Antonio Aradillas "¿No le habrá llegado la hora ciudadana a determinados templos?"
"Ante el panorama, actualizado con tantas e insospechadas perspectivas de enfermedades, muertes, desastres y ruinas económicas, políticas, sociales y empresariales, no sobran reflexiones"
"Lo que ordenen a favor del pueblo los que tienen tal misión es más religioso que lo que se haga por tradiciones"
Con las más pías de las intenciones, aunque no siempre firmes, seguras, teológicas y religiosas, en la historia de la Iglesia y en tiempos de calamidades como las emergentes de la presencia del tan popular “coronavirus” –COVID-19, en versión más científica, el pueblo fiel se echó a la calle procesionando imágenes y reliquias de santos y santas, con la esperanza de que el Dios de las misericordias tenga piedad de quienes le invoquen.
Los tiempos actuales, en dolor y desesperanzas son similares y aún superan índices tan altos y aterradores como los pasados, de los que se conservan documentadamente datos, escenas, cantos, letanías, oraciones, misas y lágrimas. Ante tal panorama, actualizado con tantas e insospechadas perspectivas de enfermedades, muertes, desastres y ruinas económicas, políticas, sociales y empresariales, no sobrarán reflexiones como las siguientes:
+ La comprensión para comportamientos “sagrados” definidos fundamentalmente por los ritos, el “yo pecador”, las procesiones, los flagelos, y votos, penitencias y promesas, es de absoluta y comprensible consideración y respeto. La mayoría de estas manifestaciones fueron de verdad religiosas, sin otro objetivo que el de mostrar, con humildad, ante Dios y sus mediadores los santos, las necesidades que definen al ser humano, necesitado siempre y por definición de la ayuda divina.
"Los estandartes de las cofradías de santos y santas, especialistas en determinadas clases de enfermedades, calamidades e infortunios, no son ya de este mundo y menos en los países en los que se declaró el “Estado de Alarma”, con todas sus consecuencias"
+ El menosprecio, la indiferencia y aún la burla, no es reacción culta e inteligente. Ni humana, ni menos, cristiana. Con las debidas licencias cívicas y atención a las ordenanzas y normas establecidas por las autoridades municipales, hasta es posible comprender la “travesura” piadosa de la organización de la procesión en honor del Cristo de los Milagros, por las calles y plazas de la ciudad de Huesca y de otros pueblos de España. Pero que queda clara constancia de que, lo que manden y orden a favor del pueblo quienes tienen tal misión cívica y convivencial, es de por sí, más religioso que lo que se ordene y haga en conformidad con tradiciones pasadas, siguiendo los ecos sonoros producidos por el badajo de las campanas parroquiales, el olor a incienso y el arrepentimiento expresado en los “misserere”, con sus indulgencias…
+ Las procesiones como tales, guiadas y presididas por los estandartes de las cofradías de santos y santas, especialistas en determinadas clases de enfermedades, calamidades e infortunios, no son ya de este mundo y menos en los países en los que se declaró el “Estado de Alarma”, con todas sus consecuencias. Santos especialistas como san Roque, san Blas, santa Lucía, san Jorge, san Expedito y el mismo Jesús de Medinaceli… no tienen ya la buena prensa que tuvieran antes, pasando esta a las diestras manos de los especialistas de turno, de fama nacional e internacional.
+ Es de rigor suponer que en la Iglesia de España, con su reciente y esperanzadora cúspide “franciscana” elegida democráticamente por los obispos, sus relaciones con el Estado y sus “coronavirus” serán distintas a las de los tiempos pasados. Tal autocrítica, con tanto o más evangelio, se proyectará a analizarse a sí misma y examinar su comportamiento en consonancia con lo establecido y legislado por los responsables de la ciudadanía.
+ ¿Decidió ya la Iglesia y sus mandatarios prestarle al Estado la colaboración demandada en tiempos tan “recios” como los actuales de los “coronavirus”? ¿Puso a su disposición, por poner un ejemplo, instalaciones, -inmatriculadas o no-, medios y personas, no solo o fundamentalmente por motivos que pudieran considerarse como “pastorales”, sino como cívicos, humanos y puramente asistenciales?
+ En realidad, la Iglesia sabe mucho y tiene larga, santa, social y docta experiencia acerca de los “virus” y de otros elementos que arrasaron pueblos y naciones enteras, con plagas, “pestes”, enfermedades, dolencias y destrucciones masivas. Órdenes Religiosas, instituciones, hospitales, refugios, hospicios … son términos eclesiales inherentes a la predicación y práctica de la fe cristiana…
+ ¿Pero no le habrá llegado ya la hora ciudadana a determinados templos, sin excluir las catedrales, iglesias, palacios episcopales, mansiones y “lugares sagrados” y otros servicios… para que las autoridades sanitarias civiles las usen cuando y como las circunstancias así lo demanden…? ¿Se “desacralizarían”, o se “re-sacralizarían”, más los citados lugares dedicándolos a los enfermos y a sus familiares, que a los ritos y ceremonias que hoy se efectúan en ellos, además con tan exiguo y parco números de “practicantes”?
Por muchas vueltas y “revueltas” que le demos al tema, resulta obvio llegar a la conclusión de que a la Iglesia le falta por recorrer un largo camino para colaborar con el Estado y sus gobernantes -del color que sean-, en multitud de ámbitos de su misión al servicio del pueblo, aún en casos tan extremos como el que aquí lamentamos, rodeados por todas partes de insidiosos “coronavirus”.