"Si sólo juzgamos por las apariencias, tendemos a equivocarnos" Ronald La Barrera Villarreal: "Debemos aprender de Cristo, que tiene un corazón manso y humilde"
"Esto contrasta con lo que la sociedad de hoy nos invita, que debemos ser los primeros, buscar que nos sirvan, tener comodidades sin importarme el otro"
"Ante tanto amor y misericordia de Dios, ¿seguiremos viviendo en el pecado? ¿Nuestra vida será siempre un seguir nuestros caprichosos y rabietas?"
"Creo que a todos nos llega el momento de hacer un alto en nuestra vida para reflexionar y poder ver qué es lo mejor para mí y para los que me rodean"
"Creo que a todos nos llega el momento de hacer un alto en nuestra vida para reflexionar y poder ver qué es lo mejor para mí y para los que me rodean"
| Ronald La Barrera Villarreal
El corazón es la fuente de donde proviene lo bueno o lo malo, así lo dice el Evangelio: “la persona buena saca el bien del buen tesoro de su corazón, y la persona mala saca la maldad de su mal corazón, porque la boca habla de lo que abunda en el corazón (Lc 6,45); y en otro pasaje Cristo nos dice: “aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).
Debemos aprender de Cristo, que tiene un corazón manso y humilde, lleno de amor y misericordia, de ternura y compasión; o como nos dice el apóstol Pablo: “Tengan pues, los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2,5) y nos habla de humildad, de sometimiento, de obediencia, de despojo, etc.
Esto contrasta con lo que la sociedad de hoy nos invita, que debemos ser los primeros, buscar que nos sirvan, tener comodidades sin importarme el otro, pero esto no es nuevo porque ya Cristo lo decía: “Donde estará tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21), si nuestro tesoro es Dios, nos esforzaremos en aprender a tener un corazón y sentimientos como los de Cristo, pero si nuestro tesoro son cosas distintas a Dios buscamos cualquier cosa que llene nuestra vida y eso damos: “del corazón provienen pensamientos perversos, crímenes, adulterios, lujuria, robos, falsos testimonios y blasfemias” (Mt 15,19).
En este tiempo de confinamiento que hemos vivido y aún estamos viviendo a causa de la pandemia, hemos tenido y tenemos tiempo para meditar, para darnos cuenta de qué estamos haciendo de nuestra vida, cómo estamos viviendo, con un corazón como el de Cristo o con un corazón mezquino. Con palabras de la Escritura, ¿tenemos un corazón de piedra o un corazón de carne? Porque dice el Señor: “Arrancaré su corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que cumplan mis leyes y observen mis normas” (Ez 11,19-20).
La dureza de nuestros corazones, muchas veces no nos deja reconocer las maravillas de Dios en nuestras vidas y en el mundo, a pesar de las adversidades, “porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado” (Mt 13,15) y así nos convertimos en jueces que señalamos, criticamos y hasta condenamos actitudes de otras personas sin ni siquiera conocerlas.
Ya en el AT se lee: “el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón” (1Sam 16,7); si sólo juzgamos por las apariencias, ese juicio no es correcto, tendemos a equivocarnos, no sabemos por qué una persona es introvertida o extrovertida, si anda triste o alegre, si tiene un carácter fuerte o es sumisa, si viste de una forma u otra, esas son actitudes de la persona que provienen de algo más profundo que está viviendo.
Sólo Dios puede conocernos y nos conoce mucho mejor que nosotros mismos, pues, a veces, aparentamos lo que no somos ni tenemos, podemos engañar a muchas personas, incluso a nosotros mismos, pero Dios, que conoce nuestros corazones, pensamientos y acciones, a Él no le podemos engañar.
Dios con su corazón amoroso y misericordioso, va guiando nuestro camino y “aunque nuestros pecados sean rojos como escarlata, quedarán blancos como la nieve” (Is 1,18), porque el Señor es lento a la cólera y rico en clemencia, está siempre dispuesto a perdonar.
Ante tanto amor y misericordia de Dios, ¿seguiremos viviendo en el pecado? ¿nuestra vida será siempre un seguir nuestros caprichosos y rabietas? ¿caminaremos por sendas de oscuridad y de muerte? Creo que a todos nos llega el momento de hacer un alto en nuestra vida para reflexionar y poder ver qué es lo mejor para mí y para los que me rodean, es hora de esforzarnos para que nuestro corazón sea semejante al de Cristo y nuestras obras puedan conducirnos por caminos de amor y felicidad.
Es por eso que debemos pedirle al Señor que nos ayude con su gracia, que no sea una promesa más que vamos a cambiar nuestras actitudes, costumbres y manera de vivir, sino que de una vez demos el paso decisivo al cambio de nuestras vidas, no confiemos tanto en nuestras fuerzas y conocimiento, sino en la gracia, el amor y la misericordia de Dios.
Comencemos a caminar con el Señor que nos dice: “no tiemble tu corazón ni se acobarde (Jn 14,1), el camino es angosto y difícil, pero de la mano de Dios llegaremos a la meta, con fe todo es posible, como lo recuerda Pablo: “estamos acosados por todas partes, pero no angustiados; desorientados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados” (2Cor 8,9), porque “¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!” (Flp 4,13).
Es nuestro corazón quien nos llevará por las sendas del bien o del mal, de la luz o de las tinieblas, del amor o del egoísmo, de la vida o de la muerte; la decisión es tuya, deja que arda tu corazón como los discípulos de Emaús que decían: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24,32).
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