"El espíritu de Dios se manifiesta en plenitud donde hay espacio de libertad" Los mandamientos mantienen vivo el amor y encendida la paz del Espíritu
"Jesucristo ha venido a llevar a plenitud los mandamientos que Dios ha confiado al pueblo de Israel en la persona de Moisés"
"Este mundo tiene una gran tarea de poder ver en la sabiduría de Dios al amor que se nos comunica"
"Los legalistas como los escribas y fariseos que quieren acabar con Jesús, condenándole y crucificándolo buscan acabar con un amor desbordado en bien que les perturba y cuestiona su legalidad para abusar"
"Los legalistas como los escribas y fariseos que quieren acabar con Jesús, condenándole y crucificándolo buscan acabar con un amor desbordado en bien que les perturba y cuestiona su legalidad para abusar"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
Querer matar el amor que Dios nos comunica en Jesucristo es intentar lo imposible.
El amor está vivo en eternidad en Dios. Jesucristo es la palabra viva que enciende en nosotros el fuego pleno de la paz.
El primer saludo de ese amor vivo en Jesucristo resucitado es la paz que comunica a sus discípulos encerrados por miedo a los judíos.
Al escuchar en este domingo sexto del tiempo ordinario los tres textos : Eclesiástico, primera carta a los corintios y el evangelio de Mateo, la reflexión es conducida en la sabiduría del amor que se encierra en los mandamientos.
Jesucristo ha venido a llevar a plenitud los mandamientos que Dios ha confiado al pueblo de Israel en la persona de Moisés.
Jesús es la palabra encarnada traducida en mandamiento como el mismo nos dice : les dejo un mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado.
Los mandamientos confiados a Moisés para transmitirlos al pueblo no dejan de ser un saber amarnos los unos a los otros.
Entender que en Jesucristo al ser redimidos y liberados de la muerte, de la esclavitud y el pecado, somos restaurados de nuevo en la gracia, como vida de Dios que nos hace libres.
De ahí la importancia de caminar en la luz iluminados y conducidos por los mandamientos. Saber que en gracia de Dios que nos hace libres debemos evitar el mal en la profundidad del corazón que no guarda rencor, ni es vengativo, que no se deja atrapar de la mentira, ni el robo, ni lujuria , para que en libertad caminemos en esa paz que da el Espíritu.
El espíritu de Dios se manifiesta en plenitud donde hay espacio de libertad.
Esa sabiduría referida en la primera lectura del Eclesiástico y la primera carta a los corintios, nos llevan a entender que al actuar en libertad desde el amor es evitar el mal, el pecado y a no querer matar al amor.
La ignorancia de este mundo, que se cree inteligentemente sabio ha pretendido matar el amor vivo en Jesucristo que se comunica en bien hacia enfermos, ciegos , leprosos…
Este mundo tiene una gran tarea de poder ver en la sabiduría de Dios al amor que se nos comunica. Cuantos arreglos y resoluciones se hacen a la deriva del amor y acaban en esterilidad y muerte.
Jesús viene a darle plenitud a la ley, desde un amor que tiene en cuenta hasta lo más mínimo para que sea pleno este amor y, no querer cambiar ni la coma de ese amor para no disminuirlo. No se trata de ser legalistas sino a la manera de Jesús que nos dice; el amor y el bien están por encima de cualquier legalidad que obstruye la compasión y el bien cuando dice al paralítico: tu camilla y vete a tu casa, porque el sábado es para tener compasión y hacer el bien.
Quizás muchos legalistas quieren hacerse de la justificación de la ley para no hacer en generosidad desbordada el bien que nos pide el mandamiento de Dios.
Los legalistas como los escribas y fariseos que quieren acabar con Jesús, condenándole y crucificándolo buscan acabar con un amor desbordado en bien que les perturba y cuestiona su legalidad para abusar haciendo el mal y oprimiendo a los que no se pueden defender o quedan excluidos de un bien Común que les favorezca.
Sabernos en gracia de libertad y dejarnos iluminar por el bien, en la lucha de que nuestra naturaleza y egoísmo nos atraen frecuentemente hacia el pecado. Por eso es importante buscar adecuar la conducción de nuestra voluntad en la voluntad de Dios para estar en la acción y vida del amor, que nos permite estar en gracia y, si nos equivocarnos poder tomar el camino de conversión que nos lleva a reconciliarnos y a tener esa paz del espíritu.
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