El "niño" que dijo, "Total, ¿para qué?" Feliz Navidad
En algún lugar he oído, o quizá lo he leído, o pensado, o soñado, ¡qué más da!, que alguien quería librarse en este día del “feliz navidad” y que no había manera.
Se quejaba amargamente de que le resultaba monótono y falso. He atendido a su desahogo pensando en qué le incomodaría tanto. ¿Sería que el mensaje religioso sobre el Niño de Belén le resbalaba por el cuerpo sin calarle el alma?
No, no, -le he oído decir-, no me "como los santos", pero ese “chico” siempre me pareció que tenía algo; y de mayor, ¡vaya que sí lo demostró! Pero, total, ¿para qué?
Me he quedado con la pregunta todo el día, -pensaba yo-, "total, ¿para qué?", ¿qué querrá decir?
He pensado entonces que estaría desilusionado socialmente. Ya saben, que si las injusticias económicas, las pobrezas, la gente sin medios, las familias rotas, los niños no queridos, las tristezas y soledades de los más pobres entre los pobres. Todo eso que nos parte el corazón si nos toca al lado. Nos lo hiere siempre, pero nos lo parte si nos toca de cerca. Tiene que ser esto, - he pensado -.
Sí, sí, algo de eso hay - le he oído decir - porque no está bien esperar el cielo en la tierra, pero está peor despreciar la tierra para llegar al cielo. Porque si la fe en el Niño, que es gracia y es fiesta, noticia buena de Dios para los más pobres, sencillos y pecadores, vuelve al cielo sin hacerse tierra, total, ¿para qué?
Le he observado con afecto y con curiosidad, y no he podido evitar su mirada y su pregunta, total, ¿para qué?
He dado dos pasos, le he tendido la mano y sólo se me ha ocurrido una pregunta por respuesta: ¿Quizá sea usted, su persona y su vida, las manos, los pies y el corazón del Niño de Belén que se hace tierra y pan para los pobres?
Me ha sonreído, y antes de seguir su camino, me ha parecido que me decía, “no, no, mis manos están conmigo; hablaba de las tuyas, amigo”.
Feliz Navidad.
Se quejaba amargamente de que le resultaba monótono y falso. He atendido a su desahogo pensando en qué le incomodaría tanto. ¿Sería que el mensaje religioso sobre el Niño de Belén le resbalaba por el cuerpo sin calarle el alma?
No, no, -le he oído decir-, no me "como los santos", pero ese “chico” siempre me pareció que tenía algo; y de mayor, ¡vaya que sí lo demostró! Pero, total, ¿para qué?
Me he quedado con la pregunta todo el día, -pensaba yo-, "total, ¿para qué?", ¿qué querrá decir?
He pensado entonces que estaría desilusionado socialmente. Ya saben, que si las injusticias económicas, las pobrezas, la gente sin medios, las familias rotas, los niños no queridos, las tristezas y soledades de los más pobres entre los pobres. Todo eso que nos parte el corazón si nos toca al lado. Nos lo hiere siempre, pero nos lo parte si nos toca de cerca. Tiene que ser esto, - he pensado -.
Sí, sí, algo de eso hay - le he oído decir - porque no está bien esperar el cielo en la tierra, pero está peor despreciar la tierra para llegar al cielo. Porque si la fe en el Niño, que es gracia y es fiesta, noticia buena de Dios para los más pobres, sencillos y pecadores, vuelve al cielo sin hacerse tierra, total, ¿para qué?
Le he observado con afecto y con curiosidad, y no he podido evitar su mirada y su pregunta, total, ¿para qué?
He dado dos pasos, le he tendido la mano y sólo se me ha ocurrido una pregunta por respuesta: ¿Quizá sea usted, su persona y su vida, las manos, los pies y el corazón del Niño de Belén que se hace tierra y pan para los pobres?
Me ha sonreído, y antes de seguir su camino, me ha parecido que me decía, “no, no, mis manos están conmigo; hablaba de las tuyas, amigo”.
Feliz Navidad.