ETA nos vigila y amenaza

He leído con calma la entrevista de Gara a ETA y qué les diré que Ustedes no sepan, imaginen o esperen. Hay algo que no por sabido resulta menos decepcionante. Es esa convicción de ETA de estar al servicio del pueblo pero más allá del pueblo. Miren esta cita literal, “por medio de la lucha... hemos logrado traer a nuestro pueblo hasta este día... aun en medio de una situación de opresión”. O sea, ellos nos han traído hasta aquí, porque nosotros somos “su” pueblo. Los partidos políticos y toda la representación de la sociedad civil vasca que no sean ellos o suyos, “no escuchan al pueblo”, “aceptan y fortalecen el estado de excepción de nuestro pueblo”, “son partidos de caciques”, hacen “lo que el pueblo no quiere”. Esta conciencia “salvífica” de “su pueblo” le lleva a ETA a estar segura de la legitimidad de “su lucha armada” ayer, hoy, y mañana; y llegado el momento, “ETA se lo manifestaría abiertamente a Euskal Herria, si se dieran las condiciones de abandono de la lucha armada”. O sea, que nos están regalando el sacrificio y el fruto de su lucha, y nos han de explicar, llegado el caso, cuándo y por qué la lucha armada ya no tiene sentido político. ¡Por supuesto el “sinsentido moral” no entra en la consideración de la entrevista a ETA! ¿Por qué? Porque lo que a Euskal Herria se le debe y necesita, y ellos conocen y advierten como vigías en la noche, está más allá del bien y del mal de unas personas concretas y de sus vidas y derechos fundamentales. Los asesinatos, las víctimas, son daños colaterales que el enemigo provoca que sucedan, y que Euskal Herria, ETA en su nombre, no puede ni debe evitar.

En fin, nada que no supiéramos, pero ¡resulta tan trágico que esta visión “política” e “inmoral” pueda reiniciar su andadura terrorista más brutal, y alguien la entienda legítima en todos los sentidos morales y políticos! ¡Y resulta tan trágico que esté detrás de una posición política “democrática”, viciándola de raíz, la que reclama que se pueda desarrollar en igualdad de condiciones la lucha social y política por cada proyecto político, ¿por qué no?, y que se haga en condiciones democráticas, ¿cómo no?!

¡Claro que sí, -les diremos-, cuando todos estemos en la política, y sólo con la política, con la habilidad, ritmo y capacidad estratégica que un sistema democrático ofrece y exige! Es difícil y muy disputado, ciertamente, pero es civilizado y justo, y por eso mismo, moralmente obligatorio.

Pues eso propongo al concluir. Lo de la desaparición de ETA ya no merece ni repetirse, por obvio. Y las fuerzas políticas de la sociedad vasca deben saben diferenciar su derecho a defender el proyecto político que quieran, en igualdad de condiciones a las otras fuerzas, y su obligación de acordar lo que democráticamente dé de sí nuestra congénita pluralidad. La territorialidad y el derecho a decidir son dos ideas perfectamente legítimas, que si ofenden a tantos es por los asesinatos que las han acompañado a manos de ETA, pero su asunción por muchos, por pocos o por los que sean, corresponde a la libertad de los ciudadanos. Dicho a lo claro, moralmente hablando, no somos libres sólo para construir una nación para todos, sino que somos libres para construir lo que los ciudadanos quieran, nación, naciones, o autonomías o lo que quieran. Lo que democráticamente quieran y no vaya contra los derechos fundamentales de las personas, ni en los fines, ni en los medios. Pero esto, ¿cómo podrá entenderlo quién se cree, como ETA, con la misión de llevar a Euskal Herria al lugar que el destino y sus derechos le habrían asignado? Deberíamos revisarnos en esta materia muchos ciudadanos vascos, y no vascos. Por aquí comienza y continúa el problema, por cómo estamos dispuestos, poco a poco, a ser “demócratas” en cuanto a algunos “medios”, pero no en cuanto a “los fines”. Éstos, tratándose de patrias y naciones, para muchos vienen predefinidos y nos obligan, y para eso, ETA, en el caso vasco, los va a defender a sangre y fuego. ¡Qué horror!
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