Siendo como niños la sociedad será como una rueda que comienza a girar, como un santo decir sí, que diría Nietzsche. Una comunidad más allá del poder
Evangelio del 25º domingo del tiempo ordinario. Ciclo B. 19-09-2021.
| Bernardo Pérez Andreo
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
—«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
—«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo:
—«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
—«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Marcos 9, 30-37
Estamos ante un texto que contiene una clara elaboración comunitaria de una insistencia de Jesús: el servicio es la clave para comprender la nueva realidad que él está creando. Los discípulos recelan algo, porque a la pregunta de Jesús no contestan, temen decirle la verdad, saben que no se trata de privilegios, sino que Jesús insiste en el servicio. Por eso, la comunidad ha creado un pasaje donde Jesús, sabiendo muy bien lo que bulle en el corazón de sus amigos, toma a un niño, ¿quizás el que había sanado poco antes?, lo pone en medio y se identifica con él, y con el niño al mismo Dios. Hay dos verbos clave aquí: servir y acoger. La acogida y el servicio son la clave de la realidad que está creando Jesús en medio de los grupos que le siguen.
Servicio y acogida son también la clave para entender un mundo verdaderamente humano, donde no se ejerce poder ni se busca el prestigio ni se ansían privilegios. El dilema que tenían los discípulos por el camino de quién era el más importante suele ser la forma de relacionarse las personas que componen los grupos sociales: quién ostenta el máximo rango, quién es el jefe, quién manda. Esas son las cuestiones que se suelen dirimir en primer lugar. Jesús lo sabe muy bien, no es ningún ser proveniente de Krypton, es un ser humano, nacido de mujer dice San Pablo, por eso quiere instruir a su grupo para que no sea como el resto de grupos. Entre ellos, el que quiera ser el primero, que sea el último y servidor de todos, porque una realidad nueva y distinta solo se puede configurar con formas de actuar y ser distintas. No se trata de un simple “dar la vuelta a la tortilla” para que los de abajo sean los de arriba y viceversa, eso deja las cosas como estaban cambiando los actores de lugar. Para crear una realidad nueva necesitamos una forma de ser nueva y eso solo se logra si nos hacemos como niños. Ser como niños es reconocer que estamos necesitados de los demás, que a los demás debemos nuestro ser en todos los niveles y así asumir la realidad como un puro don. Siendo como niños la sociedad será como una rueda que comienza a girar, como un santo decir sí, que diría Nietzsche.
El servicio y la acogida se configuran como los pilares de una nueva sociedad donde los débiles se hacen fuertes en lo común, los fuertes se hacen débiles por los demás y todos se muestran como niños que se dan sin cálculo ni medida. Acoger a un niño no es simplemente darle protección, es admitirlo como alguien con derechos dentro del grupo, como quien merece, y no solo necesita, la acogida, el servicio y la protección. Por eso pone Jesús el modelo de la acogida del niño a los discípulos. Frente a sus discusiones varoniles sobre el mando y el gobierno del grupo, Jesús les opone las virtudes de la acogida y el servicio vinculadas tradicionalmente a las mujeres. Es decir, Jesús propone un modelo de estructura comunitaria y social que se aleja del patriarcado y el machismo para establecer otro modo de ser en el mundo, donde todo está vinculado, donde toda persona es importante, donde la medida de la justicia social está en la acogida de los excluidos.