Almuerzo con Andrés Carrascosa, nuncio del Papa en el Congo, y con Juan del Río, el arzobispo castrense. Me resulta de enorme interés por las insinuaciones cargadas de conocimiento eclesial privilegiado de los dos clérigos. La COPE riega el almuerzo, de principio a fin: «¿Dónde se ha visto que un ateo y un protestante sean las vigas maestras de la empresa radiofónica de la Iglesia católica en España? ¿Cómo podemos consentir que se llame masón al nuncio del papa desde la emisora de la Iglesia? Ha sido la gota que colmó el vaso. El malestar llegó hasta el Papa, que llamó a Rouco y a tres cardenales españoles para hablar del asunto; más parecería un careo que una audiencia».
Nos aproximamos a la relación ordinaria entre el mundo y el cielo. Juan del Río se confiesa seguidor de un Dios «humanizado». Es listo y conoce los caminos y atajos que llevan a Roma.
Sevillanía y sentido común a raudales. El castrense denota una profundidad intelectual salteada de evidente sentido del humor.
Reconoce que su nombramiento es un síntoma —si se quiere, tímido, pero claro— de que en el futuro van a cambiar las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de España. Llega «un nuevo aire». Hablamos del cardenal Bueno Monreal, del cual fue secretario el castrense: «Era claramente seguidor de Juan Pablo I y receloso del polaco. Un día me dijo que Juan Pablo I se sentaba al filo del sillón papal y su sucesor lo ocupaba plácidamente de lleno, como si fuera suyo de toda la vida».
Chunda y yo salimos muy satisfechos del almuerzo.