Del País Vasco a Cataluña ©
En aquellos días se consideraba que el volumen de empleo siderometalúrgico de toda la comunidad vasco-francesa no alcanzaba ni el 5% del total del País Vasco Español. En cuanto a la diversificación, creo recordar que los vasco-gabachos no tenían relieve para compararse con nuestro territorio, ni aun considerando los de la industria electrónica y, especialmente, de la aeronáutica. De aquellas charlas con mis clientes y amigos aprendí que el País Vasco Francés llevaba décadas –mejor decir siglos- de grave abandono.
Un cliente, muy importante productor de huevos, tenía a su vez otro creador de una cadena de supermercados. Un día nos reunimos en las oficinas de este último y firmamos un acuerdo de exclusividad para la estirpe Rhode Island. Buena cosa para ellos y también para mí porque me aseguraba la fidelidad de mi cliente multiplicador.
Terminada la reunión decidimos irnos a comer. En la conversación surgieron lógicas alabanzas para los muchos talleres y fábricas que había en aquel polígono industrial. Nuestro anfitrión haciéndome seña de confidencia, dijo:
─ ¿Sabes? –el tuteo era norma- En unos talleres de este polígono fabricamos y montamos los motores Rolls Royce para la aviación.
No me perdí de ese su "fabricamos y montamos", en cuanto sano orgullo.
─ ¡Fantástico! – exclamé sincero.
Yo, atrevido de mí, quise resaltar un detalle que no parecía relevante para ellos.
─ Qué bueno esto que os oigo. Mejor tendría que decir qué significativo. Porque, si comparamos, está claro que la superioridad industrial del País Vasco Español se debe precisamente a ser español, a que es España.
Y viendo la cara que ponían, aclaré:
─ Imaginémonos si en vez de las leyes del gobierno de España tuviérais las francesas, que dejan a sus vascos "libertad de iniciativa" poco más que para producir cuantos bombones, muñecas y vainicas quieran...
El cliente de mi cliente no sólo admitió mi criterio sino que a él me unió un largo periodo de relación comercial... y amistad consolidada.
Me permito adelantar que el nacionalismo se empezó a fomentar en el pueblo vasco en el siglo XIX, de los que surgieron, no de misterioso origen, para disolver lo que quedaba de Cristiandad. Una vez que, tras Napoleón, se abolieron las certificaciones de pureza de sangre, poco a poco se introdujo la disensión entre familias, en eficaz manera por los curas abertzales -más en verdad "juramentados", vacios de fe y llenos de orgullo. Volvieron los oriundos de Burdeos cuyas familias solian afincarse cerca de la frontera, para con prestigio y aficiones culturales como, p. ej., la fundación de periódicos, difundir inteligentemente los primeros desprecios a lo español. Un nombre señero fue el de Isaac López Mendizábal (abril 1879-febrero 1977), Presidente de Euzkadi Buru Batzar entre 1931 y 1935. A todo esto se sumó la avaricia extranjera por hacerse con el excelente hierro vasco -les convenía separarlo de Madrid- y el obligado envío de hijos de familia a escuelas de ingeniería en el Reino Unido.
Cataluña es un caso diferente.
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El nacionalismo catalán, por más que se afeite siempre enseña sus barbas. No catalanas sino las substantivas de los apátridas que se enquistan en las naciones para "administrar" sus riquezas. Pocas veces, y éstas de poco recorrido, fueron de fiar para el gran Reino de Aragón o para las Españas. En el fondo de sus reivindicaciones se sedimenta su constante éxodo hacia naciones de acogida tras su casi exterminio sufrido de los romanos, hasta Tito y la destrucción del Templo, pasando por Trajano que fue más cruel y expeditivo, si posible, que el resto.
Como fenicios sus negocios se habían posicionado en nuestra costa mediterránea. Con sus propias normas comerciaban por el oro y la plata de Iberia. Cuando los íberos se dieron cuenta de que les tomaban el pelo, los echaron. Y viendo que perdían una gran fuente de negocios, llamaron a sus primos, los de Tiro y de Sidón que empezaban a disputar a Roma el dominio del Mediterráneo. Eran los cartagineses.
Y, ya saben ustedes, muerto Amilcar Barça, su hijo Aníbal con los íberos y la acorazada brunete de elefantes, a punto estuvo de tomar Roma y cumplir el sueño de su raza. ¿Que por qué con los íberos? Porque ese pueblo ofrecía dos ventajas importantes: su espada pequeña, más manejable que la romana, y una bravura en el combate que no fallaba como fórmula de victoria. Lo cito en recuerdo del genial despliegue de Aníbal, en la batalla de Cannas, al colocar a los galos en el centro del frente y a los íberos en las alas. Los romanos atacaron a lo fácil, el centro galo que al romperse les sumió en la tenaza de los flancos íberos.
No podemos olvidarnos de que Cataluña y casi todo el Levante español fue y es codicia de los herederos de aquellos fenicios de hace dos mil quinientos años. Parece mucho tiempo para buscar orígenes, ¿verdad? Pero así se presentan las cosas al sucederse nuevas ingerencias sionistas (citadas hace unos dias en los medios) al servicio de la sinagoga, o de la sinarquía y sus tinieblas...
Nada tengo contra esta raza requetemilenaria, orgulloso estaria de tener su sangre excepto si por ella me veo obligado a ignorar la Historia, eliminar a Isaías, rebelarme contra la Encarnación Divina en Jesucristo el galileo, y renegar de los siglos que me emparentan con el plus ultra de la España civilizadora de medio mundo. Tengo por los 'fenicios' una simpatía que siempre tengo que sobreponerla al odio que ellos reservan a nuestro ser de españoles y a nuestro estar en el mundo.
Y hecha esta disquisición podremos entender que cierta representación del pueblo catalán de hoy, vitaminado de rescoldos fenicios, sea tan defensora del vivir a costa de los tontos íberos. De los que dicen les roban. Estos tontos que les tratamos como a gente de casa, familia querida, para que con muchas dosis de desprecio ellos lo aprovechen con toda clase de artimañas y dobleces. Así tenemos que desde la noche de los tiempos los seudo-fenicios generación tras generación consiguen infiltrar en los gobiernos de España buenos amigos que les concedan todo lo que pidan. Justo así tenemos "Padres de la Constitución de 1978" que fueron fenicios, algunos tan evidentes como el señor Solé Tura.
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Finalizaré con algunas anécdotas no exentas de ironía.
Un grupo de amigos -finales años cincuenta-, estábamos en una terraza de la Gran Vía (entonces Avda. de José Antonio). Lo completaban unas muchachas, jugadoras de baloncesto del Círculo Catalán. Una de ellas, barcelonesa, le dijo a una madrileña:
─ Si no fuera por Cataluña, las españolas no podríais llevar medias "de cristal" (nylon).
A lo que la madrileña, con la guasa propia del barrio de Chamberí, le contestó:
─ Es que si no estuviéramos obligadas por Franco, que protege las fábricas subvencionadas de Tarrasa y Sabadell, podríamos llevar medias de Francia o de Inglaterra, mejores y más baratas.
La catalana se quedó callada y entonces "la española" le suavizó el sonrojo:
─ Pero, ya sabes... ¡Tenemos que ayudar a vuestra industria!
Hablo de aquellos años en que Santiago Bernabeu, Presidente del Real Madrid C.F., ya había inaugurado el nuevo estadio de Chamartín, gracias a las obligaciones que emitió para que sus aficionados y socios las compraran con un rendimiento seguro. Pocos después, el Barça -¡hombre, qué cosas! "Barça" como el cartaginés Amilcar- pudo levantar su Nou Camp con las ayudas del Dictador providencial. Cosa que el club azulgrana reconoció otorgándole sus tres máximas distinciones. (*)
Cuando peregrinamos a Tierra Santa nos impacta el descubrir que, tanto en las calles comerciales de Jerusalén, como en los hoteles en que te hospedas, o en las tiendas de Nazaret, de Jericó, de Caná, etc., se ofrecen con profusión camisetas del Club de Fútbol Barcelona y se esconden las del Real Madrid. Y en contraste, la enorme afición que sigue a este último en los países árabes, como comprobé durante un més que viví en Omán.
Habríamos, pues, de resaltar que esta pasión catalano nacionalista no proviene sólo de un paroxismo económico, deconstrucción espiritual de todo un pueblo o raza, sino de un conflicto de identidades originado en milenios de pugna entre el Oriente y el Occidente. Llamando Oriente a la multiplicidad de religiones, moral y gobierno (desde Ramsés, Nabucco, Gengis Kahn...) y, Occidente, a la Cristiandad hija y nieta de Roma y de Atenas.
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(*) 1951. INSIGNIA DE ORO Y BRILLANTES.
1971. MEDALLA DE ORO DEL PALAU BLAUGRANA.
1974. MEDALLA DE ORO DEL 75 ANIVERSARIO.