Este lunes 4 de noviembre, Mons. Lerma Nolasco será instalado como primer obispo. El nacimiento de la diócesis de Iztapalapa abre un "camino que aún no conocemos": Vicario de pastoral
La nueva diócesis cuenta con un presbiterio fuerte y unido. Entre sus retos , la nueva Iglesia tiene por delante la evangelización de los jóvenes en medio de una situación de violencia...
| Guillermo Gazanini Espinoza
Este lunes 4 de noviembre, se dará el acta de nacimiento de la diócesis de Iztapalapa desmembrada de la arquidiócesis de México. Con la toma canónica de Mons. Jesús Antonio Lerma Nolasco, ese territorio iniciará su caminar aglutinando a casi dos millones de personas de los cuales, al menos nominalmente, casi el 85 por ciento se dicen católicos. ¿Qué retos y desafíos vienen para ese presbiterio y su obispo? Iztapalapa es de las zonas de la Ciudad más pobladas y enfrenta serios problemas de violencia e inseguridad.
En entrevista, el vicario de pastoral de la diócesis de Iztapalapa, padre Xavier Hernández García-Medina (Ciudad de México, 1970), cuenta sobre el caminar y los entendimientos para asumir esta nueva etapa. Contar con un presbiterio fuerte y unido ayudará a dar más confianza para afianzar la tarea pastoral que heredan de la extinta VII Vicaría de la arquidiócesis primada de México.
Padre Xavier, ¿Cómo fue recibida la noticia al conocerse el desmembramiento de la arquidiócesis y el nacimiento de la diócesis de Iztapalapa?
-De expectativa, pero con mucha alegría. Estamos contentos, construimos algo, pero no sabemos con certeza que sigue por delante. En la VII vicaría los colegas nos hemos llevado bien, ha sido excelente la experiencia de unión y así nos hemos compactado en torno a esta noticia.
La creación de las nuevas diócesis fue un proceso rápido. Desde la llegada del arzobispo actual y en menos de dos nace la Iglesia de Iztapalapa. ¿Podríamos saber, a su juicio, qué factores fueron determinantes para llegar ahora a este momento?
-Ante la iniciativa del cardenal, nosotros lo aceptamos; sin embargo, no sabíamos qué se echaba andar. La realidad es tan difícil en esta zona de la ciudad que cualquier alternativa que nos ayudara sería recibida con gusto. No sabemos las dimensiones de lo que viene. Algunos de los padres decían: ‘Los que andamos a pie, muévanle como quieran, de todos modos, el trabajo es el mismo…’ Esto es así puesto que hay una realidad muy difícil para sacar a nuestra gente pastoralmente. La expectativa es esa, si esto nos ayuda en algo, adelante…
¿Qué dilemas se presentaron en el presbiterio, entre ser una nueva Iglesia o vivir en la arquidiócesis de México?
-Desde el inicio tuvimos una apertura… aceptamos la división. En sectores del presbiterio, desde luego, se dieron las preguntas dependiendo el compromiso en determinados servicios. Para algunos fue difícil, por ejemplo, ya que tenían a sus familias en otras partes de la arquidiócesis y su trabajo es realizado en Iztapalapa. Para otros, la expectativa era sobre la forma de gobierno y para otros sectores más, era de una renovada alegría por saber que al fin se darían los pasos para llevar a cabo iniciativas que se querían impulsar.
¿Cómo fue el proceso, cuáles fueron los pasos definitivos?
-Con la visita de don Carlos Aguiar, se dio una exposición del estado de la VII vicaría. Mostramos una de nuestras principales fortalezas, la cual se ha estado trabajando durante varios años, la cuestión humana de nuestro presbiterio. Cuando viene este planteamiento en el que se nos mencionó si teníamos lo necesario para ser una nueva diócesis, descubrimos que sí contamos con lo fundamental. Quizá inseguros sobre la cuestión económica, sobre todo porque es una zona muy inestable. Aquí en Iztapalapa, la gente es de provincia. En ciertas temporadas, desaparece y las parroquias se quedan solas.
Entonces, el principal paso de esta decisión fue considerarse como un presbiterio fuerte…
-Exacto, creamos un ambiente en el que nos empezamos a aceptar con todas nuestras carencias… Apenas estamos descubriendo lo que implica esta nueva diócesis.
¿Cuáles serán las principales acciones para iniciar con la vida de esta Iglesia?
-Lo primero que preocupó al obispo fue la situación jurídica. Es de las más difíciles. Regularizar los templos y la representación legal. Como el señor obispo es canonista, presionó sobre eso y es de los aspectos donde más se preocupa. Nos dio confianza en todo los demás, así fue como impulsamos en paralelo la pastoral. Hemos entrado en contacto con las dos nuevas diócesis para platicar, por ejemplo, sobre la futura organización de un seminario.
Uno de los problemas que hubo en la ciudad fue el de los templos afectados por los sismos. ¿Qué hay al respecto en Iztapalapa?
-Fueron muy pocos, la situación para nosotros es muy estable. No fue tan perjudicial aquí como lo fue, en cambio, en Xochimilco.
El primer obispo de Iztapalapa es de los precursores; sin embargo, está en los limites de la renuncia canónica. ¿Cómo asume esta cuestión?
-El obispo Lerma Nolasco es optimista, está contento porque estamos nosotros y a la vez, nosotros lo estamos porque está él. Se siente muy apoyado y más aun por la experiencia que tiene de 14 años de gobierno. Esto nos ha dado la seguridad porque resuelve los problemas. No presenta casos sino soluciones. Pastoralmente es cercano al presbiterio, todo mundo se siente tomado en cuenta por él.
¿Cómo se ha involucrado a los laicos?
-Me toca estar con ellos en el Consejo de Pastoral. Los he motivado para que asuman esto. Empezamos a trabajar un documento de los obispos de América Latina sobre la participación de los laicos en la vida pública. Cuando se da esto, tratamos de cambiar nuestra mentalidad para decirles que esto ahora es para bien de la nueva diócesis, mentalizarlos. Cuando se daba por hecho el proceso de la división, percibimos que el engranaje de nuestros trabajos se detuvo y ahora comenzamos a reactivarlo. Los laicos nos han presionado, saben cuál es el lugar que ellos deben tener en la sociedad.
¿Y sobre quienes no están involucrados en la vida de la Iglesia?
Evidentemente se les ha comentado, sin embargo, reciben esta noticia con indiferencia.
Ahora se asoman retos particulares. De hecho, en la nueva diócesis quedan, por ejemplo, los reclusorios de la Ciudad…
Para nosotros, uno de los principales será la atención a los hospitales. En reclusorios, por ejemplo, yo soy capellán. Estamos en ruta con presencia pastoral en el reclusorio de santa Marta o el correccional de menores. Tenemos una buena presencia de laicos y diáconos permanentes atendiendo esta realidad pastoral, en esa línea sí lo hemos asumido. De hecho, los trabajadores sociales de esos centros exigieron del obispo la atención; de no hacerlo, se hubieran valido de otros grupos religiosos para ayudar en la rehabilitación de los internos.
¿Respecto al Plan Pastoral, qué será necesario cambiar?
-Estamos en la misma Ciudad y hemos pensado qué es necesario para coordinar la pastoral en contacto con la arquidiócesis de México. No hemos perdido la comunicación con los principales responsables de la pastoral arquidiocesana. Debemos apuntalar particularidades para Iztapalapa, sobre todo por la cuestión social. La gente es muy religiosa, pero agobiados por la violencia, el pueblo está en búsqueda constante de Dios. Necesitamos abonar diversos aspectos que otorguen estabilidad al presbiterio para trabajar con el pueblo de manera efectiva.
La violencia, ¿es de las principales urgencias?
-Hay preocupaciones en distintos niveles. La cuestión jurídica, por ejemplo, es de las primeras. Abogados nos han defraudado constantemente; en la cuestión sacerdotal, tenemos varios enfermos, pensionados o retirados. Muchos de nuestros sacerdotes, en la barrera de los cincuenta años padecen enfermedades, son diabéticos o hipertensos. En cuanto a los fieles sí, de los aspectos que les agobian son la delincuencia y extorsiones que los hace acercarse al Señor por ser muy golpeados, particularmente los jóvenes, en cuanto a la drogadicción y violencia intrafamiliar.
Otro motivo para el desmembramiento fue el de las devociones populares y pueblos originarios de Iztapalapa…
-Nuestro obispo recientemente tuvo contacto con los pueblos que organizan la Pasión de Semana Santa. Los mayordomos no querían nada con la Iglesia. Gracias a Dios se ha logrado que vayan a los retiros o a misa. Nos han dejado entrar a la organización ya que ellos creían que la Iglesia quería ganancias al respecto.
¿Cómo es la relación con las autoridades?
-Hay una buena relación. Sobre todo, gracias a que varios de nuestros sacerdotes están profundamente involucrados en la cuestión social. Cuando nos hemos metido en serio en ayudar a la gente, el gobierno nos ha apoyado. En el noveno decanato, uno de nuestros sacerdotes trabaja en serio con los chavos banda, gracias a eso hemos tenido apoyo importante de las autoridades. Vislumbro una buena relación siempre y cuando nos dediquemos a lo nuestro.
¿Qué movimientos laicales serán los fuertes en la diócesis?
-Queremos fortalecer a la Escuela de Pastoral que se ha debilitado. Cursillos de cristiandad es de los mejores, otro es el Movimiento Familiar Cristiano y los Cefalaes. La pastoral más organizada es la de familia. Otros es el Iafobi, relativo a la enseñanza de la Biblia. La catequesis es muy compacta y ministros extraordinarios de la comunión eucarística son más de mil.
Sobre la catequesis infantil, ¿Habrán nuevos planteamientos?
Seguiremos con el plan de la arquidiócesis por un acuerdo provincial. Se quiere invitar a otras para seguir en un proyecto homogéneo de formación. Tendremos los mismos textos. Esto debe ser impulsado puesto que, de acuerdo con algunos textos de la CEM, de los lugares con más rápida descristianización es la Ciudad de México. La gente debe dedicar más tiempo a su formación cristiana.
Otro de los puntos vitales son las vocaciones. Iztapalapa es vivero de jóvenes al sacerdocio ¿Cómo está el número de vocaciones?
-Al darse la constitución de la diócesis, pasamos revista para saber cuántas eran nuestras vocaciones. Y efectivamente, la arquidiócesis de México queda desprotegida. En su mayoría, los jóvenes de Iztapalapa asimilaron pertenecer a esta Iglesia y es de las realidades que asumimos inmediatamente. Desde este año, los integramos al apostolado en las comunidades de Iztapalapa y la asesoría de formadores es asumida por nuestra diócesis.
¿Y un seminario propio?
-Lo hemos visualizado al largo plazo. Por lo pronto, ante el número de seminaristas, lo primero que hicimos es proteger nuestras vocaciones espiritualmente. En este campo de batalla, necesitamos conocer esta realidad para aceptar ventajas y carencias. Se debe tener cercanía y ya el obispo se ha encontrado con ellos. Inmediatamente lo hemos asumido y es urgente la inserción pastoral.
¿Cómo se siente ahora como parte de un presbiterio para una nueva diócesis?
-Nuestra realidad es motivante. Como presbiterio hemos llegado a un buen nivel. Tenemos las “visitas fraternas” ahí nos conocemos y tenemos buena apertura. Conocemos nuestras debilidades y fortalezas, estamos seguros y sabemos con quiénes contamos. Seremos 132 en este presbiterio. Es una diócesis pobre, quizá sea más pobre la de Xochimilco, pero aquí tenemos una pobreza desde nuestro pueblo. Tenemos que trabajar nuestros recursos, si no lo hacemos por la gente, si no estamos en lo nuestro, las personas no se sentirán comprometidas.
-Finalmente, ¿Qué mensaje podría dirigir a los fieles para decir que esta nueva realidad es conveniente?
El Espíritu Santo, de entre todas las cosas que suceden, traza una brecha en la que nos pide que caminemos sobre un camino que aún no conocemos. Es lanzarnos al mar abierto. Vamos a poner todo nuestro empeño para dar a la Iglesia de la Ciudad de México desde Iztapalapa. Funcione o no, quizá no nos toque gozar de los frutos, pero podemos aportar algo con nuestra propia identidad desde nuestra pobreza. Hemos recibido mucho de la arquidiócesis de México y estamos agradecidos. No será en vano asumir los riesgos que se nos han puesto y si podemos dar algo, adelante. Por lo pronto nos toca sembrar y mostrar, en agradecimiento por lo que hemos recibido, que es posible renovar nuestra ciudad. Recen por nosotros.