Guerra de Sexos, Lucha de Clases y Feminismo. ©

El pasado dia 8 se nos echó encima otra muestra de agitprop. Digo agitprop porque tanto da si por el feminismo como por la tisis de las pensiones o la decapitación de la monarquía. Aunque más civilizadas que las paradas "gay", de nuevo las calles se ensordecieron con sus reivindicaciones. Lo que nadie se esperaba fue que, para el Obispo de Madrid, a esta explosión feminista incluso la Virgen Santísima se habría adherido. Qué mala pata la de este señor, que ese mismo dia se descubría el asesinato de un niño de ocho años por una representante de manual del actual martirologio : mujer, sirviente, inmigrante, adúltera y negra.

Donde no hay proletariado que redimir, algo que en la España de 1978 no existía gracias a una envidiable clase media, los nuevos leninistas inventan otros antagonismos de laboratorio. Recordemos que justo al volver a España, Pasionaria dijo que la Revolución necesitaba cuatro millones de parados. Objetivo que el señor Zapatero sobrepasó alcanzando los seis millones. Y como la economía sigue con buen color, el nuevo proletariado hay que elaborarlo a partir de:

. los emigrantes, principalmente de origen anticristiano como los islámicos, junto con los amerindios, preferentemente si son "hispanos sin hispanidad";
. esta guerra de los sexos, centrada en el "orgullo femenino";
. las autonomías separatistas y consuntivas

e, incluso,

. la cruzada antitaurina.

Vamos, todo lo que valga para que los españoles dejemos de serlo.

Pero refiriéndonos a esas manifestantas venidas de toda geografía a llenar la Gran Vía de Madrid, asoma la sospecha de que son capitalizadas para destruir el matrimonio y la familia tradicionales, hacia la meta de erradicar nuestra civilización que es fruto de ese fundamento de nuestra sociedad: la familia cristiana. Afortunadamente, el aparato victimista no renuncia a sus cuernos: derecho al aborto, amor libre desde los 16 años, divorcio exprés...

Con todo crece el número de hombres que no se fían de estas nuevas mujeres para una apuesta definitiva. Late en ellos la amenaza de ser destruidos por una artificiosa competencia de papeles que vuelve despreciable la gloria del suyo, insustituible y fundamental en nuestra cultura.

Ilustrará esta realidad un caso nada extraño hoy día. Un joven se enamora de una deshinibida muchacha y, pronto, un embarazo les lleva a la boda; boda civil. Los padres del chico les compran un piso, se lo amueblan... Nace el niño, desde luego no lo bautizan y, antes del año, por una trifulca la mujer acusa al marido de malos tratos. La juez que lleva el caso sentencia a favor de "la víctima", que se queda con el niño y con el piso. Pocas semanas después se le unió su nueva -o anterior- pareja, lesbiana, de la cual "siempre estuvo enamorada".

Sí, desde luego, sigue existiendo el amor sincero pero ya no se va al matrimonio, inclusive si lo eligen sacramental, con el propósito de hacerlo indestructible hasta la muerte. Ellas, con el importado propósito de "no pasarle ni una" al hombre y, ellos, desconfiados de las nuevas identidades, demasiado teñidas de orgullo, en una estéril independencia con riesgo frecuente de infidelidad.

Como lámina entre páginas traeré una anécdota que, tal vez, denuncie la trivialidad del origen de muchas cosas.

Recién cumplidos los veinte conocí a diversos activistas de la FUDE, clandestina organización comunista que operaba en la Universidad de Madrid. Adelantaré que siempre que pienso en aquellos compañeros de residencia me admiro de su cultura social y política que me hacía muy provechosa la relación. Algo que parece haberse empobrecido hasta el punto de no verlo en el actual ambiente universitario.

Un día me invitaron para una manifestación en protesta de que la policía invadiera el Campus... aun si ello fuese a petición del Rectorado. Confieso que me atrajo la promesa de aventura en el seguro enfrentamiento con los "grises". El día señalado, a las 11:00 de la mañana ya estábamos frente a la puerta del Ministerio de Educación Nacional (así se llamaba entonces). Me sorprendió ver a compañeros de residencia desdoblando una pancarta que alzaban clamando contra el atropello policial. "¡Muy bien!", me dije. A mi lado había dos franceses que viajaron a sumarse "al jaleo". Les acompañaban cuatro chicas que hablaban bastante bien español.

De pronto llegaron dos furgones policiales del que se bajaron, porra en mano, varios guardias para disolver el grupo. Alguien gritó:

-¡Dispersaos! ¡Dispersaos! ¡A Banco de España!

Los franceses, y yo con ellos, cruzamos hacia la iglesia de San José. Ya ni nos conocíamos los que corriamos. El pequeño grupo de fugitivos se había partido en dos. Unos se dirigieron a la calle Marqués de Cubas y los que quedamos bajamos hasta la esquina del Banco de España. Los del Ministerio ahora estábamos acompañados por muchos más manifestantes. Aproximadamente seríamos ya unos 30. Alguien dijo de unirnos a los que vinieran de la Calle Prim y parar el tráfico en el paseo de Calvo Sotelo, hoy Recoletos.

Nuestro grupo había crecido. Entre los que se unieron se contaban tres chicas francesas separadas de su grupo inicial. Resoplando a la carrera hablábamos entrecortadamente. Una de ellas me dijo que era hija de padre español y que le gustaban las corridas de toros. No sé qué pisó que se le torció el zapato y se le soltó el tacón. Lo que nos impidió continuar con los que iban a sentarse en el asfalto del Paseo de Calvo Sotelo. Suerte tuvimos, pues que muchos fueron detenidos y, en consecuencia, anotados sus nombres en las comisarías.

Recurro a esta anécdota por agradecimiento. La chica que gracias a un zapato se convirtió en mi protegida y se quedó en España diez días se llamaba Celine y habia venido acompañando a un grupo de universitarios franceses. Muchos, al igual que Celine, porque consiguieron un precio muy bajo para viajar a Madrid. Vivía en Montpellier y era hija de un emigrante catalán con cátedra en l'Ecole Supérieur du Commerce. Nos hicimos buenos amigos.

Me propuso acudir a un encuentro con otros de sus compañeros que se volverían a Francia ese mismo fin de semana. Me encontré con un ambiente intelectual hasta entonces desconocido. Fue una reunión alegre, distendida y, exceptuado el principio, sin casi alusión a las peripecias de la manifestación. Lo que aquí ahora me justifica es que inesperadamente la tertulia derivó hacia los orígenes del feminismo, en larvada promesa de herramienta revolucionaria. Huellas muy anteriores a Marx y a Lenin.

Celine entonces empezó a hablar sobre el tema y todos callaron, como si le concedieran, en concreto las demás chicas, cierto liderazgo, probablemente por la edad. De lo que entendí y de lo que al dia siguiente me amplió la propia Celine trataré ahora de dar cuenta desde mi borrosa memoria.

Según mi nueva amiga el feminismo empezó en Francia, como no puede ser de otra manera, que ya sabe el mundo entero que Francia es principio y fin de todas las cosas. Empezó allá por los finales del siglo XVII y todo el XVIII cuando muchos enciclopedistas despreciaron la fe católica con la sola autoridad de sus arrogancias. Así, los cortesanos que abandonaban la religión se volcaban en los "grandes ideales políticos y sociales". Tales que, por ejemplo, la doctrina del Abate Bernardin de Saint Pierre con su deseada unión de todos los pueblos bajo un único gobierno mundial. (Primer intento de Sociedad de Naciones...)

Celine señaló que aquellas gentes cuanto más se apartaban de la fe cristiana más se apuntaban a magos y adivinidores. No creían en Cristo pero ensalzaban hasta grados

de idiotez a un falso Conde de Saint Germain que afirmaba -y convencía a muchos- haber vivido para ver cómo clavaban en la cruz a Jesús el Nazareno; y aseguraba alimentarse del oxígeno ambiente, lo que explicaba el haber vivido más de mil setecientos años. Y aquella gente le creyó y todavía hoy tiene seguidores. Nada sorprenderá que llegase a consejero de Luis XVI.

Con este escenario podremos presentar otra de las mayores bobadas, presagio del feminismo que ahora nos flagela. Se representa en la ilustrada Marquesa de Urfé que hubiese preferido, "por más lindo y bonito", ser mejor un bello muchacho adolescente antes que una vieja arrugada. Ilusión bastante común, desde luego, pero más que loca si se toma en serio. Conocida la "incultura esotérica de sus consejeros" la Marquesa tuvo la suerte de que "se interesase por ella un duende que vivía en la Vía Láctea". Este duende, introducido por sirvientes de total confianza, aconsejó a la Marquesa que se postrara en oración ante Selene, el Espíritu de la Luna. Lo cual cumplió con tanta fe que cautivó a Selene, que mandó a la Marquesa una ninfa hermosísima para satisfacerla en todas sus ansias sáfico-sexuales.

Ahora será buen broche recordar a mi perspicaz lector que pocos años después el Marqués de Sade difundió en sus obras la doctrina de que "los crímenes más degenerados se justifican si los presentamos como protesta social". Sólo así tienen la aprobación del cielo, puesto que únicamente con toda clase de actos criminales podremos instaurar por fin el bendito estado de la Igualdad Perfecta. El de Sade fue condenado a muerte varias veces, pero el blandísimo gobierno de Luis XVI, tan parecido a los que tenemos ahora en España y en la Iglesia, encontraba una y otra vez argumentos para librarle de la ejecución.

La moraleja de este post sería que contra el sadismo... perdón, contra el modernismo que nos acogota, no hay mejor vacuna que aprender de la antigüedad, descubriendo que la Igualdad Perfecta no existe porque es imposible. Y, por tanto, no es justa, no es moral, ni política ni natural. La igualdad es la conversión del Tercer Pecado Capital, la Envidia, en instigador de falsa justicia y de perpetua agitación.

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