"Días de esperanza, días de libertad de vida y sobre todo de futuro" Camino de Santiago de internos y voluntarios: Creemos que podemos caminar juntos
"Parece mentira que entre casi cerca de mil personas que están en la prisión, sea difícil conseguir a un grupo de diez muchachos que reúnan todos los requisitos que se les pone para poder salir con nosotros"
"Veinte personas con ganas de compartir, de ayudarnos, de disfrutar, de poner en común cosas y de descubrir que la vida nos puede llevar por diferentes derroteros, pero que todos somos iguales y que todos nos necesitamos"
"El camino este año iba a ser desde Muxia hasta Santiago, es decir “al revés” de cómo se suele hacer, ya lo habíamos hecho hace cuatro años y nos resultó muy bonito"
"En estos días nos hemos abrazado muchas veces juntos, hemos reído muchas veces, y en más de una ocasión se nos han caído muchas lágrimas"
"El camino este año iba a ser desde Muxia hasta Santiago, es decir “al revés” de cómo se suele hacer, ya lo habíamos hecho hace cuatro años y nos resultó muy bonito"
"En estos días nos hemos abrazado muchas veces juntos, hemos reído muchas veces, y en más de una ocasión se nos han caído muchas lágrimas"
| Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
Han pasado tres años desde que hacíamos nuestro último camino de Santiago, antes de la pandemia, y por eso este Camino era mucho más deseado por todos. Como siempre comenzamos a prepararlo hace varios meses, tanto desde la cárcel de Navalcarnero como desde la misma parroquia y voluntarios que caminamos juntos. Lo hacemos y preparamos siempre con mucha ilusión, a pesar de las múltiples dificultades que por muchas partes se dan.
Era arriesgado además este año plantearlo tan pronto, desde el mes de Febrero, porque no sabíamos cómo iba a estar “el bicho”, y si finalmente nos dejaría la enfermedad poder llevarlo a cabo, pero nos lanzamos a la aventura fascinante de cada año: posibilitar y vivir una experiencia de libertad y fraternidad entre chavales de la cárcel de Navalcarnero y personas de la parroquia de Fuenlabrada, junto con algunos voluntarios que habitualmente visitamos a los chicos en el centro penitenciario.
Como siempre, lo primero fue presentar el proyecto en la cárcel, para que fuera aprobado por la Junta de Tratamiento, y después buscar a chavales que estuvieran interesados en la experiencia o que se les pudiera proponer hacerlo porque nos parecía que les podía venir bien, dentro de su proceso de internamiento. Esta “selección” no siempre es fácil, ni por la situación personal o penal de los chavales de la cárcel, ni porque luego los permisos se puedan llegar a conceder.
Parece mentira que entre casi cerca de mil personas que están en la prisión, sea difícil conseguir a un grupo de diez muchachos que reúnan todos los requisitos que se les pone para poder salir con nosotros. Pero sea como sea, nos lanzamos de nuevo a la aventura de un nuevo camino, un camino en el que como siempre queríamos compartir nuestra propia vida, unos y otros, sabiendo que como siempre decimos : cuando comenzamos a caminar, todos somos uno, no hay libres o encarcelados, sino personas en diferente situaciones de vida, y con mochilas distintas.
De ahí que siempre se haga una propuesta amplia a la junta tratamiento de Navalcarnero, en torno a treinta personas posibles, con las que hablamos previamente y siempre en relación con el equipo de tratamiento, viendo a quien puede beneficiar más la experiencia. Por supuesto, desde nosotros, el único requisito es que quieran hacerlo, y que sean personas con un mínimo de responsabilidad para llevarlo a cabo.
Es evidente, que no tienen que participar en la eucaristía de los sábados, ni siquiera estar vinculados con la capellanía: Dios está presente de muchas maneras en cada una de las personas que allí cumplen condena, piensen lo que piensen, o hayan hecho lo que hayan hecho, pero sí se les prepara sobre todo para que primero les sirva a ellos la experiencia y segundo que al llevarla a cabo se comprometan a hacerla desde la máxima responsabilidad, pensando en ellos y en los que puedan venir otros años, pues si sale mal, la actividad se acabaría para siempre.
Por nuestra parte, ellos firman un compromiso: de no beber alcohol durante todo el camino (puede haber personas que tengan ese problema, y es necesario respetar su proceso de reinserción, y además por demostrar que se puede estar una semana sin beber lo que no sea agua o refrescos); de sentir que somos un grupo, y que por tanto es necesario realizar las cosas en común, aunque respetemos los procesos de cada uno; de responsabilizarse en el pago de lo que cuesta participar en el Camino de Santiago, es decir de poder aportar lo que cada uno tenga, sabiendo que nadie se queda sin ir por no aportar lo suficiente, pero sí sabiendo que lo que alguien, sea quien sea no aporte, no es que nos lo regalen, sino que alguien lo aporta por él.
Y en este punto económico sí que somos también un poco tajantes: todos queremos participar y hay mucha gente que nos ayuda, pero yo no puedo despilfarrar el dinero que muchas personas pobres y en necesidad nos aportan; y además es también una llamada a vivir la austeridad; los gastos que originan el camino están totalmente cubiertos con lo que aportamos ( albergues, comida, seguro, furgoneta…) y por eso no es necesario gastar más, pero mucho menos si no aportamos la totalidad de lo que cuesta.
Estos puntos son firmados previamente por ellos y se apela a su responsabilidad. Es verdad que a veces cuesta, porque todos dicen que por qué no pueden beber o gastar lo que quieran, pero al final nos disponemos a hacer la experiencia en común, y sabiendo además que nadie va a ser policía de nadie, todos sabemos lo que tenemos que hacer, nos vean o no. Creemos en que la persona puede hacerlo, y ese creer en la persona nos da cierta seguridad, sabiendo que todos tenemos que fiarnos de todos, aunque está claro que tampoco somos ingenuos.
Por parte del centro penitenciario, los requisitos es que salgan de permiso penitenciario por la junta de tratamiento, que tenga una vida normalizada en prisión, es decir, sin partes, que estén casi en el final de la condena, y que el delito no sea de los que ellos llaman “feos”. A veces con estas condiciones resulta difícil encontrar esa especie de “mirlo blanco”, y por eso tenemos que presentar bastantes personas para que al final la junta apruebe un mínimo. Después de este primer trámite, se presenta también el permiso a la Secretaría general de instituciones penitenciarias, responsable de la situación penitenciaria de todos los presos de España, y finalmente el juez de vigilancia es que aprueba definitivamente.
Por tanto, el proceso es arduo. Este año presentamos a veintisiete, de los que la junta aprobó solo a siete, lo cual nos asustó porque si Instituciones también de esos siete “tiraba” a alguno, nos quedábamos casi sin nadie. Por suerte, Instituciones al final aprobó a los siete, que sumados a otro chaval que había estado en navalcarnero y ahora ya en tercer grado en el CIS (Centro de inserción social) y otro que salía en libertad justo dos días antes de iniciar el Camino, serían nueve los que al final podríamos disfrutar de la experiencia.
De la parroquia y voluntarios este año venían menos personas, nueve, pero una cosa bonita e importante que también ya pasó en el último camino, es que este año venían los padres de un chaval que está en la cárcel, pero que no le han dado el permiso para venir, ellos participan en el grupo de familias nuestro y por eso se animaron a venir. De tal modo, que al final seríamos once, más los nueve chavales, veinte. Y al caminar, esos hemos sido, no once y nueve, sino veinte, veinte personas con ganas de compartir, de ayudarnos, de disfrutar, de poner en común cosas y de descubrir que la vida nos puede llevar por diferentes derroteros, pero que todos somos iguales y que todos nos necesitamos.
Con todo esto previo, con tantas dificultades pero con el corazón lleno de ilusión, por fin el pasado día 3 de julio iniciamos nuestro camino de Santiago, ya el noveno que realizábamos como grupo de capellanía. La alegría, el entusiasmo y la ilusión se palpaban en la estación de Chamartín cuando nos disponíamos a coger el tren para ir hacia Santiago. El camino este año iba a ser desde Muxia hasta Santiago, es decir “al revés” de cómo se suele hacer, ya lo habíamos hecho hace cuatro años y nos resultó muy bonito. La dificultad de este trayecto es que está mal señalizado, y eso nos causó problemas en aquel año y también durante este.
En estos días ha habido momentos para todo, para llorar, para reír, para disfrutar, para cabrearnos, para perdernos…. En el fondo ha habido momentos PARA VIVIR, porque la vida es la suma de todo eso. La vida supone apostar porque todos nos merecemos lo mismo y todos estamos llamados a lo mismo. Para mí es la máxima fundamental desde que soy cura: creer en la persona y ese creer en ella me lleva al Dios encarnado y presente en nuestra vida, un Dios Padre-Madre que quiere que seamos felices cada día, y que quiere que todos podamos sentirnos hermanos desde el proyecto de Jesús de Nazaret.
En el camino descubrimos que todos tenemos muchas cosas que reprocharnos, que todos tenemos cosas que tirar definitivamente de nuestras mochilas, y que a todos nos faltan cosas aun por meter en ella. Que todos tenemos también nuestras “cárceles particulares”, que la cárcel no es solo Navalcarnero, sino que a veces por desgracia, la cárcel puede ser nuestra propia vida. Que todos tenemos que reinsertarnos de muchas cosas que nos oprimen, que todos tenemos que liberarnos, y que ese Dios Padre-Madre nos libera con un proyecto de vida especial que Jesús nos promete y nos ofrece cada día.
En estos días nos hemos abrazado muchas veces juntos, hemos reído muchas veces, y en más de una ocasión se nos han caído muchas lágrimas. Lágrimas y abrazos que nos remiten al Dios que nos une, lágrimas y abrazos que también yo cada día, junto con los voluntarios, tengo la suerte de poder compartir. Pero lágrimas y abrazos que también los chavales comparten conmigo, no es que sea yo el que comparte sino que compartimos juntos. Siempre diré que los mejores abrazos y las mejores lágrimas las compartimos cada día en la cárcel, JUNTOS, porque la cárcel es “Tierra Santa”, es tierra casi ante la que tendríamos que descalzarnos, porque es tierra de Dios. E
so mismo lo hemos vivido estos días, pero elevado de modo especial, porque es compartir muchos momentos juntos. Acariciar a Dios, significa acariciar al ser humano, y al ser humano roto, y herido. Sabiendo que todos nos acariciamos, no solo acaricio yo sino que también otros me acarician, por encima de lo que hayan podido hacer.
Como decía, este camino es especial por estar mal señalizado, y hace que nos perdamos, pero en el fondo como nos podemos perder cada día en nuestra vida. En el camino, nos hemos perdido todos, desde los que lo tenían “todo claro” con las famosas aplicaciones del móvil, hasta los que no sabían por dónde tirar. Y todos hemos necesitado preguntar al de lado, o fiarnos de quién nos encontrábamos al caminar, nadie puede vivir solo, hemos comprobado, ni puede pensar que es infalible. Pero hemos aprendido que tenemos que descubrir de quién nos fiamos, quien tiene que ser nuestro guía.
Nos hemos enfadado porque la convivencia y el cansancio a veces crea roces, no nos conocíamos de nada y hemos tenido que convivir durante unas semana en todo. Nos hemos molestado ( y si no que se lo digan a los que soportaban nuestros ronquidos en los albergues), pero hemos visto que esa molestia era común, que todos a veces lo hacemos. Hemos tenido que parar porque alguien se quedaba atrás, parar nuestra marcha o nuestro ritmo por algún compañero; hemos tenido que preocuparnos de los más débiles; pero hemos seguido juntos porque merecía la pena hacerlo, y porque eso que hemos hecho ha sido compartir VIDA Y ESPERANZA.
Por las mañanas, después de la “costosa levantada” y de desayunar juntos, comenzábamos nuestro camino. Cada uno a su ritmo, y con sus dificultades personales, pero nos hemos sentido grupo. En la mitad de la etapa, nos estaba esperando “la ansiada furgoneta” con el “tente en pie” para poder seguir. Esa furgoneta que ha hecho el camino de manera diferente con unas personas al frente, que en todo momento han estado preocupados por nosotros, y que además este año la ha puesto el padre del chaval que no podía venir dela cárcel. El cariño que los que preparaban la comida y que todo estuviera a punto ha sido como siempre algo muy especial, y ha hecho posible que todo saliera bien, tenemos que darles muchos las gracias a los que lo han hecho posible.
De modo especial, a la voluntaria que cada año con todo el amor del mundo prepara los albergues, la comida, los billetes y todos los detalles de la puesta en marcha práctica del camino, sin ella no podría ser posible: gracias Asun por tanta dedicación, que aunque a veces parece que eres exigente lo haces porque quieres que todo esté a punto, lo haces con mucho cariño, dejando mucho tiempo y energías, desde muchos meses antes. Y gracias a los que como digo han colaborado con ella, a Poli, que nos llevaba la furgoneta, a Carlos voluntarios de capellanía y a Carmen; ellos no podían caminar por situaciones personales, pero su camino ha sido hacer posible que nosotros pudiéramos hacerlo: Gracias a todos de verdad.
Por las tardes, nos reuníamos en un rato de reflexión juntos, a través de materiales que habíamos preparado antes. Era una reflexión desde dentro, espontánea, abierta a poder compartir todo. A unos les costaba más abrirse a los demás, a otros menos, pero era un momento también bonito del día. En el compartir nuestra vida a través de un texto, un cuento, una dinámica… sin duda estaba querer compartir lo que somos y necesitamos.
Ha habido muchas anécdotas bonitas y dignas de recordar; una que me conmovió fue que antes de salir desde la misma cárcel, uno de los chicos de 28 años me dijo que si al ver el mar se ponía a llorar que no me riera de él, porque hacía más de seis años que no veía el mar. Y efectivamente así fue, cuando llego se emocionó y se le cayeron las lágrimas, y a mí con él. Junto con otro compañero, muy amigo suyo, de 25 años ( a ellos los llaman los hermanos dentro de la cárcel), se revolcó en la arena, se baño a pesar de que el agua estaba helada… verlos disfrutar era toda una gracia de Dios y un agradecimiento profundo a que se puede hacer feliz a alguien con poco, y eso depende de todos.
Cada uno por tanto hemos aportado en ese clima de libertad y de vida lo que hemos podido. Siempre me dicen que si no nos da miedo plantear esta experiencia, que puede pasar algo. Y siempre decimos lo mismo: primero que si no se arriesga nunca se hace nada y segundo que para ir a la cárcel hace falta creer en la persona y en sus posibilidades, en su capacidad de pecado y en su capacidad de cambio. Los presos han cometido errores, como los cometo yo, pero pueden cambiar. Es muy importante por eso también creer en el Dios de la misericordia, en el Dios que igual que me perdona a mí también perdona a todos.
Y enseguida nos dirán: “claro pero todos los errores no son iguales”, y yo siempre digo también que la misericordia de Dios no conoce límites, que igual yo no la entiendo porque la mía es limitada, pero el Dios del Evangelio acoge al publicano Zaqueo, a la mujer adúltera , a ladrón crucificado junto a Jesús , a Mateo… y también me acoge a mí cada día. Dios en Jesús apuesta por cada uno de nosotros, y nos vuelve a repetir lo que dijo al ladrón arrepentido: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”. Quizás tendría que ser esta la apuesta de nuestra sociedad, en palabras de Concepción Arenal “maldecir al delito y bendecir al delincuente”, porque la persona está por encima de sus actos, la persona es mucho más que lo hace.
Pero también tendría que ser la apuesta de nuestra propia Iglesia, que en ocasiones tiene también la tentación de condenar, incluso en nombre de Dios: también a la Iglesia le cuesta aceptar la misericordia de Dios para todos, parece que solos los “considerados buenos” son los que se la merecen, y es misma Iglesia es la que margina a montones de seres humanos, simplemente porque parece que su comportamiento no es el adecuado a como esa Iglesia institución, desde sus normativas a veces absoletas, no es capaz de comprender.
Por fin llegamos a Santiago, fin de nuestro peregrinar y comienzo de una nueva etapa de vida; participamos por la tarde en la misa del peregrino donde tuve la oportunidad de concelebrar con curas de diferentes sitios. Y como siempre al comenzar la celebración el sacerdote celebrante dijo que habían venido peregrinos del centro penitenciario de Navalcarnero y de la parroquia Nuestra Señora de Belén de Fuenlabrada. Y al escucharlo, una vez más, nuestro corazón vibró y se llenó de alegría, porque nuestros chavales estaban siendo tratados como el resto, porque también ellos tenían derecho a ser nombrados en aquella preciosa catedral, y seguro que tanto el Apóstol como el mismo Jesús nos sonrieron al escucharlo. Aunque también como siempre me dijeron que mejor decir centro penitenciario, que cárcel, para evitar el qué se pudiera pensar….
Han sido días de mucho encuentro, de mucha profundidad, de mucha vida en definitiva. Pero todo termina, y por eso , a la semana, el dia diez de julio terminó nuestro noveno camino de Santiago. Siempre la vuelta es muy difícil y muy dura, volver a entrar en la cárcel de Navalcarnero siempre se hace cuesta arriba. Los chavales el domingo veían como su experiencia de libertad terminaba, y cómo esa misma tarde volvían, en palabras de algunos de ellos, “al infierno”.
Sin duda que volvían diferentes, la semana había merecido la pena para todos; quizás otros también volvíamos a las cárceles de nuestra vida ordinaria, de las que también tendíamos que liberarnos. Pero siempre entrar en aquel sitio cuesta y las lágrimas comienzan a aflorar, para mí es también un momento duro, dejas parte de ti en aquel lugar de sufrimiento, pero a la vez, somos conscientes de que ese lugar de muerte y de dolor podemos llenarlo juntos de vida, y que esa es nuestra responsabilidad.
En la cárcel se palpa también eso a diario: se sufre mucho, se llora mucho pero a la vez la vida brota a borbones; la experiencia pascual se hace presente a cada paso en Navalcarnero, morimos y resucitamos en cada instante, y ese tendría que ser ahora nuestro encargo, después de haber vivido juntos esta experiencia, tanto de los que tienen la “desgracia” de vivir allí ahora, como de los que vamos cada día: humanizar aquel lugar de muerte y hacer que sea lo que decía Dominique Lapierre “la ciudad de la alegría”. Es Lapierre el que afirma, rezando delante de aquellos pobres de Calcuta que el barrio aquel puede cambiar, que puede brotar la vida en aquel slum: “ “Jesus de Anand Nagar, haz que esta ciudad acabe por ser digna de su nombre, que sea verdaderamente la Ciudad de la Alegría”.
Es lo que se nos encomienda a todos a hacer en aquella cárcel, y para hacerlo el mismo Dios cuenta con todos nosotros, cada uno desde diferentes perspectivas, incluso desde diferentes creencias y modos de ser, pero partiendo de la realidad de que todos somos personas, seres humanos, que nos merecemos lo mismo, y que además, los que somos creyentes creemos que somos hijos e hijas de Dios: “Señor, aquí me tienes, soy yo, Paul. Ya sabes, Jesús, que soy un pobre, ten compasión de mí. Sabes que no he venido aquí por acumular gracias. Estoy aquí por Ti….. Ten compasión de ellos , Jesús de Anand Nagar”. Desde esa misma pobreza con la que el autor de la Ciudad de la Alegría nos manifestamos también nosotros, pero desde la esperanza puesta en que juntos podemos cambiar la cárcel y hacerla diferente.
Días de esperanza, días de libertad de vida y sobre todo de futuro. En el camino hemos ido viendo barreras y obstáculos, pero juntos las hemos ido sorteando, pero sobre todo había una apertura a algo distinto. Camino de vida, ha terminado el camino de Santiago, pero continua el camino de la vida, y en ese camino todos seguimos siendo protagonistas, es un camino que depende de cada uno de nosotros. Que el Dios de la Vida que nos hace hermanos e hijos nos siga ayudando a recorrerlo juntos, y que sintamos su fuerza cada día. No estamos solos, nos sentimos en comunidad y en familia, junto al Dios Padre-Madre que en cada momento vela por nosotros. Gracias a todos los que hemos hecho posible esta experiencia y adelante, siempre adelante.
Camino de Santiago, 3-10 de Julio de 2022
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