las luces de la alborada. Incluso los `primeros rayos del sol.