"Siempre tuvimos la certeza de que nos iban a devolver el guantazo" Sodalicio, Paola Ugaz, Daniel Yovera y yo… Juzgue el lector nuestro "delirio de persecución"
"¿Por qué Paola Ugaz, Daniel Yovera o el arriba firmante sostenemos que el Sodalicio, la organización sectaria y de características mafiosas, que depende de un dicasterio vaticano, nos hostiga desde hace varios años?"
"¿Porque tenemos delirio de persecución? ¿Porque es parte de una estrategia legal y mediática para "encubrir nuestras fechorías y crímenes"? ¿Porque los tres periodistas que hemos investigado al Sodalicio padecemos de algún tipo de trastorno o paranoia? "
"Esbocemos una somera línea del tiempo y que el lector juzgue si sufrimos algún tipo de alteración patológica o estamos llevando a cabo algún artilugio leguleyo para 'solapar nuestras fechorías'"
"Hasta la fecha, el único condenado en el Caso Sodalicio ha sido este pequeño servidor"
"Esbocemos una somera línea del tiempo y que el lector juzgue si sufrimos algún tipo de alteración patológica o estamos llevando a cabo algún artilugio leguleyo para 'solapar nuestras fechorías'"
"Hasta la fecha, el único condenado en el Caso Sodalicio ha sido este pequeño servidor"
| Pedro Salinas
¿Por qué Paola Ugaz, Daniel Yovera o el arriba firmante sostenemos que el Sodalicio, la organización sectaria y de características mafiosas, que depende de un dicasterio vaticano, nos hostiga desde hace varios años?
¿Porque tenemos delirio de persecución? ¿Porque es parte de una estrategia legal y mediática para “encubrir nuestras fechorías y crímenes”? ¿Porque los tres periodistas que hemos investigado al Sodalicio padecemos de algún tipo de trastorno o paranoia?
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A ver. Esbocemos una somera línea del tiempo y que el lector juzgue si sufrimos algún tipo de alteración patológica o estamos llevando a cabo algún artilugio leguleyo para “solapar nuestras fechorías”.
Mi colega y amiga, Paola Ugaz, y este pequeño servidor, publicamos la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados (Planeta), en octubre del 2015, luego de un lustro de pesquisas y revelaciones sorprendentes y al mismo tiempo aterradoras.
Siempre tuvimos la certeza de que, el Sodalicio en respuesta al cúmulo de abusos denunciados en la publicación, nos iba a devolver el guantazo con cartas notariales, querellas y/o campañas difamatorias.
La amenaza judicial está en el ADN sodálite. Es su rúbrica y su manera consabida de replicar. De retrucar dando coces. De instrumentalizar la justicia para vengarse. Es un dato de la realidad. Miren, si no, acaban de amenazar judicialmente hasta al nuncio en el Perú.
Para nuestra sorpresa, ello no ocurrió. Bueno. No ocurrió en el acto. El ulterior tsunami, luego del escándalo de los abusos, fue tan grande y monumental, que, primero necesitaron dedicarle mucho tiempo y mucho dinero a gestionar la crisis reputacional ocasionada por los destapes periodísticos.
Fue recién hacia mediados del 2018 cuando empezó el asedio, y de qué manera.
En el 2018, en el contexto de la visita del pontífice argentino a Chile y Perú (el jefe de los católicos todavía no era, ni de cerca, un papa empoderado frente al fenómeno de la pederastia en su institución), escribí un texto en mi blog en el portal La Mula (20/1/18), titulado “El Juan Barros peruano”. En este comentaba un hecho que advirtió previamente Paola Ugaz en Twitter durante la presencia del jefe de los católicos en mi país.
¿Qué hecho? Pues uno, digamos, bastante curioso. El discurso de honor en la ciudad de Trujillo lo dio nada menos que el entonces sodálite y arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren Anselmi. Y lo hizo con el beneplácito de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP). El Sodalicio, para más señas, acababa de ser “comisariado” una semana atrás por el Vaticano.
Mi texto decía, a la letra:
"Quienes hemos seguido el Caso Karadima sabemos perfectamente quién es Barros. Era uno de los hombres más cercanos al pederasta Fernando Karadima, de los que participó en maltratos psicológicos con los subordinados de la parroquia El Bosque (…) La primera denuncia que se hace en el año 2000 contra el Sodalicio, formulada por el periodista José Enrique Escardó, es contra el sodálite Eguren, dicho sea de paso, uno de los discípulos directos y cercanos de Luis Fernando Figari, y miembro de la denominada “generación fundacional”. O sea, alguien que, como Germán Doig, Virgilio Levaggi y Jaime Baertl, le conocen todas sus cosas al fundador del Sodalicio. Por eso, el símil con Barros le cae como un guante".
Lo que sucedió en ese marco histórico, recordarán los memoriosos, fue lamentable. El padre Jorge, o papa Francisco, respondió altaneramente a una periodista y defendió al obispo Barros, en suelo chileno. Y en el avión, camino de vuelta a Roma, volvió a hacer lo mismo. Exigió pruebas a los sobrevivientes de Karadima, prácticamente llamándolos mentirosos. Y algo enrevesado dijo también en el aire sobre el Caso Sodalicio, relativizando los abusos de poder.
Como sea. En ese escenario, todavía favorable a la cultura del silencio, Eguren fue el primero en iniciar el hostigamiento judicial contra los periodistas denunciantes, de manera oficial e institucional. Con fecha 20 de marzo del 2018, el obispo sodálite me cursó una carta notarial exigiendo que me rectifique. En el artículo vinculaba a Eguren con la cultura de abuso de poder y, apelando al reporte fiel, citaba un reportaje elaborado por la cadena Al Jazeera, cuya investigación estuvo a cargo, entre otros, del periodista peruano Daniel Yovera. En este se mencionaba a Eguren asociado a empresas inmobiliarias relacionadas al Sodalitium Christianae Vitae.
Su extensa respuesta fue publicada íntegra en mi blog, pero jamás rectifiqué. Lo curioso es que, no fui el único que utilizó el símil que, según el clérigo sodálite, dañaba su honra. Lo mismo, palabras más y palabras menos, escribieron en su momento otros analistas políticos en diversos diarios peruanos: Jorge Bruce (La República, 22/1/18), Sigrid Bazán (La República, 24/1/18), Luis Davelouis (Perú21, 22/1/18), Rafo León (Caretas, 25/1/18) y Mijael Garrido-Lecca (Perú21, 20/10/18).
Pero los únicos querellados fuimos este servidor (el burro por delante, porque fui el primero), mi colega y coautora en la investigación sobre las abominaciones y perversiones en el Sodalitium, Paola Ugaz; y, posteriormente, Daniel Yovera. Este último fue llevado a juicio, no por Eguren, sino por Alberto Gómez de la Torre, un exfuncionario de una empresa asociada a la fundación de Luis Fernando Figari. Nadie más.
"Hasta la fecha, el único condenado en el Caso Sodalicio ha sido este pequeño servidor"
El proceso kafkiano que padecimos los tres periodistas está narrado en detalle en la crónica investigativa que autopubliqué a fines del 2022, Sin noticias de dios (pp. 723-830). A pesar de que todo lo que esgrimía Eguren no tenía sentido y se escurría entre los dedos por absurdo, fui sentenciado. Hasta la fecha, el único condenado en el Caso Sodalicio ha sido este pequeño servidor.
"Intervino el nuncio apostólico en el Perú, Nicola Girasoli, así como el flamante arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, y la Conferencia Episcopal Peruana, que propalaron un comunicado enérgico en defensa de nosotros"
El fallo judicial luego se extinguió porque Eguren reculó y se “desistió”, debido a que intervino el nuncio apostólico en el Perú, Nicola Girasoli, así como el flamante arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, y la Conferencia Episcopal Peruana, que propalaron un comunicado enérgico en defensa de nosotros.
A partir de ese instante, Eguren salió de la escena, al igual que ACI PRENSA, el portal católico que en ese segundo dirigía el también sodálite Alejandro Bermúdez, dedicado a acompañar la campaña contra los periodistas que investigamos al Sodalicio.
Pero la contraofensiva no se contuvo ni se frenó un ápice. Por el contrario, se agudizó. De una manera más sofisticada y con un elenco estable “no sodálite”; ajenos a la institución, es decir. Se trataba de personajes que ni siquiera eran identificables por miembros de la “familia espiritual”. Y, de súbito, apareció de igual forma una granja de troles en redes que replicaban y magnificaban las mentiras que comenzaron a inventar.
Error nuestro no responder en su momento a las fábulas que circularon indiscriminadamente. Las consideramos demasiado disparatadas y ridículas, y algunas hasta “divertidas”, porque adquirieron un surrealismo que nos pareció esperpéntico e incluso bufonesco, pero, para nuestro asombro, terminó calando y percolando.
En síntesis, el ajuste de cuentas recién adquiriría forma con los nuevos protagonistas que reemplazaron al sodálite Eguren en el juego de desacreditar a los mensajeros.
Hasta poco antes de esto, era sumamente claro para cualquiera que, la demanda de Eguren era “una respuesta oficial del Sodalicio contra los periodistas que revelaron el mayor caso de abusos de la Iglesia católica en el Perú”. Esto fue parte de un pronunciamiento editorial del diario La República (1/11/18) sobre la cacería.
“Es, además, un claro ataque contra la libertad de expresión y una advertencia para que no se difundan nuevas revelaciones (…) Lo único que hicieron los denunciados Pedro Salinas y Paola Ugaz es cumplir con su deber”, añadió el periódico peruano.
No obstante, como adelanté líneas arriba, la exhibición de la prepotencia de la campaña de acoso y derribo, no cesó a través de enlodamientos en espacios de dudosa reputación y jugando en tándem con instancias fiscales y judiciales.
"La campaña de enlodamiento, de grotesca y estrambótica a exasperante, nos desenfocaba de lo esencial. Resulta que, Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015) solo había revelado apenas la punta del iceberg"
Todo era grotesco y estrambótico, pero se fue volviendo exasperante y, algo no menos importante, nos desenfocaba de lo esencial. Resulta que, Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015) solo había revelado apenas la punta del iceberg. Y ello hizo que, por un lado, Paola Ugaz siguiera el rastro del dinero, y de otro, que yo me imbuyera en otra investigación, distinta a la de mi colega y coautora, las cuales, años más tarde, terminaron sirviendo de insumos para la denominada “Misión Especial” o Misión Scicluna-Bertomeu.
Sin embargo, repito, eso ocurrió muchísimo tiempo después. Un lustro, para más inri.
Volviendo al trapo. Los sodalovers y/o sodatroles entusiastas, que, a coro, nos propinaban insultos inflamados a diestra y siniestra, repartiéndose funciones, parecían no tener otra motivación en la vida que dedicarse exclusivamente a nosotros. Su objetivo era desprestigiarnos y estigmatizarnos, a cualquier precio. Y regalarnos de todo. Navajazos. Escupitajos. Adjetivos chirriantes. Que fueron, por cierto, acompañados de querellas y demandas calumniosas. Ya no nos señalaban por metáforas y alegorías incómodas o por tuits rememorativos, sino por crímenes abominables y delitos infames.
Una vez más. La historia con pelos y señales se narra en Sin noticias de dios(pp. 723-830). Es decir, en 107 páginas que, todo hay que decirlo, deberían ser actualizadas, pues el hostigamiento ha llegado a niveles inimaginables.
Continúo. Los “medios” utilizados fueron unos cuantos, pero cumplieron su misión. Los portales La Abeja y Café Viena. Los pasquines de extrema derecha Expreso y La Razón. Y espacios más masivos, como los canales Willax y PBO, también del espectro del ultraconservadurismo más derechoso y casposo.
"Los sodalovers y/o sodatroles entusiastas, que, a coro, nos propinaban insultos inflamados a diestra y siniestra, repartiéndose funciones, parecían no tener otra motivación en la vida que dedicarse exclusivamente a nosotros"
Los argumentos fueron de todo calibre. Incluso hasta sicodélicos. Como uno de La Abeja (20/1/20):
"No nos debe llamar la atención que el reporte sobre la presencia del Sodalicio en Piura y sus supuestos lazos con invasores de tierras, se haya coordinado con (Paola) Ugaz, gracias a los Vargas Llosa (…) Piura, en sus serranías, tiene yacimientos de uranio y plutonio de alta calidad. No es casual (que) los árabes (tengan) intereses comerciales y geopolíticos (…) Para ello, Paola Ugaz y Pedro Salinas tratan de derrotar las mentalidades culturales espirituales piuranas, encarnadas en la gobernatura de un obispo del Sodalicio".
Como adivinarán, replicar algo así nos parecía una pérdida de tiempo. ¿Qué se contesta a eso? ¿Los Vargas Llosa asociados a nosotros para comercializar uranio y plutonio piuranos con árabes? ¡¿En serio?!
Bueno. Nuestra falta de reflejos nos jugó en contra con el tiempo. Los cacógrafos insistieron con más versiones desfachatadas en las que resultábamos implicados en historias patibularias. Y que nuestras intenciones en la investigación estaban envenenadas. O que, además de “periodistas anticlericales y ateos” éramos malas personas. Más todavía: gente corrupta e inmoral, sin ética.
El elenco estable, así como los “espacios periodísticos” mencionados, estuvo conformado por individuos con nombre y apellido: Luciano Revoredo, Edgardo Palomino Martínez, Uri Ben Schmuel, Alberto Gómez de la Torre, entre los principales. Hubo otros más.
El abogado del obispo sodálite, Percy García Cavero, por ejemplo, escribió un libro sobre mí, preñado de fábulas, bulos y retazos de verdad que eran recubiertos por embustes descomunales. Sus fuentes para “sustentar” los bodrios que propalaba en sus estercoleras páginas eran: Luciano Revoredo, Uri Ben Schmuel, La Abeja, y así. El Caso Pedro Salinas. De denunciante de abusos a mancillador de honras (Ideas Solución Editorial, 2019), era el nombre del libelo.
Daniel Yoveratambién tuvo el suyo. Historia de una difamación (Gambirazio Ediciones, 2022), elaborado por un experiodista, Miguel Ramírez, quien durante dos largos años y junto a un asistente, viajó constantemente de Lima a Piura (una ciudad al norte del Perú, a una hora y treinta minutos en avión) con el único designio de deslegitimar y echar lodo sobre el impecable trabajo de Daniel Yovera.
Ramírez nunca respondió a mi pregunta sobre cómo financió dicha “investigación”. Lo que sí se puede apreciar en el libro sobre Yovera es un amicus curiae solicitado al polémico escritor Umberto Jara, quien señalaba: “El presente informe ha sido solicitado en calidad de Amicus Curiae, por el Estudio Hauyón & Hauyón Abogados Economistas (…) El autor señala que no tiene ningún vínculo ni relación con el Sodalicio”.
El nombre de dicho bufete de abogados, si no les dijo nada, reténganlo igual, por favor. Más adelante servirá para explicar mejor algunas cosas. Ramírez indicaba en su folleto ponzoñoso que, el Estudio Hauyón era el mismo que representaba a Alberto Gómez de la Torre, la supuesta víctima “difamada” por Daniel Yovera. Lo es -o era- también de otros figurones del Sodalicio, como el sodálite más importante luego de Luis Fernando Figari: el cura Jaime Baertl Gómez.
Pao es la única que se quedó sin un libro dedicado, aunque uno de los sodatroles dedicado de cuerpo y alma a escribir sobre nosotros, Edgardo Palomino Martínez, lo anunció en las páginas de La Razón. Se iba a llamar, tentativamente, Las chalinas verdes y Paola Ugaz, o algo así. De hecho, “adelantó” algunos capítulos en las páginas de dicho pasquín.
Edgardo Palomino Martínez fue uno de los pocos del elenco estable que desarrolló una doble función. Hacía de cacógrafo en La Razón y, en simultáneo, preparaba variopintas demandas calumniosas contra mí, que fueron presentadas en distintas instancias del Ministerio Público.
"La situación pasó de castaño a oscuro cuando el 25 de enero del 2021 un fiscal admitió un escrito de Edgardo Palomino Martínez para incorporar a Pao en una investigación de lavado de activos, basado a su vez en una de las 'denuncias' de Luciano Revoredo en La Abeja y que propaló nada menos que Expreso en una nota -absolutamente difamatoria- titulada “Los chats de Paola Ugaz"
De hecho, la situación pasó de castaño a oscuro cuando el 25 de enero del 2021 un fiscal admitió un escrito de Edgardo Palomino Martínez para incorporar a Pao en una investigación de lavado de activos, basado a su vez en una de las “denuncias” de Luciano Revoredo en La Abeja y que propaló nada menos que Expreso en una nota -absolutamente difamatoria- titulada “Los chats de Paola Ugaz”, publicada el 3 de septiembre del 2020.
Un dato insólito saltó a la luz cuando, en el marco de la refriega legal, nuestro abogado Carlos Rivera logró hacer confesar a los directivos de Expreso que dicho “reportaje investigativo” -que había sido impreso sin firma- tenía por autor a Uri Ben Schmuel, ¡quien no escribía en Expreso sino en La Razón! Uri Ben Schmuel escribía, si a alguien no le quedó claro, en tres de los medios difamadores: Expreso, La Razón y Café Viena, ¡y se escandalizaba de lo que publicaba él mismo en aquellos medios cuando esos mismos medios (o sea, él) nos acusaban!
Los chats, todo hay que decirlo, eran falsos y fueron fabricados en formato Word. Pese a ello, los propalaron. Como verán, no había ningún interés ni rigor periodístico ni nada que se le asemeje. La principal motivación era hacer daño y desenfocar a Paola Ugaz y al arriba firmante de las nuevas investigaciones en las que estábamos enfrascados.
Ese año, noviembre del 2020, la afamada escritora mexicana Elena Poniatowska le escribió una larga carta a Pao: “No es de extrañar que algunos quieran silenciarnos (…) Tienen miedo de la verdad porque, una vez revelada, ya no se puede ocultar ni contener”. Más todavía. El Nobel de Literatura 2003, J. M. Coetzee, propaló un video: “La persecución de la periodista peruana Paola Ugaz ha suscitado una fuerte preocupación mundial. Paola Ugaz y su colega Pedro Salinas expusieron graves prácticas en la organización católica Sodalitium Christianae Vitae (…) Desde que publicaron este hallazgo, Paola Ugaz ha sufrido una campaña de hostigamiento malicioso, que ha incluido amenazas contra ella y sus hijos”. Gestos similares, en más de una ocasión, los tuvo asimismo el Nobel peruano Mario Vargas Llosa en solidaridad con nosotros.
"Elena Poniatowska le escribió una larga carta a Pao: 'No es de extrañar que algunos quieran silenciarnos (…)'"
Bueno. Volviendo al bulto. Los mismos plumíferos denigradores parecían haber constituido una maquinaria que presentaba fábulas y luego eran debidamente empaquetadas en términos leguleyos y papelucheros y alacranescos en diferentes instancias fiscales y judiciales. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Hasta el infinito y más allá.
"Siempre eran los mismos personajes y siempre eran los mismos 'espacios mediáticos'. Citándose entre sí y retroalimentándose entre sí"
Siempre eran los mismos personajes y siempre eran los mismos “espacios mediáticos”. Citándose entre sí y retroalimentándose entre sí. A veces, entraban y salían, como a destajo, otros personajillos que pertenecían a lo que Pao definió como “el ecosistema de la desinformación”.
En un momento, Pao, quien ha sido golpeada y difamada más que cualquiera en esta historia, pues fue la única que anunció que iba a seguir el camino del dinero, no solo comercializaba uranio y plutonio con Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, lavaba activos, “pitufeaba” dinero de la exalcaldesa de Lima Susana Villarán, sino que encima se dedicaba a la interceptación de comunicaciones telefónicas, y cosas por el estilo. No exagero nada. Todo está -e insistiré hasta el hartazgo- documentado en más de cien páginas en Sin noticias de dios.
Pero claro. Como asumo que nadie ha leído mi enciclopedia de casi mil páginas, que tiene mucho de crónica personal, parte de guerra y pesquisas inéditas, con los nombres de los victimarios listados (ahora expulsados formalmente de la institución), estoy tratando de hacer un resumen apretado en esta nota, pues hay quienes dudan (sobre todo en la burbuja de la familia sodálite) tanto de nuestras investigaciones como de nuestras reputaciones. O al revés. Porque a ese nivel hemos llegado.
Y hasta ahora hay quienes son incapaces de ver el nexo entre el Sodalicio y esta campaña en toda regla de hostigamiento mediático y judicial contra los denunciantes, la cual ha alcanzado ribetes inquietantes. Como riesgo de cárcel efectiva para el arriba firmante, si no quedó claro.
Los litros de tinta envenenada, los kilos de estiércol, los epítetos y calificativos ad hominem vertidos durante años, metamorfoseados luego, de manera prolija y bastante cuidada, para transformarse en demandas penales, admitidas por fiscales que luego afirman que quienes las presentan son “ciudadanos independientes que nada tienen que ver con el Sodalicio” (como el fiscal Reynaldo Abia, verbigracia, uno de los funcionarios del Ministerio Público peruano que ha actuado de manera muy particular, irregular y extraña en este caso, junto con otros), pareciera que algún efecto surtieron. A tal punto, que las demandas penales contra Paola Ugaz y contra mí ya se encuentran ad portas de decisiones judiciales relevantes. En plan Venezuela y Nicaragua, si me apuran.
"Pao, quien ha sido golpeada y difamada más que cualquiera en esta historia, pues fue la única que anunció que iba a seguir el camino del dinero, no solo comercializaba uranio y plutonio con Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, lavaba activos, 'pitufeaba' dinero de la exalcaldesa de Lima Susana Villarán, sino que encima se dedicaba a la interceptación de comunicaciones telefónicas, y cosas por el estilo"
En mi caso particular, un monigote confeccionado por Edgardo Palomino Martínez, miembro activo del comando del aniquilamiento del honor, y presentado ante el fiscal antes mencionado, Reynaldo Abia, y que luego fue mutando y tomando viada con dos fiscales más: Víctor Vidal Fernández, quien ordenó nada menos que un allanamiento a mi casa con mi hija menor adentro, además de solicitarle a un juez una suerte de arresto domiciliario y el requerimiento de que no opine sobre mi caso; y ahora un fiscal llamado José Emilio Caballero Miranda, creador de 1,592 páginas de mala pécora, pretende encerrarme en una prisión peruana por siete años. Por el delito de "colusión agravada y negociación incompatible”.
Claro. Si uno se toma el titánico trabajo de leerse solamente las primeras cien páginas que pretenden sustentar “la demanda” no encontrará más que una gran mentira, repetida hasta el cansancio. Como si al hacerla iterativa se tornase en verdad o en realidad.
Supuestamente, según este desnortado y creativo fiscal, me habría “coludido” con gente a la que no conozco. Y habría “negociado” con personas que no tengo en mis registros telefónicos. Y le presenta a un juez casi mil seiscientas páginas de aire, que se suman a las mil quinientas que le alcanzaron dos fiscales apasionados y fogosos y animosos por acusarme como sea y de lo que sea.
"El Sodalicio nada tiene que ver"
A este tipo de campañas retorcidas y sumamente hostiles hemos estado sometidos Paola Ugaz y este pequeño servidor desde el año 2018 hasta el día de hoy, sin tregua y sin pausa. A una infodemia del carajo, si no se entendió. A la reiteración de falsedades jamás contrastadas, para sembrar prejuicios sobre nosotros, gota a gota hasta hacer un gigantesco charco. Con el evidente propósito de demonizarnos y minar nuestras reputaciones y sembrar odio y desconfianza hacia nosotros.
El esfuerzo de esta caterva de medios, sodatroles, sodalovers y fiscales, donde todos repiten la letanía “el Sodalicio no tiene que ver”, ha sido, cómo llamarlo, ¿denodado? ¿afiebrado? ¿colosal?
En realidad, es indescriptible esto que viene sucediendo con nosotros, pues ni siquiera se asemeja a lo que ocurrió durante el fujimorismo, cuando las campañas en modo Goebbles eran rutinarias. Estas, las empleadas contra los denunciantes del Sodalitium, han sido más sofisticadas, por describirlas de alguna forma.
Una de las razones de la expulsión, que aparece en el primer edicto papal sobre los primeros eyectados del Sodalicio, es el hackeo de las comunicaciones. Tal cual. Eso hacían en esta organización de fachada católica.
"El esfuerzo de esta caterva de medios, sodatroles, sodalovers y fiscales, donde todos repiten la letanía 'el Sodalicio no tiene que ver', ha sido, cómo llamarlo, ¿denodado? ¿afiebrado? ¿colosal?"
Esta práctica criminal era usual al interior de la “sociedad de vida apostólica”. Al punto que muchos de los correos personales hackeados, conseguidos a través de un pirata informático, el cual extraía de los ordenadores de los propios adeptos, o de aquellos que eran considerados como “enemigos” del culto, se discutían en los “consejos superiores”. En la mayor instancia de gobierno del Sodalicio, es decir.
Esto está documentado en las carpetas fiscales de la investigación que realizó la fiscalía sobre los principales cabecillas del Sodalicio, y que terminó siendo archivada. Hay testimonios y copias de los correos electrónicos “chuponeados” (como se dice en el argot limeño). Y, que conste en actas, no estamos hablando de “errores de juventud”, “exceso de rigor en la disciplina física”, o eufemismos empleados por los todavía simpatizantes de la “familia espiritual”, no, estamos hablando de espionaje cibernético. O sea, de un delito.
Ello también me ocurrió a mí, cuando un 8 de noviembre del 2018, sin mayor justificación, La Abeja, publicó documentos personales que fueron extraídos de mi computadora ilegalmente y con absoluta impunidad. Los correos hackeados mostraban las coordinaciones de un viaje a Santiago de Chile en el que interactuábamos el exsacerdote mexicano Alberto Athié, el abogado norteamericano Tim Law, la activista ecuatoriana Sara Oviedo, entre otros, y se adjuntaban un par de borradores elaborados por Athié y Oviedo, donde no se exponía ninguna actividad criminal sino iniciativas para exigirle al Vaticano una rendición de cuentas por los casos de abusos sexuales a menores.
Empero, fueron mostrados y justificados como “la evidencia” de que el arriba firmante pertenecía a una conspiración global cuya finalidad era “la destrucción de la Iglesia Católica en su totalidad”, y que integraba “un proyecto mundial anticlerical”, y en ese plan.
“(Salinas) seguramente se estará preguntando -y con él los otros destinatarios del correo- cómo pueden haber caído por estos lares documentos de tal magnitud. Pues todavía hay gente buena en este mundo” (13/11/18). De esta manera, La Abeja y su director Luciano Revoredo validaban la tropelía delictiva.
Ese es uno de los tantos botones de muestra de esta cacería de brujas que no parece cesar, aprovechando el hecho que, en el Perú cualquier ciudadano puede acudir a la fiscalía y presentar una denuncia contra quien sea. Claro. Lo lógico es que el fiscal que recibe dicha denuncia debe evaluar los hechos que se denuncian y decidir si abre o no una investigación. En países con instituciones “tutelares” febles y proclives a la corrupción, como el caso peruano, la fiscalía es, no pocas veces, una sucursal del Infierno, cuando es usada como herramienta para la venganza personal o las vendettas institucionales.
El denunciante independiente
Edgardo Palomino Martínez, uno de nuestros “difamadores de oficio” (colega del director de La Abeja en un movimiento de ultraderecha, cuyo líder es amigo cercano del cura Jaime Baertl: Rafael López Aliaga), era poco cuidadoso y delicado en sus gestiones ante la fiscalía en la presentación de sus demandas calumniosas contra mí.
Me enteraba de ellas por casualidad, cuando eran difundidas vía los medios del “ecosistema de difamación”, jamás por notificaciones judiciales formales, porque usualmente no llegaban a buen puerto.
El 23 de abril del 2019, Expreso informó que la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, estaba evaluando una de sus denuncias. “Según el denunciante, Edgardo Palomino Martínez, existe un grado de amistad entre el entonces fiscal de la Nación (Pablo Sánchez) y Pedro Salinas, por lo que le habría beneficiado con un contrato”. La prueba de “la amistad” sería que el exfiscal habría tenido “en sus manos el libro Mitad monjes, mitad soldados, escrito por Salinas al alimón con Paola Ugaz, dijo Palomino”.
En entrevista con La Razón, Palomino anunció que el 6 de agosto del 2020 había presentado una nueva denuncia contra mí ante el despacho del fiscal Carlos Puma Quispe. Según Palomino Martínez, el autor de estas líneas había cometido “delitos de cohecho y lavado de activos y defraudación tributaria agravada”. Y, entre otras, que había “manejado y encubierto” el “Caso Chinchero, donde el presidente Martín Vizcarra habría tenido un rol protagónico”. Que había hecho una consultoría “simulada” al Estado, que “nunca se brindó”. Que “había emitido facturas por conceptos falsos”. Que “había pagado coimas”. Y que había realizado “sobornos” y participado en “lavado de activos”. Entre un rosario interminable de trastadas y felonías que habría perpetrado este escriba.
El otro “medio” en el que nos enterábamos de los adelantos de estos hostigamientos judiciales era Café Viena. El 20 de diciembre del 2019, este portal dio cuenta de que Edgardo Palomino había formulado otra demanda, esta vez ante el fiscal Carlos Juárez Muñoz, con fecha 18 de marzo del 2019. En esa oportunidad no especificaba sobre qué.
Estas son algunas de las perlas que tengo registradas, pero asumo que debe haber más.
La obsesión desaforada de este personaje conmigo y con Pao llegó a tal punto que, cuando mi colega y coautora fue amenazada de muerte, Palomino Martínez salió inmediatamente en La Razón a minimizar la intimidación (15/10/20). No solo eso. Con el mayor desparpajo, publicó no solo la dirección de mi casa, sino la de mis hijos, además de tres fotos aéreas de mi vivienda, sin ninguna justificación y sin ningún tapujo. Quería exhibir dónde residía, como quien se expone a un narcotraficante. O algo así.
"Mi colega y coautora fue amenazada de muerte, Palomino Martínez salió inmediatamente en La Razón a minimizar la intimidación"
En su pestilente nota, sobre la escalofriante advertencia contra Pao decía: “Tal ‘amenaza de muerte’ es una creación de Pedro Salinas Chacaltana, de la propia Paola Ugaz Cruz y del abogado Carlos Rivera Paz, la que tendría como finalidad que el público se distraiga con el ‘riesgo de su vida’ que supuestamente correrían estos periodistas”.
Y añadió: “Una vez más reitero: Paola Ugaz y Pedro Salinas son parte de mi investigación sobre la corrupción en la Municipalidad de Lima (…) durante el gobierno edil de Susana Villarán”. Esta nota era una de no sé cuántas publicadas por Palomino Martínez en La Razón.
"Decidí contestar a tanta estupidez en mi videocolumna diaria en el portal de La Mula. Ahí advertí: 'Si algún incidente o evento extraño sucede en mi casa o conmigo, el responsable será el cacógrafo Edgardo Palomino Martínez'"
Esa vez sí decidí contestar a tanta estupidez en mi videocolumna diaria en el portal de La Mula. Ahí advertí: “Si algún incidente o evento extraño sucede en mi casa o conmigo, el responsable será el cacógrafo Edgardo Palomino Martínez”. ¡Y vaya si ocurrió! Hacia fines del 2021, nos enteramos luego, fui sometido a un operativo de marcaje y reglaje por parte de la policía, bajo la modalidad de “secreto”. Y en enero del 2022 allanaron mi casa en un megaoperativo dándome trato de terrorista de alta peligrosidad, teniéndome técnicamente secuestrado durante más de seis horas. Y a mi hija, entonces menor de edad, también.
El objetivo era incautar mi teléfono celular (el cual se llevaron) y mi ordenador (el cual no pudieron extraer de la casa, pues previendo que eso podía pasar, lo empotré a la pared de mi habitación: estaba terminando de escribir en ese minuto Sin noticias de dios). Intuía que podían atreverse a un osado plan para hacerse de la investigación. Y no me equivoqué.
Más todavía. El fiscal a cargo del operativo me dijo que, “algo (del libro) tenía que llevarle a su jefe (Víctor Vidal Fernández)”. Así las cosas, le entregué un USB, pero solo con las primeras 150 páginas.
Pocas semanas antes, bastante tarde, debo confesar, contraté los servicios del Estudio Arbizu & Gamarra para querellar a los tres principales e inescrupulosos personajes del “ecosistema de difamación”: Edgardo Palomino Martínez, Uri Ben Schmuel y Luciano Revoredo. Al único que he podido sentar en los tribunales ha sido a Revoredo, pues resulta que Palomino y Schmuel están en calidad de “no habidos”.
Si algún lector llegó hasta acá, presumo que con bastante tedio y extenuado, podrá inferir que algo de fijación inquietante hay en estos fabricantes de patrañas, entregados como posesos a las falsedades, murmuraciones y demandas calumniosas contra Paola Ugaz y contra mí durante años. Algo que, si me apuran, escapa de lo normal.
Según uno de ellos, nuestro ánimo de justicia en el Caso Sodalicio es una “malsana obsesión” (Café Viena, 8/11/19). Mientras que ellos siempre se encargaban de subrayar que, por si acaso, sus textos injuriosos “nada tenían que ver con el Sodalicio” y sus “crónicas”, esas cataratas de caca, eran “investigaciones periodísticas serias”. E “independientes”, obviamente.
Operación Valkiria
Finalmente, la pieza que faltaba para explicar esta obcecación maníaca y tesón fanático con los periodistas que investigamos la cultura de abuso de poder en una sociedad religiosa de origen peruano se reveló con la “Operación Valkiria”, uno de los mayores escándalos en el corazón de la Fiscalía de la Nación, que, de paso, desnudaría la naturaleza mafiosa del Sodalicio.
Dicho operativo terminó de traerse abajo a la entonces fiscal de la Nación Patricia Benavides, quien en ese momento había sido suspendida por la Junta Nacional de Justicia del Perú, por haber causado grave daño a los equipos que investigaban casos emblemáticos de corrupción y narcotráfico, cambiándolos por gente incondicional o de su confianza absoluta.
De acuerdo con fuentes del portal de investigación más serio del país, IDL-Reporteros (10/12/23), dos personajes aparecerían como estrechamente vinculados con Patricia Benavides en las varias tramas escandalosas que la salpicaban: el exministro aprista Hernán Garrido-Leccay el abogadoJosé Luis Hauyón Dall’Orto, de 75 años, socio fundador del bufete Hauyón & Hauyón Abogados Economistas, cuyo principal cliente era el Sodalicio. ¿Recordaron el nombre que les pedí retener, pacientes lectores? Pues ahí está. Conectando todo.
Se unieron los puntos
Lo más sorprende e impactante para quienes seguíamos el Caso Sodalicio es que, un acta de transcripción del 13 de diciembre del 2023, confirmaba, a través de uno de los colaboradores eficaces, que, Hauyón lograba favores dentro del Ministerio Público para beneficiar a sus clientes “manejando, controlando y direccionando procesos penales (e investigaciones fiscales) (…) (como) el denominado Caso Sodalicio”.
Esto fue corroborado por otro testimonio, el del fiscal Rafael Vela Barba, quien expresó: “Hauyón tenía interés en la investigación que se seguía contra la periodista Paola Ugaz (…) Su interés era que la investigación no sea archivada y que continuara siendo objeto de procesamiento penal. Paola Ugaz tenía una relación de conflictos judiciales con el Sodalicio de Vida Cristiana”.
"Hauyón tenía interés en la investigación que se seguía contra la periodista Paola Ugaz (…) Su interés era que la investigación no sea archivada y que continuara siendo objeto de procesamiento penal. Paola Ugaz tenía una relación de conflictos judiciales con el Sodalicio de Vida Cristiana"
Era la pieza del rompecabezas que faltaba. Hauyón, siempre tras bambalinas, entre las sombras, era el punto que unía todos los demás y se hacía presente en muchas de las movidas extrañas del Sodalicio en los pasadizos judiciales y con los fiscales en los casos fabricados contra nosotros.
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Lo más alucinante es que la Operación Valkiria destapó este escándalo mayúsculo luego de la visita al Perú de la Misión Papal. Más aún. Luego de ello no se detuvieron. Y lograron récords históricos en persecuciones contra periodistas.
"Lo más alucinante es que la Operación Valkiria destapó este escándalo mayúsculo luego de la visita al Perú de la Misión Papal. Más aún. Luego de ello no se detuvieron. Y lograron récords históricos en persecuciones contra periodistas"
Daniel Yovera ha sido el periodista que ha logrado el registro de tener el proceso más largo por difamación. Paola Ugaz es la primera periodista en la historia del Perú a quien le levantan el secreto de las comunicaciones. A mí, están a puertas de abrirme un proceso para encarcelarme por siete años debido a un delito que jamás cometí, y, de paso, por arte de birlibirloque, me habrían levantado también el secreto de mis comunicaciones, convirtiéndome en el segundo periodista en la historia de mi país, luego de mi colega y amiga y coautora, Paola Ugaz.
"Daniel Yovera ha sido el periodista que ha logrado el registro de tener el proceso más largo por difamación. Paola Ugaz es la primera periodista en la historia del Perú a quien le levantan el secreto de las comunicaciones. A mí, están a puertas de abrirme un proceso para encarcelarme por siete años… Pero ya saben, como dirían Palomino Martínez, Revoredo o el fiscal Reynaldo Abia: 'El Sodalicio nada tiene que ver'"
Pero ya saben. Todo es pura coincidencia. Todo es puro delirio patológico de nuestra parte. Como dirían Palomino Martínez, Revoredo o el fiscal Reynaldo Abia: “El Sodalicio nada tiene que ver”.
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