De vender su cuerpo para poder comer ahora tiene su propia empresa de cocina y ayuda a otras jóvenes Augusta, la voz y el rostro de las niñas de la calle en Sierra Leona

El Papa bendice a Augusta
El Papa bendice a Augusta

Ha viajado a Europa para presentar su testimonio en diversos foros internacionales y ha cautivado a todo el mundo por la terrible historia de vida

"Gracias a Don Bosco Fambul mi vida cambió radicalmente"

Estas historias de superación, de esperanza y de sueños las cuenta el documental 'Love', de Misiones Salesianas

El pasado mes de octubre, una periodista de Vatican News le entregó 'Love' al Papa Francisco, que de inmediato dijo querer conocer el testimonio de estas chica

Augusta tiene 22 años y reconoce que es feliz, pero lo es desde hace demasiado poco tiempo para su juventud: "Ahora gano mi dinero con mi trabajo y nadie me utiliza ni se ríe de mí". No siempre fue así. Durante casi la mitad de su vida ha pasado por el trauma de ser una menor traficada, el dolor de vivir en la calle y la humillación de tener que vender su cuerpo para poder comer.

Gracias a Don Bosco Fambul, la ONG de los Salesianos en Sierra Leona, Augusta fue salvada de la calle, recibió educación y ahora tiene su propia empresa de cocina y vende comida por encargo en reuniones y eventos.

Acaba de vivir una experiencia inimaginable en su vida y toda una aventura para quienes la han acompañado: ha viajado a Europa para presentar su testimonio en diversos foros internacionales y ha cautivado a todo el mundo por la terrible historia de vida, de superación y de esperanza para ayudar a otras chicas de Freetown a salir de la prostitución.

La prostitución, la única salida

"Cuando no tienes nada y estás en la calle, la única manera de sobrevivir es la prostitución y, por desgracia, muchas veces no te pagan, te roban o directamente te golpean", asegura Augusta.

Cuando era una niña y vivía con sus padres en una aldea, una amiga de la familia prometió llevarla a la ciudad para ofrecerle una mejor educación. Sin embargo, nada de esto se cumplió y Augusta acabó siendo objeto de tráfico de menores y se convirtió en la esclava de la casa de la falsa tía y también en vendedora ambulante de fruta desde las 6.00 a las 22.00 horas el resto de los días. Si no vendía toda la mercancía o faltaba alguna moneda la golpeaban con violencia al regresar a casa. 

Una noche, el marido de la falsa tía quiso abusar sexualmente de Augusta y ella decidió huir y empezar a vivir en la calle. En ese momento, y aunque no lo sabía, también se había quedado huérfana. Su testimonio se llena en este punto de lágrimas al recordar cómo la golpearon, la violaron, la robaron y hasta la obligaron a estar con cinco hombres a la vez.

Más de tres años después, una trabajadora social de Don Bosco Fambul se acercó a ella en la calle, mientras dormía debajo de una mesa, para ofrecerle irse a vivir a una casa y poder tener ropa limpia, agua para lavarse, tres comidas al día, atención sanitaria y educación, pero Augusta lo rechazó pensando que volverían a engañarla y a esclavizarla.

Augusta
Augusta

"Mi vida cambió radicalmente"


Cuando en una ocasión enfermó y volvió a acercarse a ella una trabajadora social de los Salesianos, aceptó el cambio de vida. "Gracias a Don Bosco mi vida cambió radicalmente. Empecé a estudiar y acabé la secundaria, hice un curso de cocina y me gustó tanto que comencé unas prácticas en un restaurante. Al ver que se me daba bien y que estaban contentos conmigo, decidí dedicarme a la cocina", recuerda Augusta.

 Hace dos años y medio el misionero salesiano Jorge Crisafulli empezó de la nada un programa para rescatar a las menores que ejercen la prostitución en las calles de Freetown. "Lo hacen porque son pobres y para poder comer e incluso pagarse sus estudios. Nunca han ido al médico porque no tienen dinero y todo el mundo las culpabiliza, pero en realidad son las víctimas y a la vez las heroínas de esta historia", subraya. 

En este tiempo, los Salesianos han logrado rescatar de las calles a más de 350 chicas que, en la mayoría de los casos, se han reintegrado con sus familias o con sus familias extendidas y, lo más importante, han regresado a la escuela o han aprendido un oficio. El objetivo a partir de ahora es salvar a 300 menores cada año y que la mitad puedan continuar sus estudios y la otra mitad aprender un oficio.

Un documental recoge su historia

Estas historias de superación, de esperanza y de sueños las cuenta el documental 'Love', de Misiones Salesianas, dirigido por Raúl de la Fuente, ganador en dos ocasiones del Premio Goya por sus trabajos. La repercusión del documental, pero sobre todo la del programa de Don Bosco Fambul, denominado 'Girls Os+' (Refugio para chicas+), permitió organizar el pasado mes de febrero una gira por diferentes países europeos.

El objetivo era muy concreto: poner voz y rostro a las historias de estas menores, "porque son niñas, piensan como niñas y sienten como niñas, pero se ven obligadas a realizar una actividad de adultas para sobrevivir", asegura el misionero salesiano.

El Papa y Augusta

El pasado mes de octubre, una periodista de Vatican News le entregó 'Love' al Papa Francisco, que de inmediato dijo querer conocer el testimonio de estas chicas. Lo mismo ocurrió, gracias a la intermediación de Don Bosco International en Bruselas, con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, y con la presidenta de Malta, Marie-Louise Coleiro.

Pero para cumplir el ambicioso programa faltaba el trámite burocrático: conseguir el visado en la Embajada de Bélgica en Costa de Marfil. Después de un mes en la capital del país, sin pasaporte porque estaba en la documentación en poder de la embajada, la resolución fue negativa. La respuesta fue que ganaba poco dinero en Sierra Leona y era un riesgo que pudiera quedarse en Europa...

"Si alguien de Europa quiere viajar a África consigue el visado sin problemas, aunque sea pagando en el último momento, pero si eres de África, mujer, joven, negra y pobre, olvídate... sólo los ricos pueden viajar", asegura molesto Crisafulli.

Gira por Europa y encuentro con el Papa

Cuando todo parecía estar perdido, Augusta pudo viajar a Europa gracias a la ayuda de la Embajada de España. Su viaje, trece aviones y siete países en menos de dos meses, ha sido un aprendizaje cultural para ella y una lección de vida para los demás.

Augusta, en el Vaticano

Jamás había montado en un ascensor, ni en una escalera mecánica, no sabía que existía el agua caliente y durante días estuvo duchándose con agua fría, le sorprendían los grandes edificios, la publicidad... cualquier detalle, pero echaba de menos su comida y siempre tenía frío y se sentía cansada. Su ilusión en España era visitar el estadio del Real Madrid, y también la hizo realidad...

El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, se sintió conmovido por su testimonio y se comprometió, junto a la eurodiputada Teresa Jiménez Becerril, a impulsar una resolución parlamentaria sobre Sierra Leona en favor de los derechos de los menores.

El apoyo de la presidenta de Malta

La presidenta de Malta, Marie-Louise Coleiro, le dijo que "tengo una hija de 27 años, pero ahora tengo otra en Sierra Leona", y le dio su número de teléfono personal y su correo electrónico para estar en contacto.

Por último, en Roma, el Papa Francisco se detuvo con ella y con Jorge durante varios minutos. Le preguntó si cocinaba bien, Augusta le entregó cartas escritas por los niños y niñas de la calles, el documental 'Love' y el libro 'Niñas sin nombre'. Además, le pidió una bendición para ella y para todas las niñas que atienden los Salesianos en Sierra Leona y el Papa accedió.

Augusta, con Alberto López en Bruselas


Un mejor futuro

Gracias al documental 'Love' y al trabajo de Don Bosco Fambul, una ley en Sierra Leona impide detener a las niñas que duerman en la calle, anden solas o ejerzan la prostitución y obliga a llevarlas a Don Bosco Fambul. Además, otra reciente ley de emergencia nacional contra los abusos a menores condena a cadena perpetua la violencia física y sexual contra los menores.

Augusta ha retomado su vida normal y sigue acudiendo tres días por semana al centro de Don Bosco Fambul en Freetown para dar clases de cocina a chicas que, como ella, hace un tiempo estaban en la calle y sobrevivían vendiendo su cuerpo.

Su sueño es abrir un restaurante en el centro de la capital, contratar a estas chicas que salen de la calle y decorarlo con las fotos de este increíble viaje que aún está asimilando.

Con la fuerza de su testimonio, de los apoyos que ha recibido y gracias a los Salesianos y a Don Bosco Fambul, su sueño y el de cientos de menores que venden su inocencia para poder comer está, sin duda, cada día más cerca de cumplirse.

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