"El sábado 5 de marzo, al filo del mediodía, abandonó esta tierra un hombre bueno" Enrique de la Torre Rodríguez, personas que mejoran el mundo
"El sábado 5 de marzo, al filo del mediodía, abandonó esta tierra un hombre bueno: Enrique de la Torre Rodriguez"
"Enrique nació en Madrid hace más de ocho décadas. se graduó como ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad politécnica. Tras otear opciones y escalar con denuedo y honradez, se convirtió en CEO en España de una empresa suiza"
"Trabajó con intensidad, diseñó estrategias comerciales, pergeñó nichos de negocio y viajó por todo el mundo, acompañado en numerosas ocasiones por Pilar"
"En medio de tanto zafarrancho, fue un marido y padre ejemplar. Luego, un abuelo para el cual todo era poco para sus nietos, Sofía y Enrique, a los que adoraba"
"Trabajador, afable, tranquilo, discreto, detallista, exigente gastrónomo, enamorado de su mujer, patriarca de los suyos, se fue el sábado, sin hacer ruido"
"¡Gracias Enrique por tu actitud afectuosa, nunca estrepitosa! ¡Siempre supiste que sin tu incondicional Pilar, tus hijas y tus nietos tu tránsito por esta tierra no hubiera sido tan pleno!"
"Trabajó con intensidad, diseñó estrategias comerciales, pergeñó nichos de negocio y viajó por todo el mundo, acompañado en numerosas ocasiones por Pilar"
"En medio de tanto zafarrancho, fue un marido y padre ejemplar. Luego, un abuelo para el cual todo era poco para sus nietos, Sofía y Enrique, a los que adoraba"
"Trabajador, afable, tranquilo, discreto, detallista, exigente gastrónomo, enamorado de su mujer, patriarca de los suyos, se fue el sábado, sin hacer ruido"
"¡Gracias Enrique por tu actitud afectuosa, nunca estrepitosa! ¡Siempre supiste que sin tu incondicional Pilar, tus hijas y tus nietos tu tránsito por esta tierra no hubiera sido tan pleno!"
"Trabajador, afable, tranquilo, discreto, detallista, exigente gastrónomo, enamorado de su mujer, patriarca de los suyos, se fue el sábado, sin hacer ruido"
"¡Gracias Enrique por tu actitud afectuosa, nunca estrepitosa! ¡Siempre supiste que sin tu incondicional Pilar, tus hijas y tus nietos tu tránsito por esta tierra no hubiera sido tan pleno!"
Surfeamos sobre momentos colmados de incertidumbre, consecuencia de la perversidad de determinados humanoides. Desde hace dos años con el extenderse de una pandemia en la que muchos expertos identifican responsabilidades de congéneres y desde hace pocas semanas por el criminal comportamiento de un brutal villano que dispone de miles de armas nucleares.
No debería sorprender, por cierto, que sus patibularias acciones sean jaleadas por los populistas franquiciados del comunismo, desde Cuba a Venezuela, Bolivia o la propia España. Les une indisolublemente la financiación recibida y la monstruosa ideología -el marxismo- que más ha dañado a la humanidad desde el comienzo de los tiempos. Quien tenga dudas puede verificarlo en ¡Camaradas! De Lenin a hoy! (LID).
En medio de esta marabunta azuzada por psicópatas, el sábado 5 de marzo, al filo del mediodía, abandonó esta tierra un hombre bueno: Enrique de la Torre Rodriguez.
Enrique nació en Madrid hace más de ocho décadas al poco de terminar la guerra de España. Tras una juventud razonablemente juerguista, se graduó como ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad politécnica. Tras otear opciones y escalar con denuedo y honradez, se convirtió en CEO en España de una empresa suiza. Había tenido ya la inmensa fortuna de conocer a quien sería su fiel compañera: Pilar. Haciendo honor a su nombre, esa extraordinaria mujer, fue desde el comienzo el rodrigón que facilitó que su marido desarrollase una exitosa trayectoria directiva y humana. Llegaron pronto dos hijas, desplegando ambas las virtudes -afabilidad, belleza, laboriosidad, generosidad, simpatía…- con las que sueña cualquier progenitor: Marta, primero y luego, Raquel.
Enrique vivió por y para su hogar, por y para su entidad mercantil, siempre con penetrante compromiso. Enamorado de España, sufría al contemplar los desmanes de quienes muerden la mano de la patria en la que nacieron a la vez que trincan desde posiciones políticas que no merecen ni honran. Sin estridencias, porque Enrique era enemigo de desplantes o estériles debates.
Enrique trabajó con intensidad, diseñó estrategias comerciales, pergeñó nichos de negocio y viajó por todo el mundo, acompañado en numerosas ocasiones por Pilar: ¡qué recuerdos, entre otros destinos, de Japón, Suecia, México o de las reiteradas visitas al país helvético! Cuando pudo, impartió sesiones para futuros profesionales. Entre otras aulas, en las de la Escuela de Organización Industrial-EOI. También supo disfrutar del tiempo libre con sus grandes pasiones, la música clásica, el golf y su querido Real Madrid, del cual recibió la insignia de oro.
Enrique, en medio de tanto zafarrancho, fue un marido y padre ejemplar. Luego, un abuelo para el cual todo era poco para sus nietos, Sofía y Enrique, a los que adoraba.
Su figura, nada fanfarrona, no merecerá referencias en los medios de comunicación. Para mí, sin embargo, es el paradigma de las existencias que valen la pena. Enrique acuñó historia de la de verdad. Un hábito que nimba su personalidad: no hablaba mal de nadie.
Enrique, trabajador, afable, tranquilo, discreto, detallista, exigente gastrónomo, enamorado de su mujer, patriarca de los suyos, se fue el sábado, sin hacer ruido, tras haber recibido la Extremaunción. Persona buena, descansa ya a la espera de la Resurrección. Una de sus últimas alegrías fue que su nieto Enrique publicase hace escasas semanas su primer libro: Trayectoria manipulada (El Club de la Niebla), ¡con sólo doce años!
¡Gracias Enrique por tu actitud afectuosa, nunca estrepitosa! ¡Siempre supiste que sin tu incondicional Pilar, tus hijas y tus nietos tu tránsito por esta tierra no hubiera sido tan pleno!
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