"¿Qué es lo que quiero que forme parte de mi nueva normalidad?" Alberto Roselli: "¿El mundo que cuestionábamos antes de la pandemia por mezquino, tiene que volver a serlo?"
"Por estos lares del sur del mundo, especialistas saboteadores de la paz general han llegado a calificar de “infectocracia” e “infectadura” las indicaciones gubernamentales de mantenerse aislados"
"¿Es que acaso no podría ser ésta una chance concreta de re-mirarnos a nosotros mismos, a nuestras sociedades y al mundo entero?"
"¿Qué valores viejos cobran sentido y cuáles ya podrían darse de baja?"
"¿Qué valores viejos cobran sentido y cuáles ya podrían darse de baja?"
| Alberto Roselli, diácono y periodista
El tiempo de cuarentena a causa de la pandemia, aún vigente, por la aparición del Covid-19 ha dado y está dando para todo. Desde la mediocre actitud de politizar, o mejor partidizar las medidas de prevención cayendo en hondas contradicciones, hasta la invención de nuevos términos y expresiones.
Por estos lares del sur del mundo, especialistas saboteadores de la paz general han llegado a calificar de “infectocracia” e “infectadura” las indicaciones gubernamentales de mantenerse aislados y guardar distancia para prevenir contagios, según quieran darle forma de gobierno o de dictadura.
Hábilmente, en cambio, no llegan a atreverse a llamar a una desobediencia civil, porque aunque no se admita, el coronavirus existe, no tiene más cura que la prevención y mata. Otra de las expresiones que está ganando segundos y centímetros en los medios es “nueva normalidad”.
Claro, para algún sector políticamente interesado, se trata de espetar afirmaciones rayanas en el absurdo como que de ahora hasta el fin del mundo habrá que salir con barbijo y mantener distancias preventivas. Pero quisiera proponer aquí un espacio donde pensar e intentar poner negro sobre blanco, si es posible, haciendo espacio al sentido común, acerca de este momento histórico.
Ya hemos dicho que hay, básicamente, dos posibilidades: ignorarlo y negarlo o bien tomarlo como una oportunidad. Quizás una buena primera pregunta sería si, por más esfuerzo que se ponga en ignorarlo, ¿este tiempo no dejará su influencia y consecuencias, mal que nos pese? En verdad se piensa que cuando esto pase, ¿todo será igual que antes?
Que, si fuera posible, se retrasaría el calendario a febrero, por ejemplo, como si nada hubiese pasado, sino sólo una fuerte gripe con unos cuantos miles de muertos que generó una exagerada reacción mundial. ¿Que el mundo que cuestionábamos antes de la pandemia por mezquino, arrogante e injusto debe volver a serlo después de estos meses tan duros como inesperados? O sea, que, al final de cuentas, ¿todo tiempo pasado resulta que fue mejor?
¿Que la pandemia por coronavirus del 2020 sea recordada sólo como un acontecimiento que demoró el crecimiento de la economía mundial y si es posible que no sea registrado por los libros de Historia? ¿No será mejor darse un tiempito para mirar este acontecimiento como una oportunidad? ¿Es que acaso no podría ser ésta una chance concreta de re-mirarnos a nosotros mismos, a nuestras sociedades y al mundo entero? ¿En verdad no estamos ni siquiera dispuestos a intentar conjugar los verbos según la primera persona del plural, en lugar de hacer prevalecer el “yo”?
"Los capitales dueños del mundo aspiran a convencernos que como estaban antes las cosas estaban bien"
La nueva normalidad no solo es real y posible sino que es imperiosamente necesaria. Y al respecto vendría bien plantearse: ¿qué es lo que quiero como persona y ciudadano que forme parte de mi nueva normalidad? ¿Qué cosa que antes no estaba en mis planes y que hoy, luego del covid-19, debería integrarse esencialmente a mi nueva forma de vida?
¿Qué valores viejos cobran sentido y cuáles ya podrían darse de baja? ¿Y qué valores nuevos, siempre conjugando en primera persona del plural, deberían entrar en este nuevo mundo? ¿Acaso expresiones como "solidaridad", "respeto a toda vida", salir al encuentro", no cobran un nuevo sentido? Claro está que pensar la nueva normalidad, el futuro al que nos asomamos, no puede ignorar el hoy.
No se trata de olvidar y obviar nuestros “hoy” concretos desde el inicio de la pandemia hasta este tiempo pretendiendo olvidar todo como si nada hubiese sucedido: es desde esos “hoy”, los míos y los de todos, desde donde se harán visibles los nuevos tiempos.
Los capitales dueños del mundo aspiran a convencernos que como estaban antes las cosas estaban bien y así deben volver a ser lo antes posible. La aclaración es que estaban bien, pero para ellos. Muchos, muchísimos ni siquiera llegaban a cubrir las primeras líneas de la dignidad de personas.
Tenemos una oportunidad inmejorable que ojalá sepamos y podamos aprovechar. Admito que estas líneas pueden sonar líricas, novelescas, expresión de puro deseo. Pero espero con todo el corazón que no sea así. Espero y trabajo para que de esto salgamos mejores personas, es decir, mejores unos con otros; solidarios; sensatos; generosos; respetuosos y convencidos de que todos somos iguales. De que los roles no nos hacen más importantes que otros, sino complementarios.
A quienes creemos en Dios, creador de la vida; en Jesús, Dios hecho hombre para dignificarnos y en el Espíritu Santo, presencia misteriosa, permanente y cotidiana de Dios Amor, nos alimentan las palabras de San Pablo a los Gálatas: “Nosotros, de acuerdo a la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la Justicia”. Ese cielo y esa tierra nueva podemos ir haciéndola realidad ahora. Cambiemos desde ahora el “yo” por el "nosotros”: Hagamos una consigna de ello y todo será posible.