¿Qué nos diferencia de los terroristas?
Les supongo a ustedes casi hartos de información sobre el conflicto entre Israel y los Palestinos. Y les supongo con una idea muy firme sobre quién tiene más y mejores razones en este conflicto secular. Estoy convencido de que la salida final serán dos Estados soberanos, Israel y Palestina, reconocidos por todos y entre ellos. No me pregunten cuándo sucederá esto, porque les diré que va para largo; y no me recuerden que con cuántas víctimas inocentes, porque les diré que muchas.
No voy a hacer en treinta líneas ni la historia del conflicto ni recontaré lo que ahora mismo alegan las partes sobre cuál es su pretensión política. Modestamente, el saber ético sólo puede acercarse a estos temas reclamando de la política límites éticos y reglas jurídicas, repito, límites y reglas. Si el Estado de Israel, alegando que para defender a su población civil y subsistir, recurre a la fuerza, tiene que someterse a reglas bien precisas de control internacional de los medios de guerra que utiliza, para no incurrir en terrorismo de Estado.
Éste es el problema. La proporción en el uso de la fuerza para justificar la legítima defensa, y no causar con ella un mal mayor que el mal que queremos evitar. He leído en este sentido barbaridades. Que Israel podría ser mucho más duro y que por eso mismo ya se está autocontrolando. Curioso argumento en moral política si no decimos cuánto se está autocontrolando. Eso es como decir que ETA obra bien porque no mata todo lo que podría. Otro argumento bárbaro. El autocontrol de un Estado es dentro de su territorio, pero si actúa fuera, los límites son otros. O sea que matar a los propios es horrendo, pero hacerlo a inocentes ajenos, es otra cosa.
También he leído en buenas cabezas, que el Estado de Israel está actuando con racionalidad política, y me pregunto qué tiene que ver esto, lo que de hehco sucede, con la razón moral. Y, por fin, he leído que Israel ha ganado la batalla contra el terrorismo por todos nosotros, porque les ha demostrado que no parará ni aunque se escondan entre niños. O sea, ¡qué aprendan que tampoco nosotros tenemos límites!
Ya me suenan los oídos. Me están diciendo ustedes, y de los terroristas palestinos de Hamas, ¿qué me dice usted? Pues que son terroristas y como tal habrá que combatirlos, pero un Estado no puede ponerse a su altura y hacer lo mismo. He leído que se esconden en escuelas y hospitales, utilizando a la población civil, ¡incluidos los niños!, como escudos humanos. Hacer esto es absolutamente injusto. Pero, ¿qué diremos? ¿Diremos que los niños así utilizados ya no son víctimas inocentes? Reglas jurídicas y límites morales, esto nos distingue del terrorismo.
Yo esperaría de los adultos que nunca hagan esa barbaridad de utilizar a los niños en una guerra, o que otros lo consientan. Pero si nuestros enemigos lo hacen, un Estado no puede defender a los suyos de cualquier modo y causar víctimas inocentes sin cuento, porque pierde su razón de ser como Estado y no es digno de respeto. Reglas jurídicas y límites morales, esto nos distingue del terrorismo.
El respeto que reclaman los Estados democráticos tiene que traducirse a límites éticos y reglas bien conocidas y por todos respetadas. Es la desventaja de los Estados democráticos con respecto al terrorismo, pero, a la larga, el alma de su victoria. Las personas, una con otra, dependemos mucho en nuestros juicios y reacciones del lugar donde nacemos y de la historia que nos han contado o vivido. Cualquiera de nosotros podría pensar de otro modo, de haber nacido en otro lugar.
Las sociedades para tratar con otras, y dentro de ellas, con su diversidad, necesitan límites morales y reglas jurídicas que ordenen la enemistad y el conflicto. Si el terrorismo no los reconoce y respeta, por eso mismo es terrorismo; pero si lo combatimos, no podemos ser democracias terroristas. No existe el terrorismo de los nuestros, pero poco. No existe el autocontrol terrorista, pero poco. Frente al terrorismo, no lo duden, mayor control democrático de la fuerza legítima y de su uso. Y cuanto más fuertes somos, más control.
Y ya saben, la salida, tarde o temprano, dos Estados soberanos. En el 2002 estuvieron muy cerca. Luego no es imposible.
No voy a hacer en treinta líneas ni la historia del conflicto ni recontaré lo que ahora mismo alegan las partes sobre cuál es su pretensión política. Modestamente, el saber ético sólo puede acercarse a estos temas reclamando de la política límites éticos y reglas jurídicas, repito, límites y reglas. Si el Estado de Israel, alegando que para defender a su población civil y subsistir, recurre a la fuerza, tiene que someterse a reglas bien precisas de control internacional de los medios de guerra que utiliza, para no incurrir en terrorismo de Estado.
Éste es el problema. La proporción en el uso de la fuerza para justificar la legítima defensa, y no causar con ella un mal mayor que el mal que queremos evitar. He leído en este sentido barbaridades. Que Israel podría ser mucho más duro y que por eso mismo ya se está autocontrolando. Curioso argumento en moral política si no decimos cuánto se está autocontrolando. Eso es como decir que ETA obra bien porque no mata todo lo que podría. Otro argumento bárbaro. El autocontrol de un Estado es dentro de su territorio, pero si actúa fuera, los límites son otros. O sea que matar a los propios es horrendo, pero hacerlo a inocentes ajenos, es otra cosa.
También he leído en buenas cabezas, que el Estado de Israel está actuando con racionalidad política, y me pregunto qué tiene que ver esto, lo que de hehco sucede, con la razón moral. Y, por fin, he leído que Israel ha ganado la batalla contra el terrorismo por todos nosotros, porque les ha demostrado que no parará ni aunque se escondan entre niños. O sea, ¡qué aprendan que tampoco nosotros tenemos límites!
Ya me suenan los oídos. Me están diciendo ustedes, y de los terroristas palestinos de Hamas, ¿qué me dice usted? Pues que son terroristas y como tal habrá que combatirlos, pero un Estado no puede ponerse a su altura y hacer lo mismo. He leído que se esconden en escuelas y hospitales, utilizando a la población civil, ¡incluidos los niños!, como escudos humanos. Hacer esto es absolutamente injusto. Pero, ¿qué diremos? ¿Diremos que los niños así utilizados ya no son víctimas inocentes? Reglas jurídicas y límites morales, esto nos distingue del terrorismo.
Yo esperaría de los adultos que nunca hagan esa barbaridad de utilizar a los niños en una guerra, o que otros lo consientan. Pero si nuestros enemigos lo hacen, un Estado no puede defender a los suyos de cualquier modo y causar víctimas inocentes sin cuento, porque pierde su razón de ser como Estado y no es digno de respeto. Reglas jurídicas y límites morales, esto nos distingue del terrorismo.
El respeto que reclaman los Estados democráticos tiene que traducirse a límites éticos y reglas bien conocidas y por todos respetadas. Es la desventaja de los Estados democráticos con respecto al terrorismo, pero, a la larga, el alma de su victoria. Las personas, una con otra, dependemos mucho en nuestros juicios y reacciones del lugar donde nacemos y de la historia que nos han contado o vivido. Cualquiera de nosotros podría pensar de otro modo, de haber nacido en otro lugar.
Las sociedades para tratar con otras, y dentro de ellas, con su diversidad, necesitan límites morales y reglas jurídicas que ordenen la enemistad y el conflicto. Si el terrorismo no los reconoce y respeta, por eso mismo es terrorismo; pero si lo combatimos, no podemos ser democracias terroristas. No existe el terrorismo de los nuestros, pero poco. No existe el autocontrol terrorista, pero poco. Frente al terrorismo, no lo duden, mayor control democrático de la fuerza legítima y de su uso. Y cuanto más fuertes somos, más control.
Y ya saben, la salida, tarde o temprano, dos Estados soberanos. En el 2002 estuvieron muy cerca. Luego no es imposible.