José, intérprete de sueños
Los primeros sueños de José, cuando era joven y vivía con su padre y sus hermanos, le valieron ser vendido como esclavo a Egipto. Sus hermanos le tenían envidia por que se daban cuenta de que su padre lo prefería a ellos y porque él sin malicia contaba sus sueños, que en realidad parecían un tanto pedantes. Hasta su padre una vez le recriminó: “¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo tendremos que inclinarnos delante de ti?” (Gn 37,10). Con todo el padre del muchacho pensaba mucho en lo que había dicho.
Llegó la ocasión en que los hermanos de José se lo quitaron de encima de forma malvada vendiéndolo a unos mercaderes y éstos a su vez lo vendieron como esclavo a un egipcio. Pero José, joven bueno e inteligente que tenía al Señor con él, en las situaciones más penosas saca partido y no tanto en bien propio sino en bien de los demás. Sabe aprovechar las dotes que Dios le ha regalado. No hace como el criado necio que entierra en el suelo el talento que le confía su dueño, no! Saca provecho de los dones que tiene y los pone al servicio social del país en el cual vive como extranjero. Y no sólo para Egipto sino también para los pueblos vecinos.
José era un hombre integro que no quiso ceder a las propuestas de la mujer de su amo y esto le costó la cárcel pero allí también ayudaba a los otros presos y les interpretaba los sueños. Esto le valió para ser llamado ante el Faraón que había tenido un sueño que nadie sabía interpretar (Gn 40-41). Ante su clarividencia el Faraón le confía la administración de su reino.
En los momentos difíciles que podemos pasar acordémonos de que el Señor camina con nosotros. Y los dones con los cuales nos ha bendecido, pongámoslos al servicio de los demás.Texto: Hna. María Nuria Gaza.