Durante el almuerzo del 4 de junio y junto con algunos los colegas de la Facultad de Teología de la Universidad Católica tomábamos conciencia de que el corpus del autor alemán se cerró. Ya no hay más escritura directa. Ahora la escritura retoma caminos de apropiación y lecturas interpretativas. Este gesto —al decir de Derrida— es un elemento que en nuestra disciplina teológica es central porque es desde allí donde se comienza a evaluar y leer la obra del pensador. La escritura y los gestos de Moltmann continuarán abriendo un surco, un modo de pensar y de dialogar críticamente con los elementos de nuestra cultura de manera de lograr una teología adulta, crítica en y de sí misma, una teología consciente de los aparatos discursivos que ella posee. Por ello Moltmann es, sin dudarlo, un pasado con mirada de futuro.
Derrida escribió alguna vez que el gesto de la escritura se desplazaba entre una palabra perdida y una palabra prometida, desplazamiento que deambulaba a través de una línea quebradiza. Pienso que Moltmann representa ese desplazamiento que mira hacia el futuro, uno de sus grandes intereses teológicos. Por ello es reconocido como el teólogo de la esperanza. El jesuita español Juan Alfaro, en un libro de 1985, recuerda que fue el pensador alemán quien le dio nueva vitalidad a la esperanza en cuanto constitutivo cristiano. Hoy, en tiempos donde los relatos de la emergencia planetaria son tan cotidianos, en donde los rumores de guerra aparecen con tanta fuerza, en donde las instituciones cristianas buscan pensar de modos más desafiantes, volver a leer a Jürgen Moltmann es un desafío para nuestro pensar teológico. Hay que seguir construyendo una inteligencia creyente en mirada de futuro, que es en definitiva el futuro de Cristo como bien lo ha relevado Franco Rojas (2022) en un estudio reciente sobre la obra de Moltmann en donde Rojas trabajó dicha temática. Hay que volver a mirar estas figuras señeras que, sin duda, continuarán hablando, gritando y protestando e invitándonos a mirar al Dios crucificado que es también el Dios creador y consumador de la historia.
Finalizo estas líneas escritas más desde la prisa y desde la prosa diciendo que sin duda nuestra teología se ha visto y se ve enriquecida con los grandes hombres y mujeres que han dado forma a nuestra reflexión. Han sido ellos quienes desde sus preguntas y búsquedas fueron capaces de articular la inteligencia creyente. Ahora nos toca a los teólogos y teólogas que aprendimos teología leyendo a Moltmann, a los que epocalmente somos de las generaciones más jóvenes, a seguir pensando y reconociendo la obra y los aportes fundamentales del pensador alemán.
Memoria agradecida por Jürgen Moltmann, el teólogo de la esperanza.
[Imagen de Maeterlinck, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons]