Ante la Campaña Personas Sin Hogar 2023 Ver lo invisible
En Pueblos Unidos detectamos como preocupación que cada día llegan a los centros familias con menores de edad (tres familias de media semanal en nuestro caso) que, al acudir a las administraciones que gestiona el Estado para cubrir sus necesidades básicas (alojamiento, comida...), se están encontrando con la imposibilidad de poder acceder a estos recursos por el mero hecho de ser migrantes y llevar poco tiempo en España
Reivindicamos que el Estado asuma este tipo de situaciones para que las familias no se queden desprotegidas aumentando los recursos necesarios, poniendo límites y controlando los precios de los alquileres (tanto de los pisos como de las habitaciones) para que no tengan que verse en situación de calle
| José Luis Pinilla Martin s.j.
Para visibilizar a los invisibles una obra escultórica del canadiense Timothy P. Schmalz, titulada 'Jesús sin hogar,' muestra una figura de tamaño natural envuelta en una gruesa manta durmiendo en un banco de la ciudad. Si localizara al autor y pudiera tramitarlo le invitaría a hacer lo propio no solo con una persona sino también con familias que van quedando en la calle. Porque en Pueblos Unidos detectamos como preocupación que cada día llegan a los centros familias con menores de edad (tres familias de media semanal en nuestro caso) que, al acudir a las administraciones que gestiona el Estado para cubrir sus necesidades básicas (alojamiento, comida...), se están encontrando con la imposibilidad de poder acceder a estos recursos por el mero hecho de ser migrantes y llevar poco tiempo en España.
Reivindicamos que el Estado asuma este tipo de situaciones para que las familias no se queden desprotegidas aumentando los recursos necesarios, poniendo límites y controlando los precios de los alquileres (tanto de los pisos como de las habitaciones) para que no tengan que verse en situación de calle. Somos “saco roto” de las administraciones que apenas puede romperse más.
Vayamos al tema de la visibilidad de estas personas
"Las nieblas de Londres no existían hasta que fueron descubiertas por el arte", decía Oscar Wilde. Lo que significa que una de las cualidades especiales que tiene el arte es resaltar cosas que de otro modo se olvidarían. Las obras de arte tienen el poder, de hacer que la gente vea lo que normalmente es invisible. Obras de arte que llamen la atención sobre el hecho de que toda vida humana es sagrada. Y cuando vemos a los marginados y a las personas sin hogar, deberíamos ver que hay algo divino dentro de todos. Para las personas sin hogar en una gran ciudad, la gente se acostumbra tanto a verlos que se vuelven invisibles, como si fuera sólo un obstáculo que hay que sortear.
Me comenta un compañero que vivió en Canadá que, después de su finalización en 2012, la escultura fue rechazada tanto por la Catedral de San Miguel en Toronto como por la Catedral de San Patricio en Nueva York. Considerada una controvertida imagen por su desaliñada representación de Cristo, permaneció almacenada durante un año hasta que le dieron un hogar frente la escuela de Teología de los jesuitas de Toronto. No está mal dicha ubicación para recordar por quienes debe ser atravesada la teología.
En noviembre de 2013, el escultor y autor de la estatua, tuvo la oportunidad de presentarle al Papa un modelo de la estatua de este hombre «sin techo». Cuando el Pontífice lo vio no pudo apreciar el rostro (nadie se lo puede ver) porque solo quedaban expuestos los pies, en los que podían verse sin lugar a dudas las marcas de una crucifixión. La figura sólo puede identificarse realmente como Jesús a través de las heridas en sus pies descalzos. El Papa le tocó las rodillas y los pies… y rezó. Una estatua de bronce que el Papa bendijo durante el Jubileo de la Misericordia. Se quedó en el Vaticano.
Sin rostro
No se le ve el rostro, repito. Podría ser uno más entre tantos que vagan por las calles sin un techo ni un hogar donde pasar la noche. Sin embargo, lo delatan los agujeros de sus pies, restos de las miles de heridas a las que se han visto sometidos.
También está –además de otros lugares del mundo- a los pies de la catedral de Madrid por iniciativa del Cardenal Osoro y cuya ubicación nos viene también muy bien para verificar la autenticidad de nuestro culto en la práctica de la justicia y de la compasión antes de entrar en la iglesia, techo para todos En vísperas de la Campaña eclesial sobre personas sin hogar paseé una noche por allí y por las calles cercanas a la catedral de la Almudena.
Comprobé imágenes similares. Pero esta vez de carne y hueso. Anónimas y fantasmagóricas sombras identificadas con el cartón o la noche que les envuelve. En algunos casos en cajeros de bancos, metáfora sangrante de la gran ciudad y expresión interpeladora de la pobreza extrema y de la permanente crisis. Se acogían al “calor “de las cajas bancarias que les permitían pasar la noche con un mínimo de seguridad y sin excesivo susto. Unos protectores cartones como paredes y como colchón. Y una manta que sirve de abrigo y que incluso tapa el rostro ante las luces “insultantes” a sus ojos. “¡Que apaguen la luz!”, gritaba uno, con dolorosa y chispeante ironía porque no podía soportar la iluminación de las farolas de la noche.
¡Cuanta noche también para los responsables de estas historias y que no quieren ver, no solo la falta de vivienda o de techo, sino falta de hogar, o falta de salud o de protección y seguridad. Sin ejercicio del derecho de la participación. Y en definitiva, sin una vida digna (Que de todo eso habla la Campaña con datos concretos)
Personas que “viven” en la calle, que están tan al límite que la mayoría de las veces, ni siquiera existen, son invisibles para el resto del mundo. Visibles solo por noticias de muertes por frío, , agresiones, suplantaciones de personalidad para operaciones de corrupción tan de moda, etc. Sin embargo, es importante caer en la cuenta de que son personas con necesidad. Porque esta realidad de las personas sin hogar sigue siendo una de las más desconocidas, lo que facilita que se perpetúe el estigma, los falsos mitos y los prejuicios que han acompañado la imagen que en ocasiones tenemos de estas personas.
No dejarlos fuera de cobertura
Hay que reconectar con ellos. Conectar no solo con las redes sociales que hablan de ellos, si no con los corazones de los que tanto las usan por motivos y dineros a veces tan inútiles. Porque las razones para vivir en la calle y, en la gran mayoría de los casos, nada tiene que ver con decisiones libres, meditadas y personales. Son respuestas a situaciones, procesos personales, caminos de idas y venidas, de salidas, y rupturas, de reconstrucciones, y desapariciones… y de vuelta a empezar, mil veces… y de no encontrar sentido, otras mil. Son a ellos a los que no hay que dejar fuera de cobertura
Son miles de razones, porque son miles las vidas que intentan sobrevivir con el “peso de sus mochilas vitales”, donde se agolpan desordenadamente momentos, fracasos, bajadas de tobogán, dolores, ausencias, llantos. Todos nosotros en la mochila de la vida vamos guardando, unas veces con cariño, otras llenos de rencor, de dolor o de rabia, nuestra vida. A unos les pesa poco, es liviana y fácil de llevar… “A otras personas, la vida les ha ido marcando a fuego mucho dolor, soledad, miedo… y no pueden más con el peso de lo que han metido dentro o se les ha ido metiendo” (escribió una vez Sonia Olea, muy experta de Cáritas en este tema). Pesa más, como es natural, lo que más daño ha hecho… o más duro ha sido… o lo sigue siendo, porque nunca termina de irse. En esa mochila está el barrio donde has nacido, la familia que te ha criado, las vivencias en la niñez y en la adolescencia… la posibilidad o imposibilidad de tener educación, salud, ocio, cariño, vacaciones… Unos tienen muchas herramientas y modernas… ¡¡Otros muchos, no!!
Las nieblas de Londres parecían más verdad cuando se visibilizaron al plasmarlas en los cuadros de arte La visibilidad de los sin hogar la provoca esta obra de arte que comento. El autor -que más tarde haría de manera similar una barcaza llena de emigrantes- decía, y con esto termino: “Estamos acostumbrados a ver a Jesús como el Señor Perfecto, Cristo Rey; estamos acostumbrados a ver a los embajadores visuales de nuestra religión de una manera determinada y cosas como esta realmente está poniendo todo patas arriba. Porque en lugar de preocuparse por los pequeños rizos y los abdominales perfectos de una escultura de Jesús, me centro en representarlo tal como él se representó a sí mismo en sus palabras (Mt 25). Como escultor me he preguntado muchas veces: '¿Cómo le gustaría a Jesús ser esculpido?”. Y no creo que a él realmente le importara si tuviera dientes o abdominales perfectos. La proyecté cuando estaba en el centro de Toronto y vi a una persona sin hogar que estaba completamente envuelta en un saco de dormir. Era una imagen inquietante y 'me la apropié' en un contexto espiritual. Me dije a mí mismo: ese es Jesús”.
Acertó. Visibilizó al invisible
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