Josean Manzanos escribe 'Intebioridad. una coreografía circular' (Khaf) Para preservar la vida, debemos mirarnos por dentro y bucear en nuestro ser

¿Podemos permanecer indiferentes a la crisis ecológica o a todo lo vivido durante los meses de confinamiento por la pandemia? ¿De qué forma están modificando estos acontecimientos nuestro acceso al mundo interior? ¿Cuándo nos “trabajamos por dentro” qué tipo de sociedad buscamos, dónde ponemos las prioridades, cuál es nuestra forma de relacionarnos con los demás y con el entorno?

Estas son algunas de las cuestiones que están en el fondo del último ensayo que acaba de presentar en Vitoria el profesor Josean Manzanos. Este educador lleva décadas ocupado en acentuar la importancia de la Educación de la interioridad como un elemento clave en la educación integral. Fruto de ello, ha desarrollado un proyecto pedagógico de Educación de la interioridad En Ti (Zougan en su original en euskera) (Edelvives -traducido al brasileiro por FTD-), planteado como una propuesta global para todo el alumnado desde la acción tutorial. Su oferta es genérica, es decir, está concebida como una necesidad para toda persona sea cual sea su religión (o no religión) o sus opciones personales y desde un planteamiento no dual.

En Intebioridad el autor da un paso más: no solo hace una descripción de la educación de la interioridad sino que hace girar su reflexión en torno a tres ejes: la vida interior (In), la ecología integral (bio) y la compasión (da). Hasta tal punto, que propone al lector una imagen que acompañe su lectura: un baile con estos tres movimientos citados y con seis pasos que permitan al danzante tomar conciencia de “lo que se mueve por dentro”, de “lo que se muestra en el desplegar de la vida” y “la unidad de todos los seres humanos y con nuestro entorno”. Este baile se halla armonizado por la necesidad del cuidado (es un eje que atraviesa todo el libro) y tiene como fuente del movimiento la inteligencia cordial -frente a la preponderancia de lo racional-.

La obra ofrece distintos niveles de lectura y está planteada como una presentación en espiral donde se va profundizando de manera gradual en los temas nucleares. Cada uno de los capítulos ofrece una metáfora (un E.P.I. para la sostenibilidad; semánticas cordiales; los pactsos -pacto para la ayuda emergente-; una especie invasora; la “ciudadanía” global; los ods del corazón y la declaración universal de los dispersos humanos) que enlaza la actualidad con los tres ejes anteriormente enumerados. Cada uno de estos capítulos se completa con uno a dos proyectos para leerlos interiormente (son trece proyectos en total, dirigidos a personas a partir de los 12 años y estructurados en tres movimientos y en seis pasos a los que se accede mediante un código QR).

La lectura del libro está cuajada de imágenes, de datos, de constataciones y de propuestas. El “poso” que queda en el lector es el de haber podido trazar cómo debe ser nuestro mundo interior y nuestra sociedad para hacer frente a la exigencia de sostenibilidad, de cuidado y ecológica que estamos viviendo. Mundo interior y sociedad que no son dos realidades independientes, sino que están profundamente imbricadas: la sociedad nace de nuestro mundo interior y este no puede desarrollarse sin la conexión con la realidad (“proyectamos en el exterior lo que vivimos dentro. (…) Atraemos aquello que somos (…) La individualidad genera anemia de sentido; la vida colectiva provoca un florecimiento”).

El lector agradece el enfoque pedagógico de la exposición y el recurso a símbolos que resultan muy sugerentes: como muestra propone el cuidado, el asombro, la belleza y la solidaridad compasiva como Equipos de Protección individual (E.P.I.) para la sostenibilidad. No aparecen citas a pie de página (sí bastantes al iniciar secciones de los capítulos) para facilitar el baile que propone la lectura. La lectura del especialista en la cuestión echará en falta las fuentes del pensamiento aunque ofrece pistas claras (Leonardo Boff o Enrique Martínez Lozano se atisban en algunas de las propuestas).

Se agradece la mirada esperanzada, el tono positivo y reposado de las propuestas y la apuesta por lo colectivo desde una vivencia profunda del corazón (razón cordial). También es de valorar el esfuerzo que realiza el autor para hacernos ver cómo elementos de la vida social (como los ODS o la Declaración Universal de Derechos Humanos) se convierten en sugerencias también para nuestro mundo interior. Si no ayudamos de desprecios, estamos bien interiormente o somos conscientes en nuestro corazón que todos somos iguales difícilmente podremos avanzar en la lucha contra el hambre, gozar de salud o defender la igualdad de género. Del mismo, al tratar los Derechos humanos subraya los diversos obstáculos que pueden impedirnos que se hagan realidad en nosotros y en la sociedad (uniformidad, discriminación, sospecha, injusticia…).

Este libro es interesante para todo el que esté preocupado por cómo afrontar lo que estamos viviendo y los que están convencidos de que la educación de la interioridad es una opción ineludible en nuestros días. También para aquellos que sospechen que la interioridad puede ser una evasión de la realidad; en estas páginas hallarán una conexión inseparable entre vida interior y construcción social y, por tanto, entre interioridad y compromiso.

Algunas citas para abrir el ojo -y el corazón- a la lectura

“Una vida descuidada, un entorno desatendido genera muerte”.

“Se puede afirmar que la ternura es la escucha del corazón; la generosidad ilimitada y la explosión del amor”.

“La primera instancia para transformar el mundo es no vivir en una exterioridad exacerbada”.

“Hemos de diseñar un despertar espiritual, más allá de las religiones y de las particularidades que también se combine con un nuevo marco político”.

“La ausencia de los demás nos genera abandono y desamparo; nos hace más débiles”.