¿Qué fue de "los pobres" en la Notificación a Jon Sobrino?
La ya famosa Notificación de la CDF sobre “la obra” de Jon Sobrino, y la Nota Explicativa a la Notificación, han motivado en la Iglesia múltiples reacciones y comentarios. Sin duda, estos comentarios han de ir cobrando mayor profundidad a medida que pase el tiempo y conozcamos la interpretación que de tales textos hacen los más reconocidos cultivadores de la teología dogmática. En particular, ha de ser muy importante la recepción crítica que de los textos de la CDF hagan las Teologías de la Liberación y, por razones de oportunidad y cercanía, las Iglesias de Latinoamérica reunidas en la Aparecida. Finalmente, interesa sobremanera conocer la respuesta teológica del profesor Jon Sobrino, pues la otra, la que se refiere a su respeto de creyente a la Iglesia, está fuera de toda duda.
De todas esas reacciones de primera hora, han de interesarnos aquéllas que se esfuerzan por leer la Notificación y la Nota Explicativa, cosa que no es tan difícil con un poco de paciencia, y saben diferenciar las cuestiones teológicas en juego de las filias y fobias ideológicas propias de cada uno. Pienso en aquéllos que viven una Notificación de la CDF en términos de una declaración dogmática que añadir al Credo y, por supuesto, razón de más para saberse en la verdad eterna. Este camino no me interesa.
No creo que éste sea el lugar para un análisis exhaustivo de la Notificación y tal vez ni el momento. Pero hay algo que sí quiero considerar y que los autores de la Notificación debieron reconocer sin rodeos. El aprecio de Jesucristo por los pobres, pequeños y pecadores es tan rotundo y tan cabal, que debe notarse extraordinariamente en toda teología. Y en el texto de la SCF, ¡se nota tan poco! Le reconocen a Jon Sobrino “el aprecio que le merecen los pobres y los oprimidos”, y reconocen “el interés de toda la Iglesia por los pobres”, pero para ellos, para la Teología y la Iglesia a la que en ese momento representan y en cuyo nombre hablan, ¿qué aprecio les merecen esos mismos pobres y oprimidos? ¿Qué aprecio ético y espiritual, sí, pero también teológico y metodológico? Sin responder a esta pregunta todo el planeamiento queda pendiendo teológicamente en el vacío.
Ésta es la cuestión que debieron plantearse, pues, en caso contrario, si la teología de Jon Sobrino cometiera algún exceso metodológico y temático por causa de “la primacía conferida a los pobres y a su fe liberadora”, - cosa que no he percibido pero que puedo plantearme- la de quienes le corrigen no constituye interpelación realmente válida, porque “los pobres” y la “praxis cristiana liberadora” se evapora en ellos como lugar teológico. Y si se paga este precio teológico, la teología nace desencarnada, que es su más peligrosa carencia. La discusión, por tanto, parecía versar sobre si los pobres son lugar teológico determinante, fundamental o, sólo, de importancia, pero termina siendo que los pobres son destinatarios de la caridad eclesial, más no lugar teológico en sentido alguno. Si esto fuese así, no es que sea decepcionante, sino que el Evangelio y Jesucristo sufren un recorte histórico y teológico tan injusto como idealista.
Las afirmaciones cristológicas que la CDF corrige en “la obra” de Jon Sobrino tienen un componente metodológico, bien visto por la CDF. Se refiere a cuál es el lugar del compromiso liberador, de la caridad liberadora, en la vida del cristiano, en la vida eclesial, en la teología católica y hasta en el Credo. Pronunciarse contra los excesos que una teología pueda cometer es legítimo para la CDF, -insisto en que yo no los percibo-, pero tenemos derecho a ver cómo acoge esa misma primacía evangélica en su concepción de la teología. La respuesta de que “la reflexión teológica no puede tener otra matriz que la fe de la Iglesia. Solamente a partir de la fe eclesial, el teólogo puede adquirir, en comunión con el Magisterio, una inteligencia más profunda de la palabra de Dios contenida en la Escritura y transmitida por la Tradición viva de la Iglesia”, esta respuesta tiene su lógica, pero deja fuera del campo hermenéutico la cuestión principal: ¿Dónde y cuándo la Iglesia, su teología y su Tradición Viva, en seguimiento de Jesucristo,se hacen cargo del sufrimiento de los más pobres del mundo y se encargan de acompañar los empeños humanos por devolver a las víctimas su rostro humano? Yo no lo veo. ¿Dónde y cómo, en seguimiento de Jesucristo, se empeña la Iglesia y su Teología en bajar de la cruz a los crucificados de la emigración, del hambre y las pobrezas más extremas, de las mujeres oprimidas y de los encarcelados por su pobreza..., más aún, dónde, cómo y cuándo está asimilando la Iglesia toda, y la CDF, en su método y formulaciones teológicas, en su lectura de la Palabra, en su asunción de la Tradición y en su praxis pastoral y pública, que esta experiencia religiosa e histórica, “la misericordia radical de Dios con los pobres”, es referencia irrenunciable de su fe vivida, pensada y formulada? Yo en la teología de la CDF no lo veo y en la de Sobrino, sí.
Yo no puedo dar lecciones a nadie de compromiso con los pobres, pero si alguien corrige a otros, y puede hacerlo, como es el caso de la CDF, que muestre muy nítidamente cómo asume el valor teológico y espiritual de los más pequeños y débiles en su propuesta magisterial y teológica, porque de no hacerlo, estará dando respuestas cristianamente poco significativas. No podemos escapar al Evangelio de Jesucristo y su predilección por los últimos ni siquiera apelando a nuestra fidelidad al Magisterio de la Iglesia, ¡o ejerciéndolo! Así que volvamos honestamente a la Notificación, y preguntémonos juntos, desde el Papa al "último" cristiano, ¿qué fue de los pobres y dónde nos pusimos a acompañarlos en la teología, en el magisterio y en la caridad? Pues de no hacerlo, toda palabra nace des-Encarnada y hueca.
De todas esas reacciones de primera hora, han de interesarnos aquéllas que se esfuerzan por leer la Notificación y la Nota Explicativa, cosa que no es tan difícil con un poco de paciencia, y saben diferenciar las cuestiones teológicas en juego de las filias y fobias ideológicas propias de cada uno. Pienso en aquéllos que viven una Notificación de la CDF en términos de una declaración dogmática que añadir al Credo y, por supuesto, razón de más para saberse en la verdad eterna. Este camino no me interesa.
No creo que éste sea el lugar para un análisis exhaustivo de la Notificación y tal vez ni el momento. Pero hay algo que sí quiero considerar y que los autores de la Notificación debieron reconocer sin rodeos. El aprecio de Jesucristo por los pobres, pequeños y pecadores es tan rotundo y tan cabal, que debe notarse extraordinariamente en toda teología. Y en el texto de la SCF, ¡se nota tan poco! Le reconocen a Jon Sobrino “el aprecio que le merecen los pobres y los oprimidos”, y reconocen “el interés de toda la Iglesia por los pobres”, pero para ellos, para la Teología y la Iglesia a la que en ese momento representan y en cuyo nombre hablan, ¿qué aprecio les merecen esos mismos pobres y oprimidos? ¿Qué aprecio ético y espiritual, sí, pero también teológico y metodológico? Sin responder a esta pregunta todo el planeamiento queda pendiendo teológicamente en el vacío.
Ésta es la cuestión que debieron plantearse, pues, en caso contrario, si la teología de Jon Sobrino cometiera algún exceso metodológico y temático por causa de “la primacía conferida a los pobres y a su fe liberadora”, - cosa que no he percibido pero que puedo plantearme- la de quienes le corrigen no constituye interpelación realmente válida, porque “los pobres” y la “praxis cristiana liberadora” se evapora en ellos como lugar teológico. Y si se paga este precio teológico, la teología nace desencarnada, que es su más peligrosa carencia. La discusión, por tanto, parecía versar sobre si los pobres son lugar teológico determinante, fundamental o, sólo, de importancia, pero termina siendo que los pobres son destinatarios de la caridad eclesial, más no lugar teológico en sentido alguno. Si esto fuese así, no es que sea decepcionante, sino que el Evangelio y Jesucristo sufren un recorte histórico y teológico tan injusto como idealista.
Las afirmaciones cristológicas que la CDF corrige en “la obra” de Jon Sobrino tienen un componente metodológico, bien visto por la CDF. Se refiere a cuál es el lugar del compromiso liberador, de la caridad liberadora, en la vida del cristiano, en la vida eclesial, en la teología católica y hasta en el Credo. Pronunciarse contra los excesos que una teología pueda cometer es legítimo para la CDF, -insisto en que yo no los percibo-, pero tenemos derecho a ver cómo acoge esa misma primacía evangélica en su concepción de la teología. La respuesta de que “la reflexión teológica no puede tener otra matriz que la fe de la Iglesia. Solamente a partir de la fe eclesial, el teólogo puede adquirir, en comunión con el Magisterio, una inteligencia más profunda de la palabra de Dios contenida en la Escritura y transmitida por la Tradición viva de la Iglesia”, esta respuesta tiene su lógica, pero deja fuera del campo hermenéutico la cuestión principal: ¿Dónde y cuándo la Iglesia, su teología y su Tradición Viva, en seguimiento de Jesucristo,se hacen cargo del sufrimiento de los más pobres del mundo y se encargan de acompañar los empeños humanos por devolver a las víctimas su rostro humano? Yo no lo veo. ¿Dónde y cómo, en seguimiento de Jesucristo, se empeña la Iglesia y su Teología en bajar de la cruz a los crucificados de la emigración, del hambre y las pobrezas más extremas, de las mujeres oprimidas y de los encarcelados por su pobreza..., más aún, dónde, cómo y cuándo está asimilando la Iglesia toda, y la CDF, en su método y formulaciones teológicas, en su lectura de la Palabra, en su asunción de la Tradición y en su praxis pastoral y pública, que esta experiencia religiosa e histórica, “la misericordia radical de Dios con los pobres”, es referencia irrenunciable de su fe vivida, pensada y formulada? Yo en la teología de la CDF no lo veo y en la de Sobrino, sí.
Yo no puedo dar lecciones a nadie de compromiso con los pobres, pero si alguien corrige a otros, y puede hacerlo, como es el caso de la CDF, que muestre muy nítidamente cómo asume el valor teológico y espiritual de los más pequeños y débiles en su propuesta magisterial y teológica, porque de no hacerlo, estará dando respuestas cristianamente poco significativas. No podemos escapar al Evangelio de Jesucristo y su predilección por los últimos ni siquiera apelando a nuestra fidelidad al Magisterio de la Iglesia, ¡o ejerciéndolo! Así que volvamos honestamente a la Notificación, y preguntémonos juntos, desde el Papa al "último" cristiano, ¿qué fue de los pobres y dónde nos pusimos a acompañarlos en la teología, en el magisterio y en la caridad? Pues de no hacerlo, toda palabra nace des-Encarnada y hueca.