"Menos prosopopeya y más sanación" Cambio de mitras por mascarillas

Mitra de obispo
Mitra de obispo

"De muchas y misteriosas razones habrían de equiparse los responsables del protocolo cardenalicio para semi- convencer al papa Francisco de que tales y tantos colorines sigan teniendo plena vigencia"

"No existen argumentos legítimos que justifiquen tanta y tan perversa tradición y cultura. El pueblo de Dios que siempre peregrinó por caminos de esparto, no se merece el 'regalo' de espectáculos feudales"

"Tal y como hoy se están poniendo las 'cosas' en el mundo, y tal vez más en la misma Iglesia, el destino ya próximo y urgente de las mitras no será otro que el de su intercambio por las mascarillas"

"Las mitras son componentes festivaleros y de prosopopeya. Las mascarillas lo son de sanación y solidaridad. Es decir, de santo Evangelio"

De muchas y misteriosas razones habrían de equiparse los responsables del protocolo cardenalicio para semi- convencer al papa Francisco de que tales y tantos colorines sigan teniendo plena vigencia en actos y celebraciones tan importantes como las enmarcadas en las dependencias del Vaticano.

Solo con echarle un leve “vistazo” a los medios de comunicación -eclesiásticos o no- , se advierte que los liturgos se “pasaron” multitud de pueblos, acentuando las distancias de incomprensible, anticristiana y antievangélica manera. Los colorines ni son ni hacen Iglesia. Por tanto, ni obispos ni cardenales. De cualquier riato o ceremonia en las que se hagan -los hagan- presentes, se destierran y excluyen razones y convencimientos verdaderamente religiosos, si a estos los debiera seguir definiendo el santo Evangelio.

La Iglesia siempre, y más en la actualidad, arrojará lejos de sí cualquier indicio que ni haya partido, ni sea, su meta el Evangelio. No existen argumentos legítimos que justifiquen tanta y tan perversa tradición y cultura, por mucho que se pretenda alargar la pervivencia de los mimos, basándola en las “sagradas prácticas y costumbres de toda la vida”.

Los colorines y sus adyacentes descristianizan la institución eclesiástica, obligando a todos sus miembros a rebautizarse, comenzando por los más distinguidos, por tanto, por aquellos a los que las tonalidades de los colorines les confieran realces y adornos más sobresalientes.

El pueblo de Dios que siempre peregrinó por caminos de esparto, dificultades, humildades y humillaciones y pobrezas no se merece el “regalo” de espectáculos como los que dictan, canonizan y bendicen los manuales de Liturgia, el Código de Derecho Canónico , así como las costumbres de ser y vivir los todopoderosos señores feudales, vestidos de “raro,” y con ornamentos, a los que de por sí desacraliza el testimonio del resto del pueblo de Dios, que no se siente y es discriminado, sino sempiternamente apenado, triste y hasta avergonzado.

Sí, y lo repito una y muchas más veces, las mitras y cuanto fueron., son y significan en el episcopado, están de más en la Iglesia. Sobran, debieran prohibirse y se prohibirán algún día y tal vez antes de lo que muchos quisieran. Y no solo por irreligiosas, sino por motivos cívicos y estéticos. Las mitras causan risa. Su uso es hoy prevalentemente carnavalesco. Su “quita y pon”, tal y como lo exigen los “maestros de ceremonia”, provocan constantes y seguras distracciones a los presentes en los actos piadosos, por muchos y santos esfuerzos que hagan por “pasar” del divertimento”- que tal trajín e incomodidades les supone a los “Excelentísimos y Reverendísimos” usuarios “por la gracia de Dios” , nombrados , que no elegidos, para “disfrutar” -sí, “disfrutar” del extraño y esperpéntico adminículo.

Tal y como hoy se están poniendo las “cosas” en el mundo, y tal vez más en la misma Iglesia, el destino ya próximo y urgente de las mitras no será otro que el de su intercambio por las mascarillas. Estas, catalogadas sanitariamente y como corresponde, son de por sí, salutíferas. Salvan a sus porteadores y porteadoras, a quienes sea útil preciso o necesario relacionarse por motivos familiares, sociales, profesionales, laborales, de ocio o convivenciales en general.

Las ventajas del uso de las mascarillas sobre las mitras son múltiples. Destaco, entre ellas, las aparentemente litúrgicas por lo del color que les pueda corresponder en los tiempos sagrados. La de la igualdad para todos, sean o no seamos, ricos, pobres, libres, siervos o esclavos, laicos o laicas, curas, obispos, acólitos, hombres o mujeres, “gente de tropa” o Capitanes Generales. .

Las mascarillas son, o debieran ser, parte del paisaje de la convivencia cívica que debiera definir tanto a los rusos como a los ucranianos, en las batallas de cada día, todas con aspiraciones tremendas a la cruel y loca ”atomización” de la humanidad que la haría desaparecer de la faz de la tierra.

Hoy por hoy me limito a reflejar aquí y ahora el criterio de muchos cristianos de a pie, en relación con los colorines y mitras, y me siendo obligado a subrayar su disconformidad y rechazo de oropeles tan raros y exagerados, que lo único que “predican” es su condición de “todopoderoso” y misterio, inefable e infaliblemente.

Las mitras son componentes festivaleros y de prosopopeya. Las mascarillas lo son de sanación y solidaridad. Es decir, de santo Evangelio.

Mascarilla
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